• 22; Una familia es una buena medicina.

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El día en que dieron a Draco de alta, parecía que Grimmauld Place quería lanzar la casa por la ventana, los únicos invitados eran todos aquellos que habían estado al pendiente desde un principio, pero no faltaba los adornos, música y comida que variaba de muchas cosas.

Por suerte lo habían dado de alta en pleno domingo donde todos descansan de trabajo y colegio. Así que podían estar reunidos.

Apenas cruzaron el umbral de la puerta principal (porque no podía usar aún medios de transporte mágicos) fue recibido entre varias serpentinas que iban cayendo del techo, se las habían ingeniado para que salieran volando cada que alguien pasaba llegando a fastidiar a uno, o a más de uno. Ni tampoco podía creer que estuvieran esperándolo, Harry no le había dicho nada.

Se aferró al brazo de este recibiendo una sonrisa cálida por parte de su novio que lo invito abrirse pasó entre todos.

Recibió muchos abrazos de los que pudo haber recibido en toda su vida, todos llenos de amistad sincera y cariño, ya habían olvidado todo lo malo que algún día les había hecho y eso lo agradecía bastante. Incluso tuvo que soportar las finas lágrimas de su madre pero también los lamentos de Sirius quién le estaba comenzando a prohibir demasiadas cosas “según peligrosas”.

No recordaba cuando había sido la última vez que había visto a todos, pues los veía un poquito más cambiados. Todavía había tardado de salir en el hospital, un mes quizás. Y moría de ganas por ver a alguien en especial.

—Draco bajará en un segundo —Harry le tomó de la mano guiándolo hacia las escaleras— tiene que conocer a alguien.

—¡No tarden que quiero comer!

—¡Cállate Ron! —Ginny, Pansy y Hermione le dieron un zape al pobre chico.

Se hubiera puesto a reír a carcajadas pero ese no era el momento, se dejó guiar lentamente por Harry hasta subir al segundo piso para andar por todo el pasillo.

En verdad sentía que todo el pasillo se hacía cada vez más grande pues estaba demasiado ansioso sintiendo que sus manos comenzaban a sudar, que su corazón latía con mucha rapidez y que no lo iba a soportar.

De un momento a otro, ya no quería ver a Scorpius.

—Es aquí —Harry interrumpió antes de que se echará hacia atrás, la puerta estaba abierta dejando ver un cuarto, aquel cuarto que había dejado a medias pero que ahora tenía todo— Scorpius está aquí, cariño. Anda.

Avanzó solo un poco quedándose en el marco de la puerta para observar la cuna de oro que descansaba en medio del bonito cuarto verde con rojo, no le agradaban los colores pero no podía hacer otra cosa.

Comenzó a andar lentamente pero se giró hacia a Harry quién seguía ahí.

—Necesito un momento a solas.

—Cualquier cosa estaré aquí afuera —dió una rápida mirada hacia la cuna y después cerró la puerta dejándolo solo.

No quería ver al bebé, no quería. No quería amarlo, ni encariñarse con él, simplemente no podía.

A pesar de que su mente le estaba gritando que se diera la vuelta y saliera de ese estúpido cuarto, su corazón le hizo avanzar hasta la cuna para ver al pequeño bebé que descansaba en él, estaba cubierto de ropitas azules que combinaban con su pálida piel. También tenía una mantita verde encima de él para cubrirlo.

El gorrito que cubría su cabeza dejaba ver algunos mechoncitos de cabello rubio que sobresalía un poco rebelde, rogaba porque el bebé no heredera el nido de pájaros de Harry.

Cuando me recuerdes;      [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora