Aquella había sido una muuuuuy buena fiesta que ponía fin a nuestro periodo escolar. ¡Adiós colegio! ¡Adiós profesores! ¡Adiós tareas! ¿Acaso a alguna de las dos nos importó besarnos en público durante la fiesta? ¡Qué mierda interesa que nos señalen! ¡Nuestra relación no era más que un secreto a voces! Ella me ama, yo la amo: eso es suficiente para nosotras. Además, hemos sobrevivido a la "jungla" que representaba estar en la secundaria. Y con mayor razón somos inmunes a todo eso, luego de que ambas nos hicimos novias desde los catorce. Una vida muy diferente nos espera cuando empecemos la universidad, y esa es la que anhelamos con tanta emoción. Y como todo ha terminado de la mejor manera posible, nos regalaremos un año sabático antes de decidir qué demonios estudiar en la universidad. Lo único que importa es que ambas elegiremos estar en la misma.
Sus ojos me derriten, pero no tanto como esa sonrisita coqueta que nace antes de estallar en la más excitante risa que desata una orgía dentro de mis oídos. Nos besamos envueltas en oleadas de éxtasis... quizá es debido a que ya nadie podrá hablar a nuestras espaldas sobre que somos supuestas novias, pues ya lo confirmamos. Otra muy buena razón podría ser el simple hecho de haber bebido más vodka del que mi cuerpo tolera y que en combinación con la música no hay forma de evitar que yo explote en euforia. De cualquiera manera, no podemos amanecernos aquí en la fiesta... en unas cuantas horas nos graduaremos del colegio. A mamá le mentí con que esta reunión sería "muy tranquila" y que casi no bebería alcohol, pero una sola vez se vive esta experiencia... ¡Y nunca me la perdería! Ojalá que ella esté durmiendo cuando yo llegue a casa, así me ahorraré una larga conversación.
Me había terminado de despedir de mis mejores amigos y amigas, besos en las mejillas y abrazos temblorosos iban y venían por todos lados mientras que mi cuerpo se balanceaba con tanta ligereza que casi me sentía flotando en medio de la sala. Ella sí que había bebido muchísimo menos que yo, siempre has sido responsable, tú eres el freno que mi vida nunca quiso, pero que sí necesitaba. "Mejor pedimos un taxi. Tengo un poco de sueño", me susurró cuando el fresco aire de la medianoche golpeó contra mi ardiente rostro. La besé para apaciguar esas palabritas exageradas que se escurrían por sus labios de muñeca. "Confío en ti. Además, si vamos en tu auto, sería la excusa perfecta para que te quedes a dormir en mi casa." Logré convencerla con mi cariños en su cintura y esos ricos besos que estampé en sus desnudos hombros hasta llegar a su cuello.
¿Cuánto tiempo sería? ¿Diez o quince minutos? Mi casa no está más que a veinte kilómetros de aquí. "Vamos, puedes conducir muy lentito. ¿Cuál sería el problema? Tendremos toda la noche para nosotras." Bajé la ventanilla de la puerta de su camioneta, el aire en vez de despejar mi mente me provocó un gran cansancio que ni mis pestañas pudieron superar y pronto se entrelazaron entre sí hasta sumergirme en una efímera oscuridad.
Mi corazón me arrancaba dolorosos golpes dentro de mi pecho. No oí cuando los cristales se rompieron, pero un crujido metálico no me dejaba pensar en nada coherente. Llena de miedo fue que giré hacia mi izquierda, parte de mí no quería hacerlo, nunca saberlo, pero ella estaba allí, inmóvil, sangrante, con la boca entreabierta y la mitad de su rostro pegado al vidrio de la puerta.
Maldije por interminables segundos al no poder desabrocharme el cinturón de seguridad, cuando por fin oí ese clic de liberación, me deslicé hasta ella y toqué sus dedos con el anhelo de que estos se cerrasen sobre los míos, pero nunca sucedió. Lloré en silencio recordando la primera vez en que nuestras manos fueron tan tímidas para rozarse antes de que nuestros meñiques se entrelazaran entre sí. Me negaba a aceptar que esa sensación no volvería a nacer. "¡Despierta! ¡Despierta...!" Le grité hasta quedarme sin voz ni ganas de seguir viviendo... ¿Por qué la convencí? Nunca debí hacerlo. Jodí nuestra vida para siempre.
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No seré tu Princesa
RomanceBelleza, fama y una vida libre de ataduras definen perfectamente a Ana Paula Córdova. Sus relaciones no son más que "travesuras de una noche", y su única regla es jamás recordar el nombre de sus "princesas" por las mañanas. Sin embargo, su estilo de...