Los peculiares hábitos de un Sopraggio

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Había algo en aquel joven que era muy extraño, e iba más allá de unos cuernos de luz. Tenía costumbres y actitudes raras que no lograba comprender en su totalidad.

Un día, caminando hacía el jardín, se lo encontró cerca de su árbol favorito; llevaba su túnica muy bien atada a sí mismo, y estaba de cabeza, sosteniéndose con ambas manos. Estaba en una perfecta posición recta, y su cara reflejaba extrema relajación; parecía tan acostumbrado a hacer aquello que ni necesitaba concentrarse en mantenerse así. Habían muchas flores a su alrededor, y algunas parecían haber crecido hace muy poco, pues estaban entrelazándose en los brazos de Josuke. Era como un ritual, ¿por qué lo hacía?

Josuke, ¿qué haces? —preguntó al acercarse.

Luego de un profundo silencio, el chico arqueó su cuerpo hacia atrás, poniendo sus pies en el suelo y quedando en posición de puente. Se levantó impulsándose hacia arriba, quedándose de pie para voltear a verlo.

Ejercicio —respondió simple con una sonrisa.

Jotaro no supo procesar lo que hacía el joven, ¿eso era «ejercicio»? Realmente no podía esperar mucho del señor lucecitas raras, así que prefirió dejarlo pasar.

En otras ocasiones lo encontró sentado de formas extrañas, haciendo estiramientos que lucían dolorosos, e incluso llegó a verlo escalando un árbol para acostarse en una gran rama, mirando fijamente a unas ardillas que estaba en una rama superior.

Lo estuvo observando, y mientras más tiempo pasaba, a Jotaro le parecía más peculiar, mientras que el joven parecía entrar más en confianza. En un inicio era un manojo de nervios, pero ahora se veía más cómodo, incluso intentaba hacer bromas y jugar con él; parecía que se pensaba que era niñero. Ya había sucedido en varias ocasiones que Josuke lo retaba a hacer algo mejor que él, o simplemente se acercaba curiosamente a inspeccionar qué hacía tal como un felino, permaneciendo en silencio.

Podía pasar de actuar despreocupado, a ser algo risueño, luego atrevido y atrayente, y por último ser tímido. Era bastante complejo, pero le encantaba.

También pudo notar que al joven le encantaba lucir bien, siempre usaba unos lindos accesorios dorados que lucían como enredaderas, que sin dudas lucía con preciosidad.

Sentía que estaba conviviendo con la belleza hecha persona. El chico tenía un buen corazón, lo podía notar, tenía una personalidad muy pacífica y agradable, y aunque su físico era muy atrayente, tenía «imperfecciones» como los demás; pudo notar varias manchas en su piel, algunas más grandes que otras, como lunares, pero aún siendo consideradas imperfecciones por muchos, él las encontraba adorables. No podía contar con las manos la enorme cantidad de lunares que tenía sólo en los brazos.

Descubrió algunas pequeñas grietas producidas por resequedad en algunas áreas de sus manos, cosa que lo sorprendió, pues el resto de su piel era como fina seda. Al preguntarle, el admitió sentir dolor, así que de inmediato empezó a cuidar de sus manos como si fueran las propias; solía aplicarle un aceite que había comprado en el ágora, que parecía ser bueno para los cuidados de piel. Empezaba a sentir que debía cuidar del muchacho, no podía permitirse que él estuviera mal.

Debía admitirlo, no podía gustar de él por su poco tiempo de convivencia juntos, pero le atraía, y demasiado. No sabía qué podría suceder relacionado al tan misterioso chico, pero le gustaría tener la oportunidad de acercarse más a él.


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『 Il Giovane con le ℭorna 』 🌒 (JotaJosu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora