Aggettivi I

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Dos semanas habían pasado desde su encuentro, se había quedado con Jotaro todos esos días como lo había decidido luego de la insistencia de éste, y él de verdad no quería quedarse a la intemperie. A pesar de sentirse seguro con Jotaro, esa noche y las pocas siguientes estuvo alerta en caso de cualquier intento de dañarlo, pero sólo fue exageración, el hombre —aunque lo escuchaba caminar por la casa muy tarde en la madrugada— jamás entraba a su habitación, e iba todos los días a decirle «buenas noches», frase que ya había memorizado.

También, con parte del dinero que había sido recolectado de la venta de los conejos, Jotaro se había encargado de comprar una túnica para recomponer la que había desgarrado y compró un himatión para él, el suyo había quedado destrozado después de que se había caído y lo había llenado por completo de tierra. Esto lo avergonzaba en demasía, pues Jotaro se estaba tomando muchas molestias.

Se encontraba acostándose en la cama del hombre, estaba cansado y quería dormir; había pasado el día acomodando unas plantas descuidadas que habían en el jardín y había hecho ejercicio en el terreno detrás de la casa.

Por otro lado, Jotaro había salido a hacer quién sabe qué, ya que al salir no entendió qué era lo que le había dicho; era muy molesto no hablar su idioma. Para su suerte, Jotaro lo sacaría de su ignorancia mañana, él le había mencionado que tenía planeado darle más lecciones; sí, más lecciones, le estuvo enseñando mucho en esas dos semanas y su conocimiento había incrementado drásticamente para ser tan poco tiempo.

Se envolvió en una manta, la cual era muy delgada y le daba frío, pero no se atrevía a decir nada por vergüenza, sentía que estaba estorbando mucho viviendo en una casa que no era suya. Cerró sus ojos, tratando de dejar sus pensamientos en blanco para dormir plácidamente.


• 🌗 •

Media noche, la oscuridad arropaba la gran casa y la luna y las estrellas destellaban como siempre, no sorprendía que los humanos insistieran tanto en estudiarlas. Las cigarras emitían su usual sonido y el clima era lo suficientemente frío; todo el ambiente del lugar era perfecto para caer profundamente dormido y despertar fresco, pero para desgracia de Josuke, él no lograba conciliar el sueño, se había despertado hace una hora y no pudo volver a dormirse.

Había permanecido todo ese tiempo acostado sin lograr poner su mente en blanco. Estaba concentrado en intentar descansar por fin, mientras observaba por la ventana las relajantes estrellas y su iluminación tenue, cuando el sonido de unos pasos lo alertaron. No le tomó gran importancia por un rato, hasta que sintió que el sonido se acercaba cada vez más y más hacia la habitación.

Empezó a alarmarse, «¡lo sabía!». En la mente paranoica del joven sólo pasaba un pensamiento: El hombre había actuado amable para engatusarlo, pero muy en el fondo esperaba a que fuera la hora de atacarle.

Se quedó acostado fingiendo estar dormido para ver si el hombre se acercaba a él. Escuchó la puerta abrirse y un silencio muy profundo hizo presencia, «¿Dónde está? ¿Debo moverme?». Decidió quedarse igual de quieto, si se movía podía empeorar la situación.

«Sucio pervertido» eran los insultos que el ingenuo muchacho le lanzaba mentalmente al mayor, ya que se había dado cuenta de la insistente mirada sobre él y su cuerpo, enfocándose en algunas áreas que lo hacían sentirse un poco incómodo. Él no era tonto, notaba muy fácilmente cómo lo observaba ese hombre. Si llegaba a tocarlo, lo atacaría olvidando en un instante su naturaleza pacífica.

Sintió los pasos de nuevo, que se detenían por momentos y luego continuaban. Al parecer Jotaro estaba rondando por la habitación en busca de algo, y lo comprobó cuando entreabrió un ojo. Escucho cómo éste último pronunciaba en susurros «yare yare», ¿qué se suponía que significaba eso?

『 Il Giovane con le ℭorna 』 🌒 (JotaJosu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora