PRIMER AÑO V

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Junio, 1986

¿Bóvedas malditas?

Dumbledore nos había asegurado que el problema de las bóvedas estaba totalmente controlado por los profesores, los cuales monitoreaban constantemente el castillo en cuidado de los estudiantes que pudieran ser afectados por estas, y que por supuesto, alguien ya se estaba encargando de romper las maldiciones pertinentes. 

Aún cuando sus palabras buscaban solo ayudar a nuestra calma, las miradas de complicidad e inseguridad de los profesores allí presentes eran más que obvias, y probablemente la maldición no estaba del todo controlada como el director nos quería hacer comprender.

Salimos del despacho de Dumbledore, Beatrice más tranquila y yo con miles de interrogantes en la cabeza. Era evidente que un colegio tan antiguo y renombrado como Hogwarts no era salvable de secretos, oscuros o no. Las bóvedas era tan solo quizá una parte pequeña de los muchos misterios que el castillo albergaba ¿Qué más podríamos encontrar? ¿Qué otras atrocidades se ocultaban en las paredes, salones y corredores?

Al día siguiente, cuando visitamos a Critt en la enfermería, Madam Pomfrey había sido muy estricta con su veredicto. Podría salir en unos días, pero todo dependía del estado de su condición, sin embargo, nuestro amigo no se veía nada bien. Su piel estaba blanquecina y sus labios estaban azules. Sin mencionar que no tenía fuerzas para ponerse de pie.

Mientras estuvimos en la enfermería observaba como un par de alumnos llegaban por ayuda gracias a un breve encuentro con el hielo maldito. Sus lesiones no eran tan graves como las de mi amigo, sin embargo no dejaban de ser importantes.

Cuando Critt tosió mientras hablaba con Beatrice, volví mi atención a él. Pude ver como al instante comenzaba a tiritar y se arropaba más con las mantas, como si el ambiente estuviera a grados bajo cero.

Miré al suelo con molestia e impotencia. No quería volver a ver a uno de mis amigos en problemas y quedarme de brazos cruzados, sin hacer algo por ayudarlos. No, no otra vez.

—¿Rose? —escuché el susurro de Critt, llamando mi atención.

—Si, yo... lo lamento Critt no te escuché.

—Critt preguntaba si podemos venir a estudiar con el para los exámenes finales —me explicó Beatrice, ayudando a Critt a beber una especie de té de hierbas, seguramente medicinal—. Este chico dramático cree que no saldrá nunca de aquí.

—Oh Critt, no digas eso —le reprendí con suavidad, para luego sonreírle segura de mis palabras—. Saldrás de aquí en menos de lo que canta un gallo, ya lo verás.

—Eso espero...

—Bien señoritas, será mejor que se retiren —dijo Madam Pomfrey acercándose a nosotros—. El señor Blue necesita descansar.

Beatrice y yo nos retiramos luego de despedirnos de Critt y prometer que iríamos al día siguiente.

Así fue hasta que muy pronto nuestro amigo salió de la enfermería totalmente recuperado. Luego de eso, justo como habíamos dicho, estudiamos arduamente día a día para finalmente pasar con éxito y alegría los exámenes finales. Excepto Beatrice, quien estaba segura que el profesor Snape la odiaba más que a cualquier alumno por el decadente puntaje que había obtenido, aún así, había aprobado.

La inquietud me perseguía con el tiempo, por lo que un día, decidí visitar a Madam Pomfrey en la enfermería.

Como siempre preguntó si algo malo había sucedido mientras corría de una cama a otra revisando y curando a los demás estudiantes que ya se encontraban mejor o que tenían simplemente lesiones menores.

Le imploré que me enseñara algún hechizo que me permitiera ayudar a alguien si se encontraba en problemas. Se negó rotundamente. Dijo que no era profesora de encantamientos y que fuera con el profesor Flitwick si necesitaba hechizos de defensa. También insistió que en primer año solo debía aprender los hechizos que aparecían por norma en el libro de encantamientos y que como podía ver en aquel momento se encontraba muy ocupada.

Con todos sus argumentos en contra, decidí no insistir más. Me mordí los labios y asentí sin más remedio, aceptando su veredicto final. Me despedí de ella educadamente y caminé hacia la salida.

Antes de que pudiese salir, sentí su voz llamándome. Volví en mis pasos y me acerqué a ella. Sentí su mirada evaluadora analizarme, luego suspiró brevemente.

—Debes saber que este no es un hechizo para defenderte de algo o protegerte o nada de lo que van a enseñarte en los próximos años. —Asentí repetidas veces sin dejar de mirarla a los ojos. Sentía que en cualquier momento cambiaría de opinión—. Este es un hechizo de sanadores, te permitirá curar a alguien que tenga dolores gracias a algún ataque mágico.

—Entendido.

La señora Pomfrey me miró con reproche, como si esperara que en algún momento la detuviera y me arrepintiera de lo que sucedía.

—Bien, ahora repite después de mi...

El año terminaba más que bien. El hielo maldito se había extinguido, los alumnos ya estaban completamente recuperados y lo más inesperado, ¡Gryffindor ganaba la copa de las casas!

Las promesas de escribirnos a diario e incluso reunirnos algún día de las vacaciones de verano se hicieron luego de abordar el expreso de Hogwarts.

Al instante en el que el pitido se hizo presente, miré por la ventana. Desde aquel punto apenas si podía ver el castillo, con sus torres puntiagudas, y las ventanas del gran comedor haciendo reflejos a la luz del sol... tan pequeño a lo lejos.

Aún así, era suficiente para hacerme desear que los días pasaran rápido, que el verano fuera un pestañeo y así poder volver a él. Volver a aquel mundo que desde ese año, había cambiado mi vida por completo.

Rose Grey y la historia perdida en el tiempo [#1] [Charlie Weasley x Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora