CAPÍTULO 9

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Jimin echó un jadeo y se replegó. Miró por encima del borde del vagón. Las vías se habían prendido fuego. No... era una columna de llamas lanzada desde las sombras. En cuestión de segundos, quemó el canal de hielo entre Nayoung y Frostbite. Esta maldijo y retrocedió, girando hacia el túnel, al tiempo que fuertes pisadas resonaban contra las paredes.

Al distinguir quién era, Jimin quedó boquiabierto.

Su traje blindado lucía aún más ominoso al emerger de la oscuridad que cuando
había estado encaramado sobre las azoteas de la ciudad a plena luz del día.

El Centinela.

—Por mucho que me guste ver a cada uno de estos villanos tras las rejas —dijo, su voz firme y baja—, algo me dice que el Consejo no aprobaría los métodos que están empleando para arrestarlos.

–Y tú, ¿quién eres? –preguntó Frostbite, enroscando el puño y creando otro largo fragmento de hielo– ¿El perro faldero del Consejo?

–Qué curioso –dijo el Centinela, sin humor en la voz–, a menudo, he pensado exactamente lo mismo de ustedes.

Jimin aflojó la empuñadura del arma. Advirtió sus sospechas reflejadas en el rostro de Frostbite. Sus palabras sugerían que la conocía, y no de un modo general por haberla visto en el periódico.

–Estamos aquí en misión oficial representando a los Renegados –dijo Forstbite–. Si intentas detenernos, será un placer arrestarte a ti también.

Un guantelete de llamaradas anaranjadas comenzó a rodear la mano izquierda del Centinela.

–No son los únicos en misión oficial para los Renegados. La diferencia es que yo recibo mis órdenes directamente del Consejo.

Jimin se deslizó hacia delante, sin querer perderse una palabra. Se encontró mirando el peto de su armadura. ¿Sería un truco de la escasa iluminación de los túneles o del ángulo desde el techo del vagón? Desde aquí, parecía que el tajo de la hombrera había desaparecido. Su ceño se profundizó. Lo había apuñalado justo entre la pieza del hombro y el pecho, sin embargo no veía allí ningún indicio de daño. No había sangre seca sobre el exterior de la vestidura; ni siquiera se movía como si estuviera herido. Tal vez, algunos de sus movimientos fueran un poco rígidos, pero no tan incapacitado como debía estar tras una herida como la recibida.

Era otro misterio más sobre el supuesto Centinela y una mínima prueba más de que no era un Renegado normal, de que era algo nuevo. ¿Un soldado? ¿Un asesino? ¿Un arma creada por el Consejo para utilizar en misiones demasiado deshonrosas para que les fueran asignadas a un superhéroe típico?

–¿Directo del Consejo? –preguntó Frostbite, soltando una carcajada áspera–. ¿Crees que soy idiota? Nadie en el cuartel general ha oído hablar nunca de ti. Eres un impostor. Y eso –levantó el fragmento de hielo sobre el hombro– te convierte en un enemigo.

–O significa que estás demasiado abajo en la escala salarial para tenerte informada de todos nuestros proyectos –dijo el Centinela.

Frostbite pareció titubear, y Jimin advirtió una sombra de duda cruzando su mirada.

–En cambio, yo –continuó el Centinela– sé que ustedes fueron enviados aquí por dos motivos: para determinar si otro miembro de los Anarquistas estuvo o no involucrado en el ataque del Puppeteer, y... para averiguar su conexión con Nightmare –inclinó la cabeza, y Jimin tuvo la impresión de que miraba a Nayoung, que seguía encapsulada dentro del hielo del cuello para abajo. Sus dientes castañeteaban– Imagino que no han averiguado demasiado.

Renegades [KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora