Capítulo diez

150 18 7
                                    

Un mes después...

RUGGERO
Mis ojos se abren nuevamente en una mañana, acabo de despertar, inhaló y exhaló profundamente. Estoy sentado sobre la cama y la idea de que pronto caminaré sin ayuda de las muletas me emociona, hace una semana que deje la silla de ruedas para usar las muletas, las terapias han servido de mucho. Este mes está llendo increíble, estoy seguro que en una o dos semanas más podré caminar por mi cuenta.

—¿Ya te haz despertado cariño?

—Buenos días— me inclino para darle un corto beso a mi novia, Mercedes, tengo tantas cosas maravillosas que decir sobre ella, a cuidado de mí todo este tiempo, no me abandono cuando cai en coma y encima que no recuerdo nada de lo que viví con ella se ha quedado conmigo. —Hoy tengo terapia, ¿me acompañarás?

—Por supuesto que sí, ¿crees que te vas a librar de mí tan fácilmente? No lo voy a permitir.

Me levanto de la cama con ayuda de Mercedes, vamos al baño juntos, hago lo habitual de las mañanas y vuelvo a la cama, me siento al borde de ella y procedo a quitarme el polo, Mercedes me observa mientras trae una camisa para mi, está parada frente a mi, sus ojos examinan mi cuerpo, sus manos empiezan a acariciarme, la miro a los ojos y quiero ver más allá de ellos, ningún recuerdo viene a mi mente y eso me preocupa, ¿cómo es posible que no recuerde nada? Llevo meses viviendo con mi mujer, ya debería recordar algo. Cierro los ojos queriendo ver algo más con sus caricias, sus manos se deslizan por mi pecho hacia mi abdomen, nada viene a mi mente.

—Ruggero— siento su respiración demasiado cerca, la alejo de mi con delicadeza.

—Se nos hace tarde, cariño. — siento su respiración pesada antes de alejarse, se que quiere que ocurra algo más que besos entre nosotros pero, ¿como podría tocarla si no siento nada? Creo que sería injusto para ella, quiero a Mercedes por todo lo que a hecho y está haciendo por mí pero no estoy seguro que esto sea amor, no me mal entiendan se que ella a sido mi esposa pero no logro recordarla y no se si pueda amarla así, con mi mente en blanco.

Una ensalada de frutas es nuestro desayuno antes de ir al centro terapéutico, Mercedes conduce hasta la ciudad, estamos a las afueras de Buenos Aires, no se porque estamos tan lejos, me gustaría vivir más cerca de un parque, cerca del hospital hay una plaza enorme me gusta ir ahí, disfrutar del aire puro, la naturaleza, voy ahí con la enfermera, Meche no sabe nada, a ella no le gusta que salga, se enoja y no entiendo porque.

—Ruggero que gusto verte, veo que has mejorado, te felicito, eres uno de mis mejores pacientes.

—Se lo agradezco, usted es un gran médico, no sabe las ganas que tengo de volver a caminar.

—Ya lo estás haciendo solo mírate, esas muletas no hacen casi nada, eres tú, es la fuerza que le pones a tu recuperación.

—Buenos días— Meche saluda al doctor.

—Buen día Sra. Ascencio.— Sra. Ascencio, ni siquiera recuerdo nuestra boda, pero suelo imaginarlo: Ruggero Ascencio, ¿acepta usted a Mercedes Lambre como su esposa? Sí. Imagino que fue así como le di mi apellido.

Mercedes me deja en la clínica y sale rumbo desconocido, nunca me dice a donde va tampoco le pregunto, si quisiera que lo sepa ella mismo me lo diría. Sacudo mi cabeza para relajarme, voy a empezar con mis terapias. Me agarro fuertemente de los dos pasamanos a mis costados y empiezo a caminar, recuerdo las miles de veces que me caí, y eso me da más fuerzas para seguir.

CONTIGO HASTA LA MUERTE #AES2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora