7. Aves de Presa

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¡¿Qué diablos había sido todo eso?! A la hija de María Grazia solo le faltó lanzarse hacia mí para besarnos. Y pareciera que en todo momento quería gritarme algo así como "¡te estoy coqueteando, tonta!: ¡HAZME CASO!". Lo que ella no sabe es que no me interesa en lo más mínimo que una adolescente de 17 años se fije en mí. Hace muchísimo tiempo superé esa etapa de inmadurez juvenil cuando pierdes la cabeza por cualquiera que se cruce en frente tuyo. Sin embargo, muy aparte de la actitud enamoradiza de Cristina, ella me cayó muy bien como persona. Definitivamente, ha heredado tanto la hermosura de su mamá como esa personalidad férrea y orgullosa.

¡Por Dios! Mi mente no puede ni procesar un escenario hipotético en el que una yo -de un universo paralelo- tuviese la estúpida idea de mantener una relación con la hija y la madre a la vez o en diferentes momentos. La sola idea me produce aterradores escalofríos. Incluso yo poseo límites muy bien delineados de lo que puedo y no hacer en el caso de relaciones que van mucho más allá de la amistad. Y ahora la pregunta que me estuvo dando vueltas desde hace rato por la cabeza ha empezado a acelerarse a la par que una sonriente María Grazia se acerca hasta mi mesa. ¿Será buena idea decirle que su Cris me ha estado coqueteando durante dos horas? Lo más seguro es que finja que ello no le afecta, pero una vez que esté en la intimidad de su casa, seguro que dejaría libre a ese carácter endemoniado que posee y rompería con cualquier tenue lazo que todavía mantiene viva a esa delicada telaraña de relación madre-hija.

Permito perderme unos cuantos segundos en esa brisa de glamour que desprende la embajadora colombiana al surcar las mesas del café. Los lentes de sol le quedan demasiado sexy, pero no se lo diré dado que ese no es mi estilo. Yo estoy en este mundo para que el resto me alabe y no al revés. Me pongo de pie con delicadeza y sin decir ni media palabra intercambiamos suaves besos en nuestras mejillas. Ni un milímetro más al norte ni al oeste pues sería muy peligroso intentar rozar nuestros labios con tantos pares de ojos pululando en todas partes. No existe problema alguno en que dos amigas se tomen un té por la tarde un día al alzar en Washington DC, pero las cosas cambiarían drásticamente si alguien se diese cuenta que entre nosotras no existe amistad sino cosas que arden más que el sol.

Me pregunto si esa angelical y refulgente curva en sus labios de diosa es por mi presencia en su ciudad o debido a que las esperanzas por salvar su rol de madre han renacido. Quizá una inconsistente mezcla de ambos. Lo único que deseo es que María Grazia sepa manejar sus sentimientos ante el resto de las personitas de su entorno social, ya que no hay que poseer mucha perspicacia para notar un cambio repentino en la malhumorada colombiana que jamás tiene tiempo para nada, pero que hoy le dio "la gana" de cancelar la mitad de sus reuniones diplomáticas y administrativas con tal de ver a su hija y luego venir a pasar un rato conmigo. No resulta demasiado presuntuoso de mi parte vaticinarle que no está jugando con fuego normal sino con fuego griego, el que es capaz de estar encendido sobre el agua y que destruye todo a su paso cuando su control escapa de entre tus manos.

Nuestras tenues y educadas voces deslizaron unos joviales holas, pero con las miraditas nos decíamos más de mil cosas silenciosas en solo instantes. Pedimos un par de tés orientales bien helados acorde a la lindísima tarde que poco a poco iba muriendo antes nuestros ojos. El ambiente en el balcón del quinto piso del restaurante es excitante y relajante a la vez. Desde hace bastante tiempo que no me tomaba un respiro en una ciudad donde no soy tan "conocida" como Influencer, ya que la fama de vez en cuando te llega a cansar -aunque las personas comunes y corrientes crean lo contrario-. En el sur del país -y con mayor razón en California- no existe lugar público donde mis seguidores no me pidan un selfi por aquí o un autógrafo por allá.

Mientras esperábamos por nuestras bebidas empezamos a conversar en torno a mi entrevista de trabajo que tuve muy temprano en la mañana. Le conté que todo había salido demasiado bien con la directora ejecutiva de publicidad y marketing de Disney. Así que definitivamente mi estadía en Washington ya era un hecho a partir de la primera semana de setiembre. Las cosas que ahora me debían de preocupar era conseguir un departamento que esté a la altura de mis exigencias y amoldarme a la vida en el norte Estados Unidos. Aquí ni por asomo hay las cálidas y exquisitas playas californianas, ni las fiestas nocturnas a las que estoy acostumbrada en Santa Bárbara, pero creo que podré sobrevivir. Además, me quedará muy cerca irme de shopping a Manhattan todos los fines de semana. Una vez que la segunda ronda de tés llega a nuestra mesa y he terminado de explicarle a María Grazia todos los pro y contras sobre vivir en su ciudad, pasamos al tema principal de esta "cita de amigas".

No seré tu PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora