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12| Quedamos a paz, entonces.

Quedé en el trabajo, por fortuna. A pesar de mi ansiedad con las personas, lo hice bien, mucho mejor de lo que pensaba y me sorprende, a la misma vez me emociona. Ahora tengo una pizca de fe de que me puedo recuperar por completo.

Los días pasaron y yo seguía trabajando por las tardes en la cafetería; Olive y Tomas se hicieron buenos compañeros de trabajo conmigo, me siento cómoda ahora a su lado, y Ellie, ella, al ser mi amiga, no me separo en absoluto de su lado. Parezco un chicle en el zapato, pero es para sentirme segura y refugiarme a la vez.

La cosa de ir al gimnasio con Emma para la práctica de boxeo quedó en el pasado, pues al estar allí aquel chico que me da pánico, prefiero mantener la distancia y, de paso, el horario laboral choca, cosa que me beneficia con la excusa.

En estos momentos me encuentro en la barra, ayudando a preparar las bebidas y cafés de los clientes. Y la verdad, es que prefiero esto a que estar llevando la bandeja.

—Lau, cariño, esté pendiente del jugo de fresa; le falta el azúcar. Ahora vuelvo que voy al baño —Olive me dice en voz baja. Asiento, entendiendo la orden y ver cómo desaparece por la habitación de solo personal.

Suspiro, dirigiéndome a la licuadora y terminar de preparar lo pedido. Al poco tiempo llega un cliente y me pide que le pase el bote de la sal. Yo, con la mejor sonrisa que pude brindar, se lo di.

Volví a llevar el bote de sal a su puesto. Ahora, le eché las tres cucharadas de azúcar indicadas al jugo de fresa. Ya listo todo, lo eché en el vaso grande de cristal.

—Jugo de fresa para la mesa dos —le digo a Tomas quien sonríe encantado.

—Entendido —asiento, yendo a la licuadora para lavarla y limpiar lo sucio que encontré.

Me encontraba tan centrada lavando el vaso de la licuadora que di un fuerte respingo cuando un cliente llama mi atención. Me disculpo con él porque al parecer lo había ignorado por un rato al estar metida en mis pensamientos.

Mi cuerpo siente una fuerte corriente recorrer mi espina dorsal al ver las hermosas facciones de tal chico. ¿Pero cómo es esto posible? Sus ojos tan azules que al verlos piensas que ves directamente el mar.

Regaño mentalmente a mi mente por parecer una completa tonta al verle con detalle, aunque sé que fueron pequeños milisegundos, se sintió como minutos. Aclaro mi garganta, tratando de que mi voz saliese bien y no notase lo nerviosa que me encuentro.

—Creo que esta fue la venganza de ese día, ¿no? —frunzo el ceño al no entender lo que quiere decir. ¿Cuál venganza? ¿Y cuál día? Por cierto, su voz... tan... sensual. ¡Mierda, Lauren, céntrate, chica! ¿Pero qué mierda te pasa?

—N-no entiendo lo que me quieres decir —aprieto mis manos entre sí por los fuertes nervios que siento.

El desconocido de ojos azules encantadores, extiende su vaso de jugo hacia mí. Confundida lo agarro.

—La vez que choqué contigo y como resultado, un vaso de cristal con una bebida cayó al suelo —mi mente de una vez recuerda ese momento y el chico que... Abro mis ojos, sorprendida. ¿Fue él?

—Ya, pero eso fue hace una semana, y... no tomaría venganza por algo así —susurré.

—Mentirosa —responde. Yo frunzo el ceño, indignada. ¿Cómo se atreve de decirme mentirosa cuando ni me conoce? —. ¿Sabes? Eres buena en eso de la actuación —pero si no entiendo nada...— Pruébalo —hace un movimiento con su cabeza hacia la bebida que tengo en mano.

Dudosa, muy, muy dudosa hago caso.

Ahogo las ganas de escupir la bebida al sentir su sabor.

¡Carajo!

Mi hermosa nerd [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora