XIV

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—¡Mierda!—Gabriel dice de repente, volviendo la cabeza hacia el escenario.

—¿Qué?—susurra Renato, inclinándose para poder escuchar al rizado sobre la música.

—Creo que alguien nos tomó una foto.

Renato mira sutilmente sobre su hombro, examinando a la audiencia con confusión hasta que puede verlo: tres filas detrás, con el teléfono en la mano, estirando un poco el cuello para intentar ver mejor a Gabriel hay alguien. Renato mira hacia el escenario, la parte de atrás de su cuello de repente arde. Él mira su regazo, tirando instintivamente de su gorro como si lo ocultara por completo.

—Mierda—susurra Gabriel de nuevo. Su voz es casi silenciosa, pero también es frenética. Renato puede escuchar el borde ansioso y hace que su estómago se tuerza con fuerza. —Mierda, mierda...

Renato puede sentir lo tenso que está Gabriel a su lado durante el resto del espectáculo, puede ver sus uñas rasparse la costura de sus jeans mientras espera ansiosamente que termine el concierto. Tan pronto como la banda ha salido del escenario, Gabriel se pone de pie y Renato lo sigue al pasillo, caminando apresuradamente hacia abajo con la cabeza firmemente agachada.

—Ya no podemos venir acá—le dice Gabriel, con voz áspera, ya que están saliendo por la puerta.

—Está bien—dice Renato. Gabriel está dando largos pasos por la vereda y Renato tiene que correr para mantenerse a su lado. —Qué...

—Lo subirán a Instagram, twitter—suspira Gabriel. Frunce el entrecejo tan profundamente que su frente parece doler. —Hemos estado tomando demasiados riesgos, yendo allí...

Renato lo sabe. Él sabe que han estado pisando una delgada línea, aparentemente la especialidad de Renato. Aunque ir al bar donde Fausto trabajaba se había convertido en algo suyo, y Renato había sido capaz de engañarse a sí mismo de que era como si estuviera llevando a Gabriel a citas, en publico por una vez. Por supuesto, eran neutrales el uno con el otro cuando estaban allí, mantenían sus manos quietas. Nadie se había acercado a Gabriel, nadie la tomaba fotos.

Hasta ahora.

Honestamente, Renato no está seguro de si está más triste por el hecho de que van a perder ese espacio tranquilo donde nadie sabía quién era Gabriel, o que el rizado está tan molesto y estresado por la foto que tomaron antes.

—¿Qué pasa si mucha gente termina viéndola?—murmura Gabriel casi para si mismo mientras caminan por la calle, esquivando a unos pocos peatones desprevenidos. Uno le da a Gabriel una segunda mirada, pero se ha ido antes de que tenga la oportunidad de descubrir quién es él. —¿Qué pasa sí... que pasa si Liam la ve?

—Entonces solo tendremos que dar una excusa: cruzaremos ese puente cuando lleguemos a el—Renato trata de razonar, pero Gabriel apenas lo escucha.

—Mira, si llega a ser peor, solo diremos que no eras vos—intenta Renato nuevamente. Están casi en la puerta de su edificio, y comienza a sacar las llaves del bolsillo de sus jeans. —Solo di que es alguien que se parece a vos. Quiero decir, obvio yo te ayudaré con una coartada, si es necesario...

—Estábamos siendo demasiado descuidados—dice Gabriel. Él no responde ni cuestiona a Renato. Es solo una declaración. Su voz es firme, dominante, y Renato casi siente que es invisible para Gabriel, incluso mientras abre la puerta para él. El rizado está atrapado en sus propios pensamientos ahora, inconsolable.

—Está bien—Renato está de acuerdo, suspirando. La puerta del ascensor se abre y entran al unísono Gabriel solía arrugar la nariz por el olor a humedad, pero ahora no, se ha acostumbrado a eso. —Está bien, ya no iremos, si es necesario.

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