47. El Día más Oscuro

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Nunca imaginé que Chlöe se sintiera tan desdichada con su vida. Incluso, me atrevería a decir que ni Camila -luego de tantos meses se ha vuelto en una gran amiga para ella- creería en el hecho de que Chlöe esteba disgustada con el hecho de seguir viva por haber salido de aquella isla luego del tsunami. La mayoría de las personas no te entiende ese sentimiento de culpa que te arrastra hasta lo más profundo de un oscuro vacío del que puedes, pero no quieres salir. Todos te mirarán con ojos de "¡No te quejes! Sigues viva. ¡Agradécele a la vida por eso!", "el tiempo lo cura todo" y mil tonterías como esas. Preferiría que se quedaran callados. El silencio es una mejor forma de respeto hacia algo que nunca has experimentado. En cambio, yo sí sé muy bien lo que se siente vivir sintiéndote extraña en un mundo que carece de sentido para tu corazón. Debí haber acompañado a Jö la madruga del viernes, mil veces lo quise hacer, pero su recuerdo me mantuvo viva aun cuando no lo quería.

¿Por qué continuar sin ella? ¿Qué sentido tenía?

El amor es una canción incompleta, pero los que quieren cantar, siempre encuentran la melodía faltante en otra persona. No fue casualidad que me conociese con Chlöe. Nuestro destino siempre fue completar las melodías del amor.

Quizá debería contarle sobre Jö. Puede que sea momento de cerrar las heridas luego de 8 años en que he intentado creerme las mentiras escritas por mi mente. Solo engañándome de que las cosas sucedieron de una manera distinta a la real fue que logré escapar de las afiladas garras depresivas en las que quise vivir el resto de mis días. Pero no hoy. Mi primer día como prometida de Mademoiselle Müller no lo empañaré con recuerdos grises. Además, Jö se molestaría mucho si lo hiciese. Después de todo, las sonrisas son mejores que las lágrimas.

Desde que Chlöe se dio en la tarea de ordenar la casa y tener alguna comida lista para "las visitas inesperadas" nuestra charla sobre estos últimos días se quedó flotando en un limbo. Chlöe me había estado observando en silencio, casi pegué un salto hasta el techo al sentir la suave presión de sus manos en mi cintura. Un beso en mi mejilla y un "te amo" susurrante fueron suficientes para que la luz volviese a vida. Logré disimular los cristales líquidos que derramaban mis ojos bajo la excusa del aroma irritante de las cebollas que estaba cortando.

- ¡Qué malas cebollas! Hacer llorar a la sirena más guapa del universo debería ser un pecado capital.

- Y que siempre me hagas reír es toda una bendición -respondí ante las caricias de sus dedos que limpiaban los húmedos surcos, para después regalarnos un beso-.

Aderecé las cebollas con sal y limón terminando así con las ensaladas que acompañarían al pollo horneado que mi prometida preparó en tiempo récord. ¡Todo está listo! Y mi familia acaba de aterrizar en Washington según el último mensaje de Rebecca. Así que llegarían a Chevy Chase en unos cuarenta minutos más o menos. ¡Qué nervios! Creo que recién entiendo la preocupación de Chlöe, no es precisamente porque se traten de mis padres, sino debido al hecho de ser la primera vez que visitarán nuestro hogar. Incluso, Duquesa ha dejado de hacer travesuras desde hace un buen rato como si intuyera el decoro que la casa debe de guardar.

Colgamos los mandiles de cocina, un poco de perfume para ahuyentar el aroma de los alimentos y nos quedamos en la sala a esperar al efusivo huracán que representa pasar una tarde con mi familia. Estoy un poquito aterrada del solo imaginar la locura que se desatará el día en que nos casemos. ¡Mamá estará más nerviosa que nosotras! Y me imagino que los días previos habrá un diluvio provocado por sus lágrimas maternales pues su bebé dejará el nido. Ni qué decir cuando sepan que...

- ¡Chlöeeeee! -chillé al recién caer en aquella idea-

- ¡¿Qué pasa?!

No seré tu PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora