XXV

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  Me levanto lentamente del suelo y veo las manchas de sangre al rededor.

  Me duele todo, voy al baño y saco mi botiquín de primeros auxilios y me curo mis heridas.

  Logro notar que me faltan ambos lentes de contacto.

  Voy a mi habitación y sobre mi cama se encuentra un sobre arrugado.

  Lo tomo y saco una carta.

  Señor Mariano Rivera mis cordiales saludos, no me presentaré porque prefiero mantenerme anónimamente, le he mandado esta carta para que ponga en orden a su hija Mackenzie ya que no le es totalmente fiel a su prometido Leonardo.

  En el sobre se encontraba una foto mía besándome con Harrison. 

  ¡Mierda! ¡No! Corrí hasta la puerta e intenté abrirla, fue un intento inútil, estaba con seguro.

  Caminé hasta el balcón y fue lo mismo, en la ventana no fue diferente, con un poco de esperanza fui a la ventana del baño pero no sirvió de nada.

  ¡No! ¡No otra vez! Lloré y caí en el piso de rodillas y coloqué mis manos en mi rostro.

  No debí escuchar a mi corazón y debí obedecer a mi cerebro.

  ¡Maldita sea! Por esto es que no quería amigos.

  Es de noche y me coloqué en mi cama en posición fetal mientras los recuerdos de mi pasado me atormentaban, uno en específico.

{...}

  Mi padre me encerró de nuevo en mi habitación por llegar un puto minuto tarde a la casa.

  En la madrugada abrió mi habitación y tenía en las manos una bandeja con fruta picada en cuadritos.

  Tome el bol con miedo y empecé a comer después de agradecerle.

-Eres hermosa niña-Me dijo de forma extraña.

-¿En serio padre? Gracias-Dije sorprendida.

  De la nada tomó mis manos y las colocó sobre mi cabeza ejerciendo gran fuerza lastimándome.

  Metió su mano debajo de mi blusa y me acarició un costado. Después la saco y tomó una de mis manos y la llevó a su entrepierna.

-¡No! ¡No!-Grite y desesperada le di una patada en la entrepierna.

  Mientras él se retorcía del dolor huí de ahí aterrada ¡Pensaba violarme! Corrí por las calles hasta que casi me choca un auto.

-¡Niña! ¿Estás bien?-Preguntó un señor.

-No lo sé, creo que casi me violan-Dije llorando.

-Ven-Dijo y me subió a su auto.

{...}

  Tuve la suerte de que aquel hombre era detective y me inyectó un dispositivo que iba a detectar si hubo otro intento.

  Para mi mala suerte me llevó con mi padre y le aviso, me golpeó más y volvió a encerrarme.

  No lo intentó más pero vivo con el miedo.

  Aunque él no lo sepa aquel dispositivo duraba dos años, tenía quince cuando me lo colocaron, a los diecisiete dejo de funcionar.

  Estoy débil, desde las seis que volví a mi casa no he comido ni bebido nada, también estoy lastimada.

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