Verdugo - Capítulo 19 "A salvo"

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Una semana transcurrió desde el día en el que Mario me avisó que uno de los diez más buscados me estaba buscando, no teníamos idea de quien se trataba, pero me emocionaba mucho la idea de conocerlo, llevarlo a mi casa y estar cara a cara con otro maniático psicópata como yo.
Estuvieron buscándolo sin descanso alguno, hasta que una tarde por fin lo encontraron, le colocaron un costal de tela en la cabeza y lo llevaron a la casa, específicamente a la sala, para estar más cómodos. Lo sentaron y le descubrieron la cara.
-Buenas tardes, bienvenido a mi humilde casa- dije dándole la espalda al invitado- es un honor tenerte aquí con nosotros.
-El honor es mío, Verdugo. He oído hablar mucho de ti-,expresó con entusiasmo- por ello quiero hacer negocios contigo.
Lo primero que hizo fue presentarse, su nombre era Mateo, conocido en el bajo mundo como Dinamita. Un hombre que se dedicaba a hacer todo tipo de explosivos en básicamente todo tipo de presentaciones, tamaños y formas. Era un verdadero experto en lo que hacía, todo un profesional que se ganó a pulso su lugar dentro de la lista de los diez psicópatas más buscados.
-Juntos seríamos imparables, Verdugo.
-No lo sé, por ahora estoy enfocado en mis asuntos.
-Entonces déjame ser parte de ellos. Como símbolo de mi lealtad te tengo información que puede interesarte.
Dinamita me informó que conocía un lugar en donde había una bodega clandestina en la que se dedicaban a producir pornografía con adolescentes, las cuales después eran enviadas a un lugar en donde las prostituían y las obligaban a bailar con poca ropa para atraer a más clientes.
-Si en verdad quieres ser parte de esto, lleva todo el explosivo que traigas contigo... Vamos a ir por esos hijos de perra.
Le cubrieron la cabeza a Dinamita y conforme a la dirección que nos otorgó, llegamos a la bodega que nos mencionó y de inmediato entramos disparando a todos los guardias del lugar, quedando solos frente al jefe de ese repugnante lugar.
-Eres una porquería de ser humano y ahora más te vale que me digas a dónde mandan a esas niñas que salen de aquí.
-Jamás te diré, no tengo nada que perder- respondió aquel miserable.
-En eso si tienes razón- sonreí irónicamente.
De mi bolsillo saqué mi bisturí y en un rápido movimiento le rebané el cuello a ese maldito, haciendo que este comenzara a desangrarse lentamente y por ello cayera al suelo de rodillas ante mí.
-¡Estás loco!, ahora jamás sabremos la ubicación- Expresó Dinamita, completamente alterado.
-Debes ser más observador- coloqué mi pistola en la cabeza del moribundo y disparé sin titubear.
Ese miserable tenía anotado todo en su computadora y pretendía eliminarlo, por ello cuando le dije que nos diera la información, lentamente caminó hacia ella, por suerte me di cuenta de la situación y actúe justo a tiempo.
-¿Algún explosivo para dormir a todos?-pregunté con amabilidad.
-Por supuesto, es algo que uso muy seguido.
Al llegar al lugar indicado, Dinamita sacó una granada un tanto más grande de lo común, caminó a la entrada de aquel lugar y sin pensarlo la lanzó, para después arrojarse al suelo, mientras que su granada hacía explosión aventando unas espinas que rápidamente paralizaron a todos.
-¿Qué demonios fue eso?- pregunté intrigado.
-Son espinas de una Musaraña de cola corta. Ellas usan su veneno para paralizar a sus presas, para mantenerlas frescas por más tiempo, por si tardan en comérselas- Respondió Dinamita con entusiasmo.
Entramos al lugar y me percaté de que una de las espinas le había dado al aire acondicionado, dejando libre el veneno, el cual respiraron en todas partes. De inmediato comenzamos a matar a todos los miserables del lugar y sacamos a las pobres chicas las cuales también se encontraban paralizadas. Por suerte Dinamita portaba el antídoto, con el cual las liberamos para poder formarlas en la entrada, esperando instrucciones para poder regresar a casa con sus seres queridos. Después nos dirigimos a la oficina principal, en donde estaba el dueño de todo.
-Eres un hijo de perra- le disparé un par se veces en sus geniales- Sufrirás mientras te desangras lentamente y sin que te puedas mover.
Fue entonces cuando Mario entró a la oficina y me informó que habían dos chicas que querían hablar conmigo. Al salir me encontré con una gran sorpresa, ya que una de ellas era una pequeña niña de aproximadamente cinco o seis años, blanquita, cabello claro y ojos azules, mientras que la otra era una adolescente de quince o dieciséis años, de tes clara, cuerpo delgado, estatura media, cabello castaño un tanto largo y una sonrisa que resaltaba muy bien sus brackets.
-Acabo de llegar hace unos meses, por suerte nunca me hicieron nada; pero el punto es que no tenemos a donde ir- manifestó la adolescente.
Me explicaron la situación que estaban viviendo y el motivo por el cual necesitaban hablar conmigo. Resulta que la pequeña se llamaba Micaela y efectivamente tenía tan solo seis años, el problema era que ella en realidad había nacido en ese lugar, era hija de una chica que prostituyeron ahí durante varios años y por desgracia falleció al dar a luz, por lo cual esa pequeñita no tenía a donde llegar. La adolescente se llamaba Ariadna, tenía tan solo quince años, casi los dieciséis y había llegado a ese lugar después de que la secuestraron una tarde cuando regresaba de la escuela, por desgracia argumentaba que sus padres no la tomaban en cuanta y que en alguna ocasión le dijeron que si ella desaparecía les estaría haciendo un gran favor, así que realmente tampoco tenía a donde ir.
-Entiendo perfectamente lo que es sentirse solo y creer que no hay ningún lugar en donde se pueda llegar a descansar tranquilamente- las mire y con una sonrisa pregunté- ¿Tendrían algún problema con el hecho de tener que vivir con un asesino?
-Para nosotras eres un héroe- respondió Ariadna con una sonrisa enorme en su rostro.
-Entonces irán a casa conmigo.
Nos reunimos con las demás chicas en la entrada, les expliqué que había llamado a la policía y que pronto llegarían para ayudarlas a regresar a casa, además les informé que en cuestión de algunos días les estaría llegando a sus hogares un sobre con el dinero suficiente para que puedan pagarse un buen psicólogo y así logren superar el infierno que vivieron en ese lugar. Al terminar nos subimos a nuestro vehículo y nos fuimos del lugar, con dirección a nuestra casa, pero antes pasamos a dejar a Dinamita y quedamos en reunirnos muy pronto.
-Disculpa, Verdugo, ¿Por qué llamaste a la policía?- preguntó Ariadna un tanto desconcertada.
-Puedes llamarme Charly, ese es mi verdadero nombre- me quité el gorro, los lentes y el bozal- y esta es mi verdadera identidad.
Después de presentarme oficialmente, les expliqué que aquellas pobres chicas no corrieron con la misma suerte que ellas y habían vivido cosas muy traumaticas, por lo cual no se sentirían a gusto estando en manos de un asesino, así que preferí optar por llamar a las autoridades correspondientes.
-Eres un héroe de verdad, te han juzgado mal, Charly- Ariadna sonrió y abrazó a Micaela.
Al llegar a casa les presenté a todos, explicando los motivos por los cuales habían llegado conmigo, cabe aclarar que por suerte fueron bien recibidas, así que de inmediato las llevé a sus nuevas habitaciones.
-Pónganse cómodas, les prometo que pronto iremos a comprar ropa, juguetes, accesorios, muebles y todo lo necesario para que estén bien y puedan adaptar sus cuartos de la mejor manera y así quede todo perfecto para ustedes.
-Muchas gracias, papá- Micaela corrió a abrazarme, acelerando mi corazón y llenándolo de ternura.
-A descansar un poco, mi niña- le di un beso en la frente y sonreí con alegría.
Me sentía feliz de haber ayudado a tantas mujeres que estaban sufriendo demasiado y más porque sin imaginarlo y sin pensarlo, había salvado a dos mujercitas de terminar solas en la calle y ahora formaban parte de mi nueva familia. Solo deseaba con todas mis fuerzas que nada de lo que hiciera las terminara afectando, porque no quería causarle desgracia a nadie cercano a mí y es que pronto la guerra entre las autoridades y el Verdugo se desataría derramando sangre hasta tener a un solo ganador y ese será el único que podrá permanecer con vida.

En La Piel De Un Asesino. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora