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14| Maldita vida la mía.

En contra de mi voluntad, me encuentro sentada frente al tocador de mi prima, dándole la espalda al espejo. Rogando a mis adentros que el maquillaje que me esté haciendo no me quede como un payaso.

Recuerdo las veces que intenté parecerme bonita con los cosméticos de mi madre hace unos años atrás. No funcionó para nada, prefiriendo así descuidar mi apariencia mucho más.

Me daba envidia que mis compañeras supieran echarse rubor, sombras en sus párpados y esa línea perfecta en sus ojos que los hacen ver un poco más rasgados. Incluso sus labios mucho más llamativos por la forma en que los pintan.

Suspiro de nuevo.

—Que no te estoy haciendo mal, mujer —me regaña la mayor. Abro mis ojos cuando sentí que dejó de pasar el pincel por ahí.

—No me fío.

—Ey. Es un insulto decir aquello a quien se quiere profesionalizar en maquilladora.

No respondo hacia su queja.

—¿Tienes lentes de contacto? —me pregunta mientras pasa el delineador.

—No.

—¡Pues muy mal! —alza la voz, alejándose un poco para verme con el ceño fruncido. Alzo mis ojos, quitándole importancia.

—Estoy bien con los lentes. Además, me veo rarísima sin ellos.

—¡Para nada! Joder, Lauren; si te vieras con mis ojos, te juro que te enamorarías de ti misma. Te ves guapísima con y sin lentes. Más sin ellos, puesto que no hay nada que interfiera a tus rasgos faciales —comenta, volviendo a su trabajo—. Y no te lo estoy diciendo porque seas mi prima, lo digo en serio —el énfasis en su voz es notorio.

Muerdo mi labio inferior, cuestionándome si lo que me dice sea de verdad. Sé lo mucho que quiere aumentar mi autoestima. La falta de seguridad hacia mí me hace ver vulnerable y patética; mas sin embargo, soy yo misma quien no se esfuerza en trabajarlo. Por más halagos que me hagan, soy incapaz de aceptarlos, sintiendo que se están burlando de mí y culpándome aún más.

Me quedo es sumo silencio, pensando demasiado. Y sé también que Emma se dio cuenta de ello.

—¡Listo! —se aparta con un aplauso, asustándome. Ella ríe y me mira satisfecha— Precioso. —Me hace dar la media vuelta y ver su trabajo en mí. Alzo las cejas, viendo las pinceladas que hizo con sumo cuidado.

Mis cejas están más perfeccionadas, unas sombras cafés y negro degradados que profundizan la mirada. El contorno, el rubor, el delineado, todo cuadra. Nada queda payaseado como pensé y todo, aumenta una belleza que nunca creí que sería yo la que resalta.

Emma intercambia mirada conmigo a través del espejo.

—¿Te gusta? —asiento, porque de verdad lo hizo muy bien— Ves que lo que te dije que te veías hermosa no era de broma —suspiro, apretando mis labios—. Ahora vete a vestirte, yo terminaré mi maquillaje —me hace levantar e ir a por el ropero.

—¿Y cuál es?

—Es el primero de la derecha —responde.

Me doy la media vuelta para dirigirme hacia donde dice. Al verlo, niego rotundamente.

—No me lo pondré. No señora.

—Ya lo sé. Pero no hay opción. El maquillaje está acorde con el color del vestido.

Me niego a usarlo, no puedo. Por como lo veo, es corto, ajustado y de paso, tiene un escote en la espalda, no. No es para mí.

Emma se gira para verme fulminante y señalar el baño para que vaya a vestirme.

Mi hermosa nerd [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora