Entonces todo comienza.
Ve a Gabriel por la noche una semana después; las hermanas de Liam están en la ciudad y las llevará a cenar y a un musical (Renato reservó los boletos a principios de semana) y Fausto aceptó de mala gana quedarse con alguien más esa noche después del laburo. El portero de Gabriel, Paul, le consigue un auto para llevarlo al Luna y Renato se encuentra con él allí, y caminan de regreso al departamento del castaño en la penumbra del anochecer, con la cabeza de Gabriel bajando todo el camino. Tiene que irse a las seis de la mañana, por lo que despierta a Renato con un plato lleno de fruta.
—Mi especialidad—le dice Gabriel con orgullo mientras Renato parpadea con cansancio ante el plato en sus manos, aun restregándose el sueño mientras se sienta contra la cabecera. Gabriel ya está vestido, con su elegante abrigo azul marino mientras se posa en el borde de la cama.
—Sos un tonto—dice Renato mientras obedientemente muerde un trozo de fruta, aunque solo sea para apaciguar a Gabriel. —Gracias.
—Te veré pronto—susurra Gabriel mientras se inclina hacia adelante para besar la sien de Renato. Las palabras que no dice cuelgan en el aire entre ellos, y Renato sabe que ambos las escuchan fuerte y claro. No sé cuándo, pero...
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Fausto conoce a Gabriel unas semanas después.
Es una situación similar a la anterior. Liam tiene una reunión en la que no necesita a Renato, y Gabriel encuentra una manera de no regresar tampoco al departamento. Renato oye a Fausto volver a casa del laburo justo después de que Gabriel se durmió, un poco después de la medianoche, con la espalda abrigada contra el pecho de Renato, el olor a sudor flotando sobre ellos en la habitación. Gabriel tiene el día siguiente libre y Renato lo deja acurrucado en su cama con una taza de café antes de irse a trabajar, prometiendo regresar tan pronto como sea posible.
Cuando llega a casa después de la cinco y media, es para encontrar a Gabriel y a Fausto arrodillados en medio del piso de la sala, revoloteando sobre una enorme hoja de papel que Renato reconoce de la colección de materiales de arte de Fausto.
—Buenas tardes—dice Renato, sintiéndose fruncir el ceño un poco confundido.
—Hola—Gabriel le sonríe calidamente. Se ve tan feliz de ver a Renato que el corazón del castaño se acelera en su pecho. Renato devuelve la sonrisa. —¿Tuviste un buen día?
—Estuvo bien—Renato se encoge de hombros. —¿Qué están haciendo?
—Fausto me está mostrando sus dibujos—le dice Gabriel, levantando una de las hojas para mostrárselo a Renato. —Es realmente muy bueno—su vista está clavada en el dibujo que Fausto está haciendo sobre otra hoja blanca.
—Lo sé—Renato asiente sonriendo.
Fausto sonríe suavemente. Está usando sus lentes, manchando un poco su cara cuando los empuja sobre su nariz, y verlo tan concentrado en esto hace que Renato se sienta extrañamente aficionado: no había visto a Fausto dibujando intensamente así desde los últimos meses de universidad.
—Voy a la cocina, ¿necesitan algo? ¿Café, agua?
—Un café estaría genial—responde Gabriel mientras sigue observando detenidamente los dibujos.
Fausto entra a la cocina minutos después, mientras el sonido del agua hirviendo llena la habitación.
—Parece que has cambiado de idea—comenta Renato en voz baja mientras saca tazas del armario. Le ha estado dando a Gabriel una vieja taza, pero se encuentra pensando que sería bueno que Gabriel tuviera su propia taza si va a pasar mucho tiempo acá.
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No te vi llegar
Fanfiction-ADAPTACIÓN- Renato cree que podría enamorarse del prometido de su jefe.