XI

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—¿Asi que es un viaje de negocios?—pregunta Fausto desde el marco de la puerta de la habitación de Renato, con los brazos cruzados sobre su pecho, sosteniendo una taza de café.

—Sí—asiente Renato, doblando una última camisa sobre la pila en su valija. Baja la tapa y comienza a tirar de las cremalleras a lo largo de los bordes para encontrarlas. Es una vieja valija, probablemente más que él, era de sus padres, de cuando solían irse de vacaciones familiares a la costa, antes de que la mamá de Renato se fuera. La cremallera está casi oxidada, y es una lucha poder cerrarla. —Te lo iba a decir pero no te había visto en toda la semana.

Fausto gruñe. —Entonces, ¿es una conferencia o algo así?

—Sí, un par de días de reuniones—Renato asiente de nuevo. —Creo que Liam me necesita para organizarlas, así como las reservaciones del hotel y eso. No necesito estar en ninguna.

—Y Gabriel también va—comenta Fausto, con voz lenta. Mira a Renato empacar su computadora portátil en su mochila, metiendo algunos papeles a su alrededor.

—Él conducirá—resopla Renato. Deja caer la mochila sobre la valija al pie de la cama, se sienta en el borde del colchón con un suspiro cansado y se recuesta con la cabeza sobre sus manos. —Aunque va a estar en el hotel la mayor parte del tiempo. Aparentemente, Liam lo invitó porque se sintió mal dejarlo como cuando tuvo que ir a Nueva York.

—Claro, porque Gabriel no se divirtió mientras Liam se fue—Fausto levanta las cejas. Renato todavía no está completamente orgulloso de lo que sucedió aquella vez, pero no cree que se arrepienta. Tal vez podría haber sucedido mejor. Bajo diferentes circunstancias. —Bueno—continua Fausto, terminando los últimos restos de su café. Se pasa el dorso de la mano por la boca y bosteza, con los nudillos frotándose el ojo debajo de las gafas. Ya es tarde, son casi las once y media. Acaba de llegar a casa del laburo, y fue cuando Renato terminó de empacar. —Esto podría ser realmente genial o realmente incómodo, para ustedes dos.

—Espero lo primero—se ríe Renato suavemente. —Será una buena prueba para nuestras habilidades de actuación.

—¿Crees que Liam realmente le creyó a Gabriel cuando le dijo que no te soporta?

Renato se encoje de hombros y lucha contra un bostezo. Tiene que irse a dormir: se reunirá con Liam y Gabriel en su edificio justo después de las ocho de la mañana.

—Liam es bastante crédulo—dice Renato en voz baja. Fausto asiente, como si casi entendiera.

—Mm—murmura Fausto después de una pausa. Le da a Renato una pequeña sonrisa cansada. —Cuidate, ¿sí?

—Siempre lo hago—Renato le contesta. Está algo contento por la advertencia, es un recordatorio para comportarse, piensa para sí mismo cuando se mete en la cama y pone la alarma en su teléfono para la mañana siguiente  encontrarse con Liam y Gabriel.

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—¿Pensé que era mi trabajo ir a buscarte café?—dice Renato. Liam y Gabriel levantan la vista del termo que comparten, están parados frente al vestíbulo de su edificio envueltos en abrigos caros con el equipaje esperando a sus pies, y ambos se ríen. Hay vapor en el aire y parece que es una mezcla del café y su aliento.

—Pensé que podría saber, por una vez, como llegas hasta acá—se ríe Liam, con los ojos arrugados en las esquinas. Le ofrece a Renato el termo y toma la valija del castaño para meterla en el maletero del mercedes de Gabriel.

—¿Venis de muy lejos, Renato?—Gabriel pregunta cortesmente. Está retirando el asiento delantero para que Renato pueda pasar al asiento trasero. El castaño lucha para ocultar la sonrisa en sus labios.

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