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02| Volveremos a San Diego

Mi cuerpo dolía demasiado, sentía que ni siquiera podía mover mis extremidades. Lo sentía magullado, como si me hubiesen golpeado tantas veces que ya mi cuerpo no resistió del dolor y colapsó. Mis ojos veían algo brillante, una luz. Fastidiada por ello, separé mis parpados lentamente, parpadeando para que mi vista se aclarara y se acostumbrara a la claridad.

Miré a mi alrededor, en donde me encontré con paredes blancas y una mesita con medicamentos. Y el sonido del electrocardiograma que hacía eco en la sala.

Es obvio el lugar en el que estoy. El hospital.

-Oh, cariño, despertaste -la voz melosa y preocupada de mi madre, sonó en mis tímpanos. Ella se acercó a mí, agarrando cuidadosamente mi mano.

-¿Qué...? -carajos. Cerré mis ojos con fuerza al recordar la razón del porqué estoy aquí. Maldecí en mi interior.

Pues resultó ser que se me había olvidado completamente un cuaderno con unos ejercicios de química de una chica que me había obligado a hacérselo. Y, por los problemas en casa y la desilusión terrible que me dio mi padre, se me pasó por alto, al mismo tiempo de que estaba por llegar tarde al colegio por haberme trasnochado llorando y sobre pensar las cosas.

-¡¿Qué mierdas dices?! ¡¿En serio se te olvidó?! No me salgas con esa estupideces, maldita mosca intelectual-comenzó a dar pasos mientras que yo retrocedía, asustada. Estaba en la orilla de la escalera-. ¿Acaso no sabes que esa tarea era para salvarme la materia? Lo vas a pagar muy, pero muy caro.

Me dio una bofetada y me agarró del cuello. Lo vas arrepentir, dijo en un susurro amenazador. A lo que me empujó y caí escalera abajo.

Al haberlo recordado, comencé a llorar; tan solo imaginar volver al colegio después de los días de recuperación de mis lesiones, me daba miedo. Ver a todos como me tratan tan mal, empecé a temblar.

-Lau, Lau, tranquila hija, tranquila -mi progenitora me abraza cálidamente. Acariciando mi cabeza y dejar un casto beso en mi coronilla-. Cuando estés lista, puedes contarme lo que pasa. Por ahora descansa.

-Mamá...- sollocé, hipando. Mi madre emitió un shsss suave.

Tras un largo rato, pude volver a respirar bien y mis lágrimas se secaron en mis mejillas. Éstas obteniendo un rastro brilloso por las mismas.

-¿Estás mejor? -la adulta preguntó. Yo asentí. Segundos después, un par de enfermeras entraron al cuarto y chequearon mi cuerpo.

Me trajeron el desayuno, una avena rara y frutas picadas. Me comí las frutas.

-No quiero volver al instituto, mamá -hablé, llamando su atención. Ella frunció el ceño-. Y sí, hay una razón muy clara y es que...

-Te están haciendo bullying -completó por mí. Abrí mis ojos sorprendida y asustada. ¿Ella acaso lo sabía? ¿Desde cuándo? Y... -Me enteré hoy. Y es bastante claro que caerse por las escaleras de tal forma no es por un accidente, sino de alguien que lo haya empujado por simple maldad.

Mis ojos se aguaron, mi nariz empezó a picar- Desde hace mucho me molestan. Soy la descarga de su ira, la responsable de llevar y hacer sus tareas y, si no obedezco, me dan una paliza o me hacen algo bastante feo. Como echarme agua del retrete en la cara, por ejemplo. Y solo, por ser aplicada y llevar lentes. Esa gente no tiene moral.

Mi madre suspira-¿Por qué nunca me lo dijiste?

Esa pregunta. Me quedé callada, mirando la avena sin tocar; porque estaba claro que no sabía qué decirle. Es mi madre y mi deber es contarle lo que me está pasando si es algo que no puedo soportar yo misma. Pero... siempre quise que por un momento milagroso, todo se acabara, yo podría seguir soportando y guardar ese secreto a mi madre.

Mi hermosa nerd [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora