Ti ho trovato, mio ​​adone

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Se despertó en su salón como siempre, se sentó en el kline y trató de aclarar su vista. Qué bueno que había encontrado la forma de hacer de ese mueble más cómodo, estaba durmiendo plácidamente, sin ninguna incomodidad. Estaba relajado, se notaba que el día estaba radiante, como un día de primavera; los tulipanes y anémonas de la isla eran abundantes, y los nuevos cultivos crecían cada vez con más preciosidad y fuerza vital; su compañero era toda una maravilla, de eso no había duda.

Decidió ir a bañarse y a cepillarse los dientes, tomó un jarrón sin fijarse en que varios estaban ausentes, y procedió a hacer su aseo. Se quedó pensando mientras se aseaba, tenía ganas de ir a las costas y tener un día de playa, pues sentía que su piel anhelaba el contacto con la arena y la frescura del mar.

Salió y se dirigió a la cocina, él haría el desayuno ese día; prepararía un poco de pan bañado en vino junto con uvas y manzanas. Durante la preparación de su desayuno pensaba en lo peculiar que era que el adonis no se encontrara a esa hora rondando por la casa como un chico revoltoso, supuso que se había quedado dormido.

Por su cabeza cruzó la pregunta de qué estaban haciendo su madre y su abuelo en ese momento, debía visitarlos pronto. Ambos eran demasiado burlones y cariñosos, como sería de esperarse de padre e hija, pero aunque los quería, a veces colmaban su paciencia; eran demasiado activos como para tener unos 20 minutos de silencio y paz; por eso se había ido a vivir sólo, en completo silencio. Tenía que admitir que le hacía falta compañía, pero la tranquilidad lo compensaba todo, y ahora tenía a Josuke.

Terminó de preparar el desayuno para ambos, los sirvió en los platos de cerámica y los posó sobre la mesa, se veían deliciosos. Se encaminó al segundo piso para ver si Josuke estaba en su cama, pero al entrar en la habitación no lo divisó. Fue al baño, al salón, a la cocina de nuevo, y a la mesa, pero no había señal del chico. Salió al jardín, seguro estaba embelesado admirando las flores como hacía todas las tardes, pero tampoco lo encontró ahí. Su último lugar de búsqueda era en los cultivos, seguro estaría haciendo sus cosas extrañas y mágicas, pero no, ni un sólo rastro de él.

Empezaba a preocuparse, ¿y si le había pasado algo? ¿Dónde estaba? ¿Y si había decidido dejarlo sin siquiera un aviso? No quería pensar nada de eso, «él tiene que estar bien, no pudo haberse ido, no sin despedirse...», se decía a sí mismo para calmarse, no le gustaban las emociones muy fuertes, y menos le gustaba demostrarlas y quebrarse ante ellas. Se encaminó a la aldea, ahí preguntaría a ver si alguien lo había visto. Habían ido pocas veces juntos, pero jamás la exploraron completa, el chico estaría perdido si por alguna razón fue solo.

• 🌗 •

Llegó a al centro de la aldea y le preguntó a muchas personas que si habían visto a alguien con la descripción del adonis, pero nadie había a visto a una persona con tal apariencia. Se estaba preocupando más, nadie lo había visto, así que recurrió a la última persona a la que le podría preguntar, Jean-Pierre. Se acercó a su panadería.

Polnareff —dijo con un tono de voz algo alto.

¡Jotaro! ¿Qué sucede? —dijo preocupado al ver cómo Jotaro llegaba con una expresión diferente a la usual.

—¿Has visto a un chico con ojos lilas azulados y cabellera negra? Lo estoy buscando, no lo encuentro en ningún lado y no quiero pensar en que le haya pasado algo.

Jotaro, lo siento mucho, pero de verdad no lo he visto, ¿quién es? —Jean-Pierre no había visto una fase así de su amigo, siempre estaba relajado, parecía que nada lo inmutaba demasiado, pero esta vez era notable que no estaba tranquilo.

Es un joven que me encontré en el bosque, se llama Josuke. Estaba perdido y solo, y ni siquiera sabía hablar nuestro idioma; tuve que acogerlo por un tiempo, hubiera sido cruel dejarlo ahí, a su suerte.

『 Il Giovane con le ℭorna 』 🌒 (JotaJosu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora