XVI

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Mientras se dirige hacia la estación de autobuses, se siente más ligero. Todavía recuerda a su padre despidiéndolo y bromeando sobre verlo en navidad. Había estado sonriendo cuando se despidieron, y aunque Renato se estaba yendo, no tenía ganas de volver o quedarse, se sentía como irse a casa, y que estaba completamente bien que lo hiciera.

Llama a Gabriel cuando está en el subte, rompiendo su regla, pero se siente justificado. El vagón está vacío y él se sienta acurrucado contra la ventana, con la mochila en el regazo y sostenida contra su pecho, la ventana resonando cerca de su cabeza.

—Estoy de vuelta—le dice a Gabriel. Su garganta se ha tensado un poco, en anticipación de hablar con él, sin saber si las cosas estarán bien, si podrán volver a antes, pero él la aclara y continúa. —Vos... eh... ¿puedo ir a verte?

—Sí—dice Gabriel, sonando distante. Renato intenta no fruncir el ceño. —¿Arreglaste las cosas con tu viejo?

—Sí, está... estamos bien—murmura Renato, sonriendo para sí mismo. No puede decir lo mismo de su hermano, no volvió a verlo antes de irse, aunque esa mañana recibió un mensaje de texto que parecía una disculpa, que está seguro de que su cuñada le dictó. Se acercará, su padre le dijo antes de despedirse, confiado. Renato no duda de él.

—Entonces, ¿queres que te encuentre en algún lugar...?

—Um—tose Gabriel. —Estoy, estoy en otra llamada. Es importante. ¿Podría devolverte la llamada después?

—¿Con quién? —Renato se encuentra suspirando. La irritación se tensa en su vientre, la ligereza de su estado de ánimo anterior se disipó un poco a su alrededor. Sabe que Gabriel está ocupado, tiene cosas que hacer, pero, esto, él, es también importante, ¿no?

—Yo—Gabriel hace una pausa, y Renato lo escucha exhalar pesadamente. —Es mi organizadora de bodas.

El estómago de Renato cae.

—Renato—dice Gabriel inmediatamente, como si supiera lo que está pasando por la mente del castaño en este momento, y es algo sorprendente, escuchar a Gabriel decir su nombre así. Fuera de la burbuja de su departamento.

Sin embargo es demadiaso tarde.

Renato termina la llamada, empujando amargamente su teléfono en el bolsillo de su jean. Se muerde el labio con fuerza mientras mira por la ventana del subte, preguntándose por qué se había atrevido a esperar algo diferente. Que esta vez, habría habido la menor posibilidad de que hubiera ganado.

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Tan pronto como los golpes comienzan en la puerta, Renato sabe que es Gabriel. Es un poco como en el hotel, después de que Gabriel acostara a Liam y cruzara el pasillo para llamar la puerta del castaño, pero esta vez es diferente, antes, había golpeado ligeramente, nervioso. Esto es insistente, desesperado. Implacable.

Renato no puede evitar fruncir el ceño mientras abre la puerta.

—No sé por qué estás acá.

—Sí, lo haces—escupe Gabriel, completamente exasperado, mientras empuja a Renato hacia adentro. Y tiene razón, por supuesto. Renato no está completamente seguro de escuchar el lado de la historia de Gabriel en este momento.

El viaje desde el subte hasta su departamento había sido confuso, su mente estaba en otra parte. Porque, por supuesto, sabía que Gabriel estaba comprometido. Comprometido con Liam. Comprometido para casarse....

Convenientemente lo había olvidado. El hecho de que Gabriel todavía tenía la intención de planear una boda. Algún día se casará con Liam. Renato es un tonto por haberlo olvidado, por haber pensado que esto podría ir en dirección a su favor.

No te vi llegarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora