4. La Influencer y la Embajadora

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¿Qué diablos me está pasando? ¿Por qué tengo esta sensación de necesidad por tener a María Grazia cerca? Jamás en todos estos años había experimentado ese acelerón que provocó que mi corazón se quedara al revés cuando la vi partir en un taxi rumbo a esa reunión de diplomacia internacional. ¿Desde cuándo extraño a mis ligues? Bueno, ella es mucho más que un ligue de una noche, pero tampoco es lo suficiente como para dedicarle mis pensamientos. Quizá sí debí haber terminado con todo lo nuestro cuando tuve la oportunidad, pero me dejé llevar por la situación y ahora creo estar confundiendo las cosas. ¡Y no me refiero a María Grazia! ¡El problema es conmigo misma! La sola idea de permitirme tener sentimientos -más allá de una amistad- hacia la embajadora de Colombia en EE.UU. resulta ser muy estúpida por cualquier lugar que intente encontrarle sentido alguno. ¡Vaya escándalo sería el que se arme! No, no, no... ¡Ya estoy pensando en tonterías! Así como el mal humor hace estragos con la vida de María Grazia, el cansancio es quien me lleva hasta este limbo de incoherencias que poco a poco me arrojan a la intranquilidad. ¡Juro que el domingo dormiré hasta el mediodía!

Agradezco de corazón que mi hermano no me llamase al celular en todo el día. Aunque la curiosidad de saber el por qué de ello me está consumiendo casi tanto como mi ansiedad hacia María Grazia. De cualquier manera, aquí en la cena de celebración mis pensamientos no están invitados y podré respirar una efímera tranquilidad el siguiente par de horas. O, al menos, ese era mi plan pues apenas había cruzado la entrada del lujoso restaurante cuando me tuve que encontrar con una escena sacada de mis más profundas pesadillas. ¡¿Qué hacían esos dos?! ¿Desde cuándo...? Martin jamás de los jamases estaría besando a una chica con la que apenas ha hablado. Me quedé completamente estúpida, ahí pegada en el vestíbulo del local, mientras que mis ojos no se apartaban de mi hermano y la pelirroja que seguían comiéndose las bocas a unos cuántos metros más adelante. ¿Tan en serio se tomó lo que le dije al mediodía? ¿Entonces yo he sido la culpable de esto? No hay manera de que esta noche suceda una sorpresa mayor a esta. La despreocupación de Martin cobra claro sentido si todo el maldito día ha estado entre los brazos de esa tipa.

- ¡Hey! ¡Ojitos lindos! ¿Cuánto tiempo sin vernos?

Quizá nunca me acuerdo de los nombres de mis princesas, pero poseo el maldito don de reconocer sus voces así haya pasado muchísimo tiempo. ¿Qué hace ella aquí? Si de por sí ya estoy a nada de explotar por tantas cosas que estallan sin control en mi interior, lo último que deseaba era que alguna de las princesas se cruzara en mi camino esta noche.

- ¡Hola! Lo mismo me pregunto, princesa -exclamé girando hacia ella y sosteniendo una enorme sonrisa gracias a que tenía la excusa perfecta para apartar mi mirada de esa pareja.

- Sigues igual de guapa que siempre, Ana Paula -chilló con un coqueteo contenido que logró erizarme los vellos de mis desnudos brazos-.

- ¡Princesa! Nada que ver con lo bella que te has puesto desde la última vez en que nos vimos -le susurré en medio del doble beso español que nos estampamos como saludo.

Antes de intentar entablar una conversación decidimos acercarnos hacia la barra del restaurante para pedir algo de tomar, ya que las mesas apenas empezaban a ser ocupadas, y lo más seguro sería que me tocara compartirla con Zardes. Al menos, con mi princesa española podría borrar por unos minutos la escalofriante escena que he presenciado hace segundos.

- ¿Sigues sin beber ni una gota? Me encantaría tener tu férreo temple para resistirte a cualquier bebida con algún grado de alcohol -comentó mientras el camarero le servía un vaso de whiskey.

- Sí, princesa... ya sabes... siempre sobria, nunca insobria.

Contesté de la forma más seria posible, aunque el contenido de mis palabras fuese tan estúpido. Sin embargo, tuvieron el efecto deseado sobre la española que por poco se atraganta con el whiskey que terminó saliendo de entre sus labios ante la inevitable carcajada que acababa de robarle. Desde hace ocho años no he probado ni media gota de alcohol ni en las Navidades, cumpleaños ni durante mi graduación de la universidad; y la mayoría de las veces me encanta discutir sobre los beneficios de ser abstemia y mentir sobre las razones que me llevaron a ello, pero esta noche no.

No seré tu PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora