11 Kalimdor Corlayne

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Mientras tanto, a noventa kilómetros del reformatorio, en un pequeño pueblo llamado Honey Faith, un chico rubio de dieciséis años llamado Kalimdor Corlayne se encontraba mirando el televisor, viendo las últimas noticias del día.

—Y para finalizar les traemos un boletín de última hora—dijo la reportera—reportando en vivo desde la localidad de Gnilwor, California, Ashley Todds. Ashley, te escuchamos.

—Gracias, Claire. Así es, amigos televidentes. En este momento me encuentro en la residencia de Adolfo Parker, un respetado miembro del cuerpo policial de Gnilwor, la cual fue irrumpida esta misma mañana por algún criminal no identificado, que cometió asesinato hacia el señor Parker y su esposa. Su hijo, Oscar Parker, de trece años de edad, se encuentra en este momento bajo custodia policial y no hay duda de que se mantendrá así mientras se lleva a cabo el proceso de investigación, el cual tendrá un aproximado de tres días. También se sabe que...

En ese momento, Kalimdor sintió algo retorciéndose en su estomago. Fue una sensación muy extraña pero, fue como si su propio cuerpo le estuviera diciendo que tenía que ir esa misma noche...a Gnilwor.

Sin pensarlo dos veces, Kalimdor se apartó de la ventana desde la cual estaba viendo el televisor, ya que todas las noches, el anciano que vivía en esa casa siempre se quedaba dormido a la hora de los noticieros, y era la única vez en el día cuando podía ver la televisión porque... francamente, Kalimdor no tenía televisor. Es más, ni siquiera tenía un sofá sobre el cual sentarse a verlo, ni tampoco tenía una cama decente, ni ropa decente, ni dinero suficiente...y ni siquiera una casa.

Kalimdor vivía, lo mejor que podía, en un callejón que conectaba con un restaurante. Los empleados de ese restaurante, siempre que algún comensal no terminaba todo su plato, le daban los restos a Kalimdor, quien había llegado a vivir a ese callejón desde que tenía doce años, cuando se escapó del orfanato.

La única posesión valiosa que tenía Kalimdor, era una bicicleta que uno de los empleados del restaurante le regaló para navidad hace algunos años, ya que su hijo no la ocupaba más.

Y esa noche, agradeció en el alma que se la hubieran regalado, pues ese sería su medio de transporte para llegar a Gnilwor.

A pesar de ser un chico muy humilde, Kalimdor sabía cómo llegar a varios puntos de California, incluyendo los pueblos, por lo que ir a Gnilwor sería para él como ir a la esquina, solo que la esquina no quedaba a doscientos kilómetros de distancia.

La noche era fría y silenciosa, y Kalimdor era la única cosa viviente que se podía ver en la carretera, conduciendo su bicicleta lo más rápido que podía. Algunas veces escuchaba cómo aullaban los coyotes, pero eso solo lo hacía ir más rápido, ya que no tenía deseos de encontrarse cara a cara con uno.

Después de horas y horas de estar pedaleando, Kalimdor ya no pudo más, por lo que se detuvo unos minutos a tomar aire. Cuando de pronto, vio unas luces provenientes del interior del bosque. Acto seguido bajó de su bicicleta y la dejó apoyada en un árbol, y luego se dirigió hacia lo que fuera que estuviera proyectando esas luces.

Fue entonces cuando apareció frente a él una enorme edificación, con los muros cercados por una alambrada metálica de espino, y con reflectores que se movían a todas partes como si fuera un faro. Kalimdor al instante supo que se trataba de una cárcel. Y justo en la entrada de la cárcel había un guardia haciendo de centinela.

En eso Kalimdor pensó acerca de preguntarle al guardia cuanto faltaba para llegar a Gnilwor, pero tenía miedo de que reaccionara negativamente ante su presencia, la cual era muy, digamos, desaliñada. Y por lo tanto podría confundirlo con algún delincuente juvenil huyendo de algo. Después de todo ¿qué andaría haciendo un adolescente con aspecto de vagabundo en medio del bosque a tan altas horas de la noche?

CLOOPYWhere stories live. Discover now