Pasaron algunas semanas desde la gran noticia que recibí, al enterarme de que me había tocado bola blanca y fue entonces cuando el momento de ingresar al cuartel militar llegó. Recuerdo que al acceder al sitio me sentí muy extraño, creí que si llegaba a entrar a un lugar así, sería esposado dentro de un camión blindado, rodeado de militares, los cuales me estarían apuntando con armas de alto calibre. Pero la realidad fue otra, entré por la puerta principal, caminando enfrente de todos esos sujetos, sin que nadie sospechara nada o se imaginara quien realmente fui hace unos años.
Las primeras semanas fueron muy normales y nada interesantes, todo era básicamente lo mismo: entrar a formarse, desayunar algo que no tenía forma y nunca se sabía que era, marchar siempre igual, tomar clases aburridisimas de dos horas, hacer ejercicio e irse. Hasta que un día en la hora de clase, abordaron un tema muy interesante, el cual fue sobre las distintas listas de los diez más buscados y todos los diferentes puntos que se tomaron en cuenta para realizarlas; aunque la que en realidad me llamó mucho la atención, fue aquella en la que clasificaron de manera muy extraña a los diez psicópatas más buscandos de todo el mundo, la cual estaba encabezada por un sujeto llamado Iván, al cual le apodaban "El Vampiro", debido a que se dedicaba a traficar sangre humana. También nos dieron los nombres de los otros nueve restantes y entre ellos apareció el nombre del Verdugo, colocándose en el puesto número ocho.
Entonces se acercó Chaves, el sargento segundo del batallón de guardias presidenciales, un sujeto de baja estatura, medio barrigón, tez morena y una cara de desgraciado que amargaría a cualquiera que lo viera, además era bastante egocéntrico.
-De estos diez, uno ya está muerto. Lo que significa que está de más en esta lista- se paró frente a nosotros.
Todos empezaron a murmurar diferentes opiniones acerca de lo mencionado por Chaves e incluso uno de mis compañeros se puso de pie y expresó su punto de vista.
-Tiene bien merecido ese lugar, puso en aprietos a las autoridades y nadie descubrió su identidad.
-¿¡Eso crees!?- Chaves puso una cara de molestia terrible- Cinco vueltas corriendo al campo, ¡Ahora!
En ese momento me puse de pie y caminé rumbo al campo, detrás de mi compañero.
-¿A dónde demonios vas?- preguntó Chaves.
-Daré vueltas con él, porque estoy de acuerdo con que el Verdugo fue más grande que muchos de ustedes.
Mis palabras hicieron enfurecer a Chaves y me ordenó dar vueltas al campo hasta que iniciara la hora de ejercicios, más o menos dentro de hora y media. Así que estuve corriendo durante algunos minutos, hasta que fui detenido por Rodríguez, otro sargento segundo, solo que este era más alto, tez clara, delgado pero musculoso y mucho más amable que Chaves.
-¿Qué haces aquí a esta hora?-preguntó Rodríguez.
-Chaves me lo ordenó- respondí rápidamente.
-Si, entiendo, Chaves es un fastidio.
En ese instante una idea llegó a mí, Rodríguez era un militar agradable, tenía buen físico y era muy hábil, por lo que decidí proponerle un trato, él me daría entrenamiento militar a cambio de una pequeña gratificación monetaria. Al principio se negó, pero después de insistir por un par de semanas, al fin aceptó, por lo tanto pedía mi presencia durante las horas de clase, supuestamente para ayudarle a mover cajas y otras cosas, con el objetivo de que me dejaran ir con él y nadie se diera cuenta de que me estaría entrenando. Debo confesar que aprendí bastante, me enseñó movimientos de pelea muy precisos y me hacía realizar ejercicios mucho más pesados de lo normal, para aumentar mi resistencia física y lo más interesante fue cuando me mostró como incrementar la capacidad de mis sentidos.
-¿Qué harías si intento golpearte?
-Me defiendo y te golpeó más fuerte
-¿Y si no pudieras ver?
Me explicó que un militar debe estar alerta de todo lo que pasa a su alrededor y que a veces los ojos no le son suficientes para cubrir todo el territorio, por lo cual necesitan mejorar su sentido del oído, para tener una visión incrementada y así poder detectar cada movimiento que su adversario realice.
-Ahora viene lo más difícil- se puso detrás de mí y me colocó una venda en los ojos- Ahora siéntate e intenta identificar todos los sonidos que puedas.
Al principio podía escuchar muchos sonidos diferentes, aunque no lograba diferenciar ninguno, no conseguía separarlos para poder identificarlos.
Ciertamente me demoré un par de meses en mejorar mi técnica y conseguir el incremento necesario de mis sentidos para dividir los sonidos y entenderlos por separado.
-Muy bien, ahora ponte de pie y corre por el campo. Si logras alcanzarme nos enfrentaremos y cuando eso pase será el fin de tu entrenamiento.
En mis primeros intentos caí y me estampé en muchos lugares, era más difícil hacerlo en movimiento, todo se me mezclaba y terminaba desesperandome; sin embargo, rendirme no era una opción, así que continúe esforzándome, luchando sin descanso e incluso recurrí a la opción de hacer un poco de meditación para conectarme con mi yo interior y después de un mes logré correr e identificar lo que había en mi camino, gracias al sonido que hacían al entrar en contacto con el viento, entonces fui capaz de alcanzarlo, lo derribé y me puse de pie rápidamente.
-Levántate, Rodríguez- sonreí victorioso- es hora de pelear.
-Tenemos poco tiempo, así que prepárate porque la siguiente semana lo haremos.
Estaba muy emocionado por lo que iba a suceder, me sentía tan ansioso que la semana se me pasó volando y cuando por fin estuvimos frente a frente, lo primero que hice fue colocarme la venda en mis ojos. Estábamos en una zona un tanto despejada, al rededor había unos cuantos árboles y unas bancas de piedra.
-¿Por qué demonios haces eso?
-Si no lo hago así, el entrenamiento habrá sido en vano.
Él comenzó con un par de patadas, las cuales logré detener, después intentó con unos cuantos puñetazos, pero también los pude esquivar. Entonces empezó a moverse a mi alrededor, la tensión comenzaba a subir, así que sin pensarlo, di media vuelta y conecté un golpe en su mandíbula, haciéndolo caer al suelo. Rápidamente me acerqué, lo tomé del cuello y comencé a darle puñetazos directos al rostro, solo podía escuchar sus quejidos de dolor, estaba dominando la pelea, hasta que me rodeó de la cintura con sus piernas y en un rápido movimiento me dio la vuelta, quedando arriba de mí, entonces comenzó a golpearme con ambas manos a puñetazos limpios, haciéndome sangrar de la nariz. Se levantó, me tomó de los pies y dándome una pequeña vuelta me arrojó contra un árbol, haciendo que mi espalda impactará directamente, lastimándome y rajando un poco mi playera. Me reincorporé e intenté localizarlo; pero entonces apareció por detrás de mí, me dio una patada en la columna, me tomó de los hombros e inició con una ronda de rodillazos en mis costillas, dejándome de rodillas, para después correr hasta quedar frente a mí y derribarme con una brutal patada voladora directo a mi cabeza.
Estaba en el suelo, sangrando de la nariz y de la cabeza, justo arriba de mi ceja izquierda, con un dolor horrible en la zona lumbar; pero no me di por vencido, me puse de pie y me concentré lo mejor que pude, entonces él saltó para darme el golpe final y yo lo recibí con una patada en el estómago, estrellándolo en el mismo árbol al que me arrojó. En breve continúe con un par de ganchos al higado y finalice con una patada giratoria, dándole en su oreja derecha.
Me alejé un poco para limpiarme la sangre, Rodríguez aprovechó para reincorporarse y así continuar con nuestro enfrentamiento. Corrió hacía mí, me golpeó con su hombro debajo de la caja torácica, me levantó al mismo tiempo que abrazaba mi pierna derecha y me derribó sobre una de las bancas de piedra, partiendola en dos con mi cuerpo. El dolor que sentía era tremendo, varios fragmentos de piedra se clavaron en mi espalda; sin embargo, Rodríguez no había terminado, me levantó jalandome de la ropa y finalizó con un gancho a la mandíbula, levantándome un par de centímetros del suelo y haciéndome caer de nuevo sobre la banca rota, solo que esta vez perdí el conocimiento.
Desperté en la enfermería una hora después, Rodríguez había dicho que me caí de una escalera y le creyeron sin dudarlo.
-Tal vez perdiste, pero recuerda que tu peleaste con los ojos vendados. Sigue así.
En aquel tiempo terminé mi entrenamiento y también mi servicio militar nacional, salí lleno de conocimientos, pero también con una derrota sobre los hombros, deseando con todas mis fuerzas una revancha que quizá algún día lograría obtener.
Ahora tocaba regresar tranquilamente a casa, sin imaginarme lo que estaba a punto de suceder.
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En La Piel De Un Asesino.
Ficción GeneralMuchos lo odiaros, otros tantos lo amaron; pero todos estaban de acuerdo en que él era el ser más peligroso de la historia. Estás a punto de conocer el otro lado de la moneda, siendo testigo de la parte más humana de quien se convirtió en el Verdugo...