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04 | De vuelta a clases

La semana pasó volando. Tuve que estar en casa por siete días enteros sin ir al colegio para comenzar la jornada de clases. Con la ayuda de mi madre-porque sola aunque sea capaz, me da nervios-, me matriculé en el instituto, mismo colegio donde Emma estudia. Los trámites de papeles en el otro colegio llegaron una semana después, para que yo pueda estudiar libremente aquí.

Hoy lunes, es mi primer día de clase. Cabe aclarar, que a pesar de que estoy en un instituto distinto, que nadie sabe quién soy; tengo cierto miedo en que solo por verme usar lentes y amar estudiar y leer, me consideren como una nerd y empiecen con sus bromas pesadas, en hacerme la vida estudiantil imposible.

Fui despertada gracias a la alarma que me hizo parar de la cama casi de brinco por el susto. Madre mía. Emma fue la primera en ir al baño, luego fui yo.

Por lo menos, mi cara en el reflejo, no parece tan muerta. No obstante, lo desordenado que está mi cabello y lo pálida que se ve mi piel a esta hora de la mañana, me hacen parecer un fantasma.

Me termino de duchar. Salgo del baño, con una toalla alrededor de mi cuerpo.

En la habitación, Emma se termina de ponerse una falda sobre el sobrante de su camiseta color crema.

—Apúrate, chica. No querrás llegar tarde a tu primer día de clases —ruedo los ojos al identificar la burla en su voz. Camino hacia el closet de Emma. Puesto que mi ropa ya está organizada dentro.

Saco un overol negro y una camisa azul cielo que hace un par de días compré. Aún no he cambiado mi closet por completo, pero sí algunas que otras prendas compramos recién; porque mi prima y yo fuimos de compras. Todo por ella.

Me terminé de arreglar, y me puse un poco de maquillaje -polvos y rubor-, el delineado sé hacerlo, pero con mucho tiempo de sobra, en estos momentos no.

—¡Espera! —la rubia me detiene agarrando mi codo— ¡No te has hecho el delineado, Lauren! Eso es muy importante, sin ello, es como si no llevase nada.

Ahí va—Emy, no queda tiempo...

—¡Claro que queda! No seas idiota y hazlo.

—Pero...

Suspira. Me obliga a sentarme en una pequeña silla y, alzando mi cara por el mentón; ella saca el delineador suyo de su mochila— Pero nada. Lo haré yo —me dice. Analiza mis párpados y, ya lista, comienza con su trabajo.

A unos segundos de tanto esfuerzo, sonríe de oreja a oreja y me mira, orgullosa. No muy confiada, camino hacia el espejo y analizo lo que ella me ha hecho. Le quedó perfecto.

—Nada mal... —le digo, solo por molestarla. Lo logro

—¡¿Cómo que nada mal ?! Dime perfect, excellent, good work. Pero nada mal... pff.

Le sonrío. Le doy la espalda para agarrar mi mochila e ir bajando las escaleras para poder ir a desayunar.

Al llegar al comedor. Me encuentro con las dos hermana ya en la mesa desayunando— Vaya... que hermosa estás –mi tía es la primera en verme y en halagarme. Luego le sigue mi mamá, que a pesar de no decirlo con palabras como lo hizo su hermana, asiente y sonríe, mostrando sus perfectos dientes.

—¡A que se ve guapísima! —mi compartimiento de ADN llega a nuestro lado, saludando a las mayores y sentándose frente a su mamá, yo lo hago frente a la mía.

Ambas mujeres, muy orgullosas, asienten. Me siento muy tímida, avergonzada de tanto halago. Se siente bien que otra persona te diga buenas cosas de ti. Así sea tu prima o tu tía.

Mi hermosa nerd [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora