III

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Están en una reunión una tarde a fin de mes, se encuentran discutiendo la última gira de uno de los talentos de la disquera. Liam no puede recordar donde fue la última actuación del artista.

—Colombia— le recuerda Renato, sin apenas levantar la vista del iPad en el que está tomando notas, las luces brillantes de la sala de reuniones se reflejan en su pantalla. Nadie dice nada por un momento y Renato mira hacia arriba, repentinamente nervioso.

Liam lo está mirando impresionado y sonríe con admiración. Al final de la reunión, lo llama una vez que Renato cierra la puerta de la sala detrás de él.

—Lo hiciste muy bien hoy, Tato— le dice Liam, escribiendo algo en su teléfono. Renato puede darse cuenta cuando golpea el botón de enviar, él pone su pulgar en la pantalla y luego bloquea su teléfono, colocándolo sobre la mesa de vidrio que está frente a él. —Quedé impresionado.

Un destello de emoción se instala en el estómago de Renato, Liam se aclara la garganta y entonces Renato recuerda que debe haberlo llamado por una razón. La silla del escritorio de Liam cruje un poco cuando se recuesta sobre ella, frotándose la mandíbula.

—Has estado acá durante casi dos meses, ¿verdad?

Renato asiente. Sus dedos giran alrededor de sí mismos y espera que Liam no mire su lado de la mesa porque seguramente podrá ver la forma nerviosa en que se retuerce las manos por debajo de la superficie del vidrio.

—Sé que vos lo agendaste, pero esta noche me encontraré con un posible financiador. Me gustaría que vinieras conmigo, si no tenés planes.

Renato se mueve en su silla, escuchando el chirrido de la piel; en realidad tiene planes; está destinado a llamar a su hermano para ponerse al día y le prometió a Fausto que saldrían esta noche ya que no sean visto durante una semana. Ambos están laburando en horarios completamente diferentes y se siguen extrañando, aunque vivan juntos. Pero Liam lo mira expectante, con un brillo de satisfacción en sus ojos y Renato todavía tiene ese calor en su pecho por la forma en que le dijo lo bien que había estado antes, en la reunión.

Renato traga y se lame los labios.

—No, no... no tengo planes. Seria genial acompañarte.

—Bien— emite Liam. Una sirena se precipita por la calle y hace que Renato salte un poco. —Tengo que ir a casa primero, pero te veré ahí a las ocho, ¿de acuerdo?

—Claro— le dice Renato, con la boca seca. Liam ya se está levantando, con el teléfono en la mano.

—Hasta luego— dice con una sonrisa antes de salir de la oficina escribiendo en su teléfono mientras camina. Renato se pregunta si le está enviando un mensaje a su prometido.

Renato se recuesta en su silla con un suspiro mientras revisa la hora en su teléfono. Mierda. Ya son las cinco y media. No tendrá tiempo de volver a cruzar la ciudad para ir a casa, cambiarse y estar en el bar a tiempo para las ocho y no puede ir con la misma camisa que lleva puesta.

Se mastica el labio y suspira, otra vez, el sonido es tan fuerte en la vacía sala de reuniones, cuando abre el teléfono y comienza a escribir un mensaje de texto.

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—Me debés una— Fausto está levantando las cejas mientras empuja una bolsa vieja en las manos de Renato.

—Lo sé, lo sé, gracias— se queja Renato, tirando de Fausto en un abrazo rápido. Ya está oscuro, la calle es ruidosa con el tráfico nocturno y la gente sale por la noche. Fausto le da una palmadita en la espalda y Renato pone los ojos en blanco cuando se aleja, pero sus labios se contraen un poco con una sonrisa.

No te vi llegarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora