XIX

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Gabriel no se despierta, o finge no hacerlo, cuando Renato se viste para ir a la oficina por la mañana. De todos modos, el castaño le prepara una taza de café, la deja en la mesita de noche y le da un beso en la línea del cabello, antes de cerrar silenciosamente la puerta detrás de él, dejando las cortinas cerradas.

Liam está tenso y nervioso todo el día, con la cara pálida y la piel casi gris, un marcado contraste con su brillo saludable habitual de su dieta y sus viajes regulares al gimnasio. Su voz suena desgastaba cuando habla con Renato, sale lenta, como si no hubiera dormido mucho y su cerebro no funciona por completo. Renato está en estado de shock cuando Liam le pide una taza de café. Termina dándole una grande que Liam toma inmediatamente.

Renato se pregunta si debería preguntar, verificar si su jefe está bien.

Durante su pausa para el almuerzo, se sienta en su escritorio a comer y observa a Liam frotar su barba irregular mientras habla por teléfono en su oficina. Hace un año, lo habría considerado su amigo, incluso con la relación jefe-empleado.

Los amigos se preocupan el uno por el otro.

Sin embargo, los amigos no se acuestan con los novios de los demás.

Y de todos modos, Liam los mantiene ocupados por la tarde, demasiado ocupado para que Renato pregunte. Sin embargo, no está demasiado ocupado para evitar pensar en Gabriel en su departamento, preguntándose si está bien. Prácticamente corre a la estación del subte cuando tiene la libertad para irse a casa, con el corazón palpitando ansiosamente en el pecho con la necesidad de encontrar a Gabriel.

El departamento está tranquilo cuando llega. La ventana de la sala debe de estar abierta ya que entra una brisa por el pasillo. Hace una pausa mientras desata sus converse, mientras escucha la ducha.

Camina silenciosamente por el pasillo, con la mano extendida y listo para abrir su puerta, y luego un poco más de brisa levanta el dobladillo de su remera y le hace cosquillas. Mira a un lado y ve que la puerta de Fausto está abierta. Es raro. No es como si Renato no entrara en la habitación de Fausto, o incluso no se hubiera acostado con él mirando algo en la computadora, pero es inusual que la puerta esté de esta manera y más porque Fausto no se encuentra en ninguna parte.

La ventana también está abierta, las sábanas tiradas hacia el fondo de la cama para ventilar el colchón. Renato está de pie en la puerta, entrando a la habitación silenciosa.

—Hola—murmura Fausto. Renato mira a su alrededor: tiene una toalla envuelta alrededor de su cintura, el cabello mojado, goteando sobre su pecho y hombros desnudos. —¿Todo bien?

Renato se encoge de hombros. Resopla suavemete mientras asiente con la cabeza. —¿Ha estado bien? —pregunta entonces, inclinando la cabeza hacia la puerta de su habitación. Fausto frunce el ceño, sacudiendo su cabello mojado.

—¿Qué, él está adentro? No lo he visto en todo el día.

—Oh—es el turno del castaño de fruncir el ceño, pero se encoge de hombros, dejando a Fausto vestirse y dirigiéndose a su propia habitación.

—¿Gabi? —pregunta suavemente mientras abre la puerta.

Dentro está claro, el sol de la tarde entra por las ventanas y brilla sobre las tablas del piso. Solo huele un poco raro, como las mañana después de pasar una noche sudando juntos en la cama, ni siquiera por el sexo, sino simplemente por acostarse uno al lado del otro en el sofocante calor. Siempre se desesperaban por darse una ducha, no pasaban largas mañanas juntos en la cama como lo habían hecho estos últimos meses.

Gabriel está de lado en la cama, frente a la ventana con el edredón apretado alrededor de las caderas. Se ha quitado la remera en algún momento y se ha despojado de sus pantalones. Su cabello es un desastre en la almohada. Renato puede ver la taza de café que hizo para él, intacta en la mesita, donde la habia dejado esa mañana. No parece que haya salido de la cama en todo el día.

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⏰ Última actualización: Jun 14, 2020 ⏰

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