Sigo sin entender cómo mi vida y mis sueños se fueron al diablo en una sola tarde. Ni siquiera tuve que "esforzarme" para llegar hasta ese punto crítico donde lo puedo perder todo. Se suponía que hoy es el día perfecto donde todo me estaba saliendo muy bien. Incluso, tenía muchísimas ganas de llegar a casa para besar a mi novia y susurrarle un último secreto -aunque este fuese uno bonito, seguía siendo algo que le estaba ocultando-, sin embargo, olvidé por completo que los rezagos de mi pasado aún me tienen hecha su prisionera. Estos pueden estar ocultos hasta casi dejarlos en el olvido, pero en el momento que agradezco estar viva, ellos aparecen para arrebatármelo todo.
Claro, tampoco puedo ser tan inmadura para no aceptar mis errores. Debí habérselo contado a Chlöe desde un principio el tipo de relación que mantuve con María Grazia. Tuve muchas oportunidades para ello, pero el temor de perderla en ese momento resultaba ser más fuerte que mi coraje de enfrentarme a los problemas de frente. Y ahora que me ha explotado en el rostro, no sé qué diablos hacer para retroceder en el tiempo y no tomar las decisiones equivocadas.
"Chlöe, ¿recuerdas a la embajadora de Colombia? ¡Sí, ella quien tiene a dos hijos! ¡Adivina! Estuve con ella durante cinco largos años, pero eso no importa, ¿no?"
Así o más estúpida hubiese sonado mi confesión. Jamás tuve las palabras para contar aquello, y menos ahora. ¿Qué mentiras le habrá dicho la desequilibrada de Cristina? ¿Invenciones exageradas de lo que supone que sucedió entre su mamá y yo? ¡Mierda! Ya estoy culpando al resto de las cosas que hice. No hay manera de exagerar la relación que mantuve con María Grazia, y Chlöe me lo dejó muy en claro durante la llamada.
La junta con los directivos continúa igual de inerte como si mi mundo no se estuviese cayendo a pedazos a mi alrededor mientras transcurren los minutos uno tras otro. El área financiera acababa de terminar una magnífica presentación sobre los balances y proyecciones para los siguientes meses y las preguntas surgen por toda la mesa. Yo debería ser la primera en cuestionar por qué no se está proponiendo aumentar en mayor medida el presupuesto destinado al marketing para los siguientes dos trimestres. Sin embargo, en mi mente dichas ideas no logran colapsar como el hecho de que Chlöe quizá ya no se encuentra en Chevy Chase. Quizá está yendo al aeropuerto o en casa de Camila -dado que es la única persona que conoce nuestra historia de amor-. Múltiples equilibrios para el caos en que se alza mi vida para luego caerse mil veces.
El gerente da por finalizada la reunión a eso de las seis de la tarde, más de una hora después de que oí por última vez la voz de mi novia -no me atrevo a llamarla de otra forma-. Así que yo soy la primera en salir de la sala de juntas y bajo por las escaleras a toda prisa hasta el área de marketing para tomar mi cartera antes de ir a enfrentarme contra la realidad que me espera al otro lado de Washington. Prácticamente todo el salón de trabajo está vacío y a oscuras con excepción de mi oficina. No pierdo el tiempo en revisar la bandeja de entrada del correo -con suerte lo haría esta noche si es que logro tener cabeza para ello-, apago la computadora, me abrigo con mi gorra y guantes antes de echarme encima la cartera. Mi cuerpo suplica por un respiro, solo tres o cuatro segundos para detenerme a recuperar el aliento que dejé a mitad de las escaleras, pero la desesperación por encontrar a Chlöe resulta ser más fuerte que lo físico.
- ¡Dallas! -chillo de forma sorpresiva justo al momento en que las puertas metálicas del ascensor se abren frente a mí-
- Gracias al cielo te encontré, Ana Paula. Subí a buscarte a la sala de juntas, pero ya no estabas.
- Voy de bajada -me apresuro a decir y avanzo hacia ella mientras el ascensor comienza a caer con suavidad hasta el primer piso-. ¿Qué sucedió? ¿Para qué me buscabas? Por favor, si es algo sobre el trabajo, en serio, déjalo para mañana que ahora mismo no tengo mente para nada...
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No seré tu Princesa
RomanceBelleza, fama y una vida libre de ataduras definen perfectamente a Ana Paula Córdova. Sus relaciones no son más que "travesuras de una noche", y su única regla es jamás recordar el nombre de sus "princesas" por las mañanas. Sin embargo, su estilo de...