–¿Nombre?–Jung Jimin.
El hombre sentado ante la mesa de inscripciones escribió algo en un registro de entrada. Sin volver a levantar la mirada, extendió la mano. Jimin la miró fijo. ¿Pedía dinero? ¿Había que pagar para ser un Renegado? No recordaba haber visto nada acerca de ello. No tenía dinero. ¿Realmente excluirían a un prodigio solo porque...?
El hombre levantó la vista.
–¿Solicitud? –preguntó lentamente.
Jimin se ruborizó y carraspeó.
–Claro –balbuceó, extrayendo la solicitud del bolso y plantándola sobre la palma
abierta del hombre.Las comisuras de la boca del hombre se curvaron hacia abajo al apoyar los papeles
sobre el escritorio y alisar las arrugas.–Anunciarán tu seudónimo cuando te llamen al campo de juego –dijo– ¿Estás
seguro de que te agrada... –echó una mirada al documento– Insomnia? Puede resultar difícil cambiarlo después.Jimin se inclinó hacia delante, observando su propia solicitud dada vuelta, aunque ya la conocía de memoria. ¿Estaría intentando decirle que debía cambiarlo? ¿Habría elegido mal el nombre de Insomnia? De hecho, le gustaba, pero ahora tenía dudas. No era Nightmare, pero tampoco estaba mal, ¿no?
–Eh... sí.
El hombre lo incluyó en el registro, con la expresión indiferente.
–Mano derecha –dijo, apoyando el bolígrafo y levantando una bola de algodón de una lata. La sumergió en un cuenco poco profundo, medio lleno de un líquido transparente. Luego volvió a mirar a Jimin, que seguía inmóvil– Mano derecha –repitió.
Jimin tragó y le dio la mano. El hombre frotó la punta de cada dedo con la bolita de algodón. El olor inconfundible a alcohol flotó hacia él. La bolita de algodón estaba fría, y las manos del hombre eran gruesas y húmedas. Jimin no pudo evitar que se le erizara la piel. Aunque solo duró un momento, soltó un suspiro de alivio cuando acabó.
El hombre golpeteó la parte de arriba de una pequeña máquina. Una pantalla mostró el diagrama de una mano; los espacios precisos donde él debía apoyar las puntas de los dedos, indicados con óvalos azules.
–Adelante –dijo el hombre– Tendrás que presionar y retener unos segundos.
Armándose de coraje, Jimin apoyó los dedos contra la pantalla. La mano le
temblaba, pero hizo lo posible por mantenerla firme mientras un reloj en la parte superior de la pantalla indicaba la duración del escaneo de sus huellas.
Para cuando terminó y Jimin volvió a cruzar los brazos con nerviosismo, el hombre se hallaba frunciendo el ceño. Se encontró con su mirada, ahora una de sospecha.Las huellas de la pantalla se encontraban obviamente mutiladas: áreas completas de las espirales de la piel, traspasadas con planos vacíos y lisos.
–Me las quemé cuando era pequeño–dijo. La mentira ensayada escapó de su boca antes que el señor preguntara–. Si mira mi solicitud, verá que me interesa mucho la ciencia, la química y la ingeniería, y... eh... De cualquier modo, estaba haciendo un experimento. Con ácido. Y... sucedió –hizo un gesto hacia la pantalla.
El hombre frunció los labios.
–Bueno –echó una ojeada al segundo monitor–, el sistema no encuentra coincidencias. Así que –levantó bruscamente el pulgar encima del hombro–, pasa por esas puertas y espera a ser llamado.
Su cuerpo se aquietó.
–¿En serio?
–En serio, ¿qué?