5. La Vida es Extraña

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Londres

Sin darme cuenta, acababa de ser atrapada por una enorme marea de personas enfundadas en camisetas azules que inundaban todos los pasillos de Stamford Bridge. El entusiasmo y ansias por ver el estreno de la nueva alineación de su club para esta temporada era palpable en el ambiente blue. Incluso creo que poco a poco me habían empezado a contagiar pizcas de su pasión, y se me hacía complicado el solo imaginar celebrar un gol cuando el PSG anotara. Solo a mí se me ocurre comprar un boleto ubicado en la tribuna local y no en la visitante. Quizá pueda resistir las ganas de gritar los goles del equipo parisino, a menos que él anotase, allí no me importaría que miles de enfurecidas y desconcertadas miradas cayesen sobre mí. Después de todo, solo por él es que me escapé del trabajo y he venido hasta Londres a mitad de semana. ¡Qué más da! No me iba a perder su primer partido de presentación y mucho menos si esta es contra uno de los grandes equipos de Inglaterra.

Acaba de terminar de doblar la esquina izquierda, luego de subir por las largas escalinatas que conectan al siguiente nivel de las tribunas, cuando sobre las risas y vitorees de la gente un sonido desentonó. Me quedé parada en seco y me hice a un lado del abarrotado pasillo tratando de concentrarme lo más que podía para descartar que ese llanto había sido producto de mi imaginación. Sin embargo, al volver a oírlo me di cuenta de que mi mente no me estaba jugando una mala broma. Mis ojos buscaron con desespero la fuente de esos infantiles lamentos entre el sinfín de personas que seguían ascendiendo por los pasillos y escaleras, me escabullí entre ese océano azul sin saber exactamente el rumbo, pero ello no interesaba del todo. Por momentos el llanto cesaba hasta lograr que mi corazón dejase de latir, pero mis pulsos se aceleraban al oír de nuevo esa lastimera y desesperada melodía. ¿Dónde se encontraba? ¿Por qué nadie más se daba cuenta? ¿Acaso el mundo se ha vuelto tan insensible?

Las preguntas tentaban con captar mi atención, pero mi mente no perdía la concentración, y luego de tantísimas miradas, por fin, una logró hallar la fuente de mi desesperación. Acurrucada y en una esquina del pasadizo lateral la vi entre la silueta de la gente que pasaba cerca de ella, pero NADIE se detenía a ayudarla. Por cosas como esta ¡odio a este mundo! ¡¿Cómo es posible que más atención les pongan a las inertes pantallas de sus celulares que a la desesperación de una niña?! ¡Claro! Como ella "no es su problema" se sienten en la libertad de despojarse de la responsabilidad social de ayudar al resto. Y aunque la molestia empezaba a hacer estragos con mi temperamento ni bien logré acercarme con cautela hasta la pequeña, una gran ola de calma de sacudió por completa y mi estado de ánimo se relajó.

El corazón se me contrajo hasta volverse muy pequeñito cuando vi su carita llena de tristeza e inundada de terror. Lo más seguro es que se había separado de sus padres y ahora estaba perdida. Lo último que quería es asustarlo más de lo que ya está, así que con lentitud eliminé el último metro que nos separaba y me coloqué de cuclillas para estar a su altura. Su rostro lucía enrojecido de tanto llorar -lo cual provocó que mi corazón se volviese a romper en otros mil pedacitos- por quién sabe cuánto tiempo. En cierta forma, verla me hizo recordar a mí misma luego de esa experiencia que me marcó para siempre.

- ¿Hola? -susurré muy bajito- ¿Estás perdida?

Mis palabras quedaron en el aire durante unos eternos segundos en los que creí que ella se iría corriendo y yo no podría detenerla, sin embargo, cuando sus ojitos de chocolate cayeron sobre mí, supe que todo estaría bien.

- Sssiií... -su respuesta apenas se distinguía sobre su lastimero llanto-. Quiero... quiero a mis mamás...

- Te ayudaré a encontrarlas, pero necesito que te calmes un poco, por favor -murmuré con la voz afelpada-. Seguro que ellas te están buscando, así que las encontraremos muy rápido. Ya verás.

No seré tu PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora