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01| Ya no soy la misma

Lauren:

Siete años han pasado desde el momento en que nos mudamos a Washington. En todo este tiempo, me han tratado como una mismísima mierda; ya no soy la misma, ya no soy aquella niña que vivía feliz y que siempre sonreía. Ahora soy todo lo contrario, tengo más problemas que un libro completo de matemáticas por resolver; la gran mayoría en el instituto soy su juguete, soy siempre el centro de atención, soy la que descargo la ira de los demás: con golpes, insultos, criticas etc.. Ya perdí totalmente la cuenta de tantas cosas que me han hecho en la escuela. Ya terminé la secundaria y ya estoy en la preparatoria, esta vez quería vestirme de lo me han dado a entender, una nerd. No tengo la valentía de enfrentarles, para que me dejen en paz así que decidí cambiar; para un mal, creo.

La alarma suena al lado de mi oreja, malhumorada y refunfuñando la apago. Levantándome de mi cama, me dirijo de una vez al baño, en donde al verme al espejo, hago un mohín al ver mi horrible reflejo.

Mi cabello espelucado y mi rostro un tanto hinchado. Bostezando, agarro mi cepillo y empiezo a limpiarme los dientes con pereza.

Empecé a quitarme mi pijama para dejarla encima de la tapa del inodoro, claro, después de haber vaciado mi vejiga que estaba que se reventaba.

El agua caliente cayó sobre mi cuerpo  mojando mi largo cabello y mi delgado cuerpo. Últimamente he enflacado tanto por el estrés que llevo y la mala alimentación.

Enrroyé mi toalla alrededor de mi cuerpo ya cuando por fin me había terminado de bañar, y una en mi cabello para que se pudiera secar un poco.

Fui a mi armario, en donde saqué una camisa de color blanco y un pantalón beige, mi ropa interior y mi par de zapatos blancos. Algo sencillo con la idea de no llamar la atención. Cosa que va ser complicada por las nenas «ricas» de la prepa.

Bajé las escaleras con mi mochila a un lado de mi hombro. Mientras amarraba mi cabello húmedo en una cola baja.

Llegué al comedor, en donde se encontraba mis padres a punto de desayunar. Me senté al lado de mi padre y al frente de mi mamá. Los saludé y empecé a comer.

—Hija, cariño, no entiendo por qué te vistes de esta manera, necesitas verte más juvenil, más femenina —opina mi madre viéndome. Suspiré para verla con una sonrisa.

—Estoy bien así, madre. No es necesario vestirme con ropa corta o apretada, eso no es lo mío —volví a aclararle por milésima vez.

—Pero sería mejor que te vistas con algo mucho más colorido. Porque con esas vestimentas que usas, parecieras que una nube de tristeza y melancolía está sobre ti.

—Ya, déjala. No la obligues a usar ropa que no quiere —papá se interpone en nuestra conversación—. Más adelante tal vez cambie de opinión; pero por ahora, come que se enfría la comida.

Él sí me entiende. Guiñándome uno de sus ojos a mi dirección, le sonrío agradecida por salvarme otra vez. Mamá suspiró y siguió comiendo de su plato en silencio.

Aunque la idea de mi progenitora, en vestirme mejor, no es mala. Al contrario, me dan ganas de hacerlo; pero en desafortunado, no puedo. Porque en ese colegio en el que estudio, las únicas que se deben de vestir de esa manera son las jóvenes con buenos cuerpos, con curvas, pechos voluptuosos y buen trasero. Las que no, ni se les ocurra porque serán la burla.

No entiendo como es que ese colegio es así, no tienen reglas en ese sentido, no expulsan a ese tipo de personas que les encanta molestar y joderles la vida a una persona que solo quiere estudiar, aprender para un futuro. No hay respeto ni mucho menos igualdad. No hay nada.

Mi hermosa nerd [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora