32. La Casa nunca pierde

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- ¿El número de Mr. Warren? -preguntó espantado mi hermano al repetírselo por segunda vez-. ¡¿Y para qué lo quieres?! No me digas que te has metido en problemas así de graves. A mamá le daría un ataque al corazón...

- ¡Ya cállate! Piensas tonterías -gruñí muy enojada por sus estupideces- Necesito el número del abogado de la familia para consultarle algo en especial.

- ¿Y eso es...?

- Conociendo lo chismoso que eres no te lo contaré. Conténtate con saber que no es nada malo. ¿Así que me lo darás?

Martin se quedó en silencio unos segundos, seguro pensando en cómo sacarme información del por qué quiero conversar con Mr. Warren, pero pronto su mente hizo cortocircuito y no tuvo más opción que ceder ante mis caprichos.

- Acabo de enviártelo por WhatsApp. ¿Algo más se le ofrece a la señorita? -exclamó con claros signos de molestia que robaron unas risitas-.

- ¡Sí! Me gustaría tener a mi mamá ahora mismo para darle un abrazo. Pero me conformaré con que me ayudes en otra cosa.

Esta vez dejé mi actitud de hermana menor engreída y adopté una postura seria respecto a la hermosa experiencia que tuve el día de ayer. Prácticamente, pasé buena parte de la hora del almuerzo planificando con mi hermano cuál sería la mejor forma de apoyar al programa infantil de rehabilitación del hospital de Georgetown. ¡Sí! La charla con el jefe de Chlöe resultó ser muy buena en todos los aspectos, pues lo que están buscando es una manera de visibilizar lo que viven muchos niños y niñas luego de un accidente. Eso incluye tanto los momentos malos y buenos de la rehabilitación. Muchos de ellos pierden las esperanzas de volver a correr, saltar y jugar como antes, otros -con los que me identifico- temen intentar tomar los riesgos normales a su edad y se retraen de las actividades una vez que están recuperados. Ello me tocó el corazón de sobremanera, por lo que no dudé en aceptar ser el rostro principal de la campaña que inundaría pronto las redes sociales.

- Estoy casi seguro de que pese a estar principios de año, sí tenemos fondos suficientes para donar. Igual lo consultaré con papá y mamá. A ver cuál es la mejor estrategia para lograr hacerlo de forma anónima como siempre.

- ¡Eres un buen hermano cuando te lo propones! -chillé de alegría-

- ¿De qué hablas, Ana? Si siempre lo soy -exclamó igual de risueño que yo-. Por cierto, ¿sobre la donación querías hablar con Mr. Warren o qué...?

- ¿Lo ves? Ahora no eres buen hermano, pero igual te quiero un montón. Salúdame a la pelirroja. Adióoos, besos para todos.

Me despedí antes que volviese a insistir, ya que mi punto débil es estar de buen humor, y quizá terminaría hablando por demás. Aproveché los últimos minutos que tenía antes de volver a la oficina en conversar con el abogado. La última vez que tuve una conversación con él fue cuando Adidas rompió frente a mi cara ese bendito contrato de exclusividad. Sin embargo, mi objetivo actual está muy lejos de contratos con patrocinadores o cualquier cosa superflua como esa.

- Por supuesto, señorita Córdova, todo se mantendrá en estricta confidencialidad. Incluso, con su familia, si usted lo quiere.

- Sí, por favor, Mr. Warren. Quiero que sea toda una sorpresa para mis papás. Tengo toda mi confianza depositada en usted.

- Se lo agradezco. La mantendré informada del avance de los trámites y del papeleo legal que se requiera para acelerar los procesos. Que tenga buenas tardes.

- Igualmente. Hasta luego.

Es cierto que empecé odiando a este 2020, pero solo fue un pequeño tropiezo producto del legado de la primera mitad de 2019. Por lo que ahora todo me ha empezado a salir bien. ¿Cuánto tiempo transcurrirá antes de que reciba la llamada de la asistenta social? ¿Y cuando ella decida ir a verificar mi hogar? ¡Qué nervios! Esos días se volverán larguísimos, pero aún más cuando espere los resultados de cada etapa. Haré hasta lo imposible para ser la familia que Faith se merece.

No seré tu PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora