capítulo tres.

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Las lágrimas hacían camino desde los ojos de Shawn hasta su almohada, la cual ya se encontraba bastante húmeda. Llevaba ya varias horas llorando desde que había terminado la cena, pues Nick le había dicho que iban a dormir juntos, y con solo un llamado de Demi, había corrido a su casa a hacer quién sabe qué. Se sentía ridículo porque una vez más había creído en las palabras de su hermano, y se sentía aún más de esa manera por estar como se encontraba ahora. Llorando por Nick.

Había sido tan estúpido al creer que aunque Demi estuviese enojada con Nick, no iba a pasar algo durante la noche. Vamos, ya debía acostumbrarse, iban para un año, pero Shawn no lo hacía. No se acostumbraba a la manera en la que era tratado por Nick. Ya no era lo mismo de antes.

Pasaban tiempo juntos, jugaban cartas u otros juegos de mesa por horas, hacían maratones de películas y ninguno de los dos tenía permitido el celular o hacer otra cosa mientras estaban en día de maratón. Solo Nick se levantaba a ir al baño o a buscar algo para Shawn. Hacían muffins juntos, o bueno, el mayor los hacía solo porque no le permitía al menor meter la mano, preparaban a veces la cena e incluso, hacían un increíble trabajo en equipo para limpiar la casa. Salían al patio a buscar insectos, y Nick le llenaba el cabello con flores a Shawn para tomarle fotos, sí llovía, se mojaban juntos sabiendo que Karen les castigaría.

Todo era perfecto.

Todo era perfecto hasta que Nick se hizo novio de Demi, o empezaron a salir.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido que Shawn ya conocía; los maullidos del pequeño minino. Así que se levantó, encendió la luz, y tomó al animal en sus manos, aún envuelto en la camiseta de Nick. Lo puso en la cama y le acarició la cabeza, para luego rodearlo de almohadas, cojines y peluches.

— Quédate aquí, pequeño, voy por agua para la leche, vengo rápido —le susurró al pequeño minino, antes de salir a paso apresurado por la puerta.

Miró el reloj en forma de manzana que había en la cocina, dándose cuenta que eran las cuatro de la mañana. Él había empezado a llorar a eso de las nueve, demonios, sí que había estado llorando mucho rato. Mañana todos se darían cuenta de eso y le harían demasiadas preguntas. Sirvió agua directamente de la llave, dudando un poco sí debía darle de esa o agua embotellada, Shawn no sabía.

Subió las escaleras a paso ligero y llegó a su habitación, cerrando la puerta detrás de él sin hacer mucho ruido. Observó al minino caminando por encima de uno de sus peluches favoritos y sonrió con ternura, acercándose a la cama sin llamar la atención de éste. Buscó la leche en polvo, llevándola a la cama y comenzó a prepararla según decían las instrucciones que la lata traía. Al terminar, la removió un poco en la pequeña botella y agarró al animal para ponerlo en su regazo, acercando la leche a su boca.

Pensó que el gato había aceptado la leche, pero al sentir algo frío en sus piernas, Shawn se percató de que no, así que lo puso a un lado y se levantó para buscar algo con qué limpiarse. Debía darle comida seca, aunque tampoco sabía si debía triturarla un poco antes de dársela, o mojarla. Maldecía que Nick no estuviese aquí.

Luego de cuidadosamente haber triturado un poco la comida, la puso a un lado del minino, y una sonrisa se dibujó en sus labios; el gato estaba comiendo.

La escena fue interrumpida por Nick, quien abrió la puerta y se asomó a la habitación.

— ¿Por qué estás despierto a esta hora? —Preguntó, entrando a la habitación.

— Me levanté porque lo escuché quejarse.

— Hm, ¿seguro? —Insistió, obteniendo por respuesta una mala mirada de Shawn.

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