Siempre tuve miedo de decirlo en voz alta, quizá por que no suelo hablar mucho y todo lo que tengo que decir se queda en tinta y papel. Pero tú siempre supiste leerme muy bien, casi nunca tenía que decir algo, bastaba con que miraras a los ojos y ya lo sabías todo...
En aquel entonces, llovía a cántaros. La lluvia se estrellaba sobre mi ventana y destrozaba las margaritas que Alonso me había regalado, al otro lado del cristal las rosas marchitas de un amor atemporal decoraban mi habitación.
Tú me leías una novela gráfica sentado a los pies de mi cama, mamá te había dicho que había tenido un día terrible y que me encontraba realmente agotada.
Yo dormitaba, entre tú voz y el ruido de la tormenta, en realidad no podía hacer otra cosa, más que observarte leer y mirar las ilustraciones de aquella historia.
En algún punto de aquella triste tarde te diste cuenta de mi ausencia, me tomaste de la mano y la apretaste para llamar mi atención.-¿Quieres que te deje para que duermas? - me preguntaste, yo negué con la cabeza y así, mirándome a los ojos lo entendiste por completo. No quería estar sola- ¿Quieres que me quede hasta que te duermas?
- Por favor- te pedí, asentiste y continuaste tu lectura. Tenerte ahí, a mi lado (como siempre lo has estado) me partió el corazón, Dios... iba a extrañarte tanto. - Hermano- te llamé en esta ocasión, tú me miraste y me sonreíste a medias, lo sabías con solo mirarme.
- ¿Quieres que te lea otra cosa?...
-Estoy enferma- te interrumpí, lo hice por que te conocía y sabía que desviarías el tema.
- No pareces tener fiebre- me sentiste la frente-, aunque qué voy a saber yo, después de todo, tú sabes más de eso- trataste de bromear, pero la sonrisa se murió en tus labios cuando mis ojos se encharcaron de lágrimas.
- Hermano- te susurré -, ¿Sabes que no voy a mejorar, verdad?
Te mordiste los labios, desviaste la mirada-, No es cierto, si puedes mejorar...
- No- te sonreí, te obligué a mirarme-, sabes que no voy a mejorar.
- Lo harás- afirmaste poco convencido-, yo estoy aquí para ello.
- Eres la mejor persona que conozco- te dije y era verdad-, el mundo no te merece, yo no te merezco.
- Vas a mejorar, un día, cuando seamos mayores- me dijiste-, te veré feliz, realmente feliz y toda esta pesadilla será solo sueño...
Te sonreí, te miré a los ojos. No quise contradecirte. Estaba realmente cansada de hablar, en cambio sostuviste mi mano, mientras el sueño venía por mi.
- Mejorarás- te escuché entre sueños-, un día serás feliz, te lo prometo.
Siempre sueño lo mismo, un sueño en el que te veo crecer y hacerte mayor, uno donde soy tía y voy a tu boda, donde te veo cumplir tus sueños, te veo feliz y radiante.
Por qué un día hermano mío, cuando me haya ido y toda esta tristeza no contagie a nadie más, te prometo que él que será realmente feliz, serás tú.
ESTÁS LEYENDO
Piel de porcelana
PoetryAquí yacen todos los versos rotos que deambula en las paredes de mi cuarto