- Debería marcharme- me susurraste enredando tus brazos alrededor mío. Me reí un poco por qué parecías querer darte ánimos a ti mismo para salir de la cama. - en serio debería marcharme.
Asentí sobre tu pecho, despeinando mi cabello al tallarme en ti. Me sentía tan a gusto así, junto a ti.
Suspiraste profundamente y antes de que te arrepintieras comenzaste a levantarte. Odié aquello, el frío me tomó por sorpresa por que toda esa tarde tú me habías arropado con tu calor, casi por un reflejo... tomé tu mano cuando estuviste sentado casi por completo en la orilla de la cama.
Me miraste levantando una ceja, no era propio de mí retenerte, baje la mirada un poco avergonzada.
- Cinco minutos más- te pedí y sentí tu cuerpo tensarse. No tuve que pedírtelo dos veces, te volviste a recostar a mi lado.
Sonreí un poco creída de mi misma, cuando te observé recostado nuevamente mi lado. A veces, me sorprendía lo egoísta y ególatra que me volvía al descubrir cuánto me querías. Era algo nuevo para mi, que alguien me quisiera más que yo, que alguien estuviera dispuesto a estar junto a mi.
Tú, me miraste de lado y subiendo tu mano a mi mejilla, me acariciaste despacio.
- Te quiero- me dijiste dulcemente, mi corazón se derritió entre tus palabras y froté mi mejilla contra tus nudillos.
Estaba tan Feliz en ese momento que casi me entra el pánico de que una catástrofe sucediera... y es que, en medio de esta guerra que yo era, mi cabeza no coincidía la idea de que alguien quisiera tocarme cuando le estaba apuntado con un mástil.
- Te quiero tanto- repetiste y como yo era una cobarde sin remedio, me tragué las palabras obvias y me abracé a tu cintura.
Sentí tus brazos envolverme de nuevo.
Se sintió a hogar.
- Quédate otros cinco minutos más- dije contra tu pecho.
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Piel de porcelana
PoetryAquí yacen todos los versos rotos que deambula en las paredes de mi cuarto