Cuando volví en sí, después de largos gritos bajo la lluvia, hice el mejor esfuerzo para levantarme con la poca fuerza que me restaba. Había sido magullado, maltratado totalmente. Al momento de tocar la herida de la cabeza la sangre brotó nuevamente en un suave andar. Las manos seguíanme ardiendo, como si las hubiese sumergido en el mismisímo infierno.
Habiendo erguido, totalmente la postura, las cosas se desmoronaron aún más con ver el gran portaaviones de la escuela Kuromorimine siendo casi tapado por el horizonte lluvioso. El libro estaba a salvo bajo mi casaca. Lo único que me importaba es que estuviese de esa forma. Si algo hubiera llegado a pasarle, me tomaría por más miserable de lo que ya era.
Por más que los viese no volverían. Estaba solo, perdido en un país desconocido, andando sin rumbo hasta que el cansancio me tumbase en alguna calle y un auto vinieseme encima solo para acabar con este sueño. Esto era lo que más deseaba en mi interior.
Caminé por el muelle, a paso lento, cojeando con el libro. Las diversas estructuras, complicadas de describir, eran engullidas en la gran cantidad de gotas que se precipitaban sobre ellas y el suelo. Los sonidos, puc, puc, puc, puc.
Los trabajadores, que seguramente estaban resguardandose de la tormenta en algunos de los almacenes mientras veían las gotas desde ellos, me observaron. La soledad debía estar irradiada en mi rostro. El cansancio, el dolor, cualquier forma de pánico en el alma estaba expresado en mi rostro.
Era como si hubiese sido envuelto en muchas cantidades de vendas. Llegué a la calle. Tomé rumbo a un conjunto de casas.
***
Llegué a Kuromorimine en la noche. Ninguna persona estaba presente en el lugar de aterrizaje del zeppelin. Todo estaba oscuro. Cuando tuve en cuenta el tiempo, supe que él debía estar esperándo mi llegada en el mismo banco. Tomé rumbo hacia el lugar indicado.
Pasé por las calles vacias de la ciudad-barco, iluminadas por las tenues luces amarillas de los faroles hasta llegar al espacio donde esperaba hallarlo sentado con un libro en la mano. Como todos los días anteriores a ese.
Pensaba que, por la lluvia, seguramente se retiró a su habitación. Mis afirmaciones se dieron correctas cuando en el banquito no había nadie, solo la lluvia cayendo a cantares. Una flama se encendió en mi pecho. Quería verlo. Realmente, deseaba verlo.
Me dirigí corriendo a los dormitorios hasta subir al cuarto piso, donde su habitación estaba ubicada. Toqué la puerta, con la esperanza de que estuviera despierto. No hubo respuesta. Volví a tocar, esta vez con más fuerza. La espera no se vio propicia.
-Ya se fue a dormir... -dije, desanimada.
Comencé a bajar las escales, simplemente para llegar a mi habitación. Parecía ser que Liam no deseaba hablar ese día.
***
He de asumir que llegué al pueblo en veinte minutos. Todas las casas irradiaban su luz interna como soles vividos en sus interiores, las carreteras estaban, al igual que la ruta tomada, totalmente despejadas. Ningún alma se arremolinaba en la vista. Agarré con fuerza el libro bajo la casaca. La importancia de aquel escrito estaba ligada con la fuerza vital de mi cuerpo. Era mi corazón. Si llegaba a destruirse o mancharse por las gotas de lluvia, caería rendido, sin fuerza hacia el suelo dejando de respirar. Podía preverlo.
Las piernas temblabanme. La adrenalina restante se enfocaba en moverse, junto al libro en los adentros de la ropa. Todo el cuerpo dolía. Tropecé y posé el peso del cuerpo sobre el muro a la izquierda. Perdí la noción de la dirección hace mucho. Dónde estaba. Cuándo tomé la derecha o la izqueirda. Cuándo me adentré en el pueblo. Dónde estaba, dónde estaba, dónde estaba, dónde estaba.
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Serie Fanfic Girls Und Panzer #1: Sobre La Guerra Y El Amor
FanfictionCuando la Confederación de Panzerfahren japonesa llegó con la propuesta de abrir sus puertas a los hombres y otras naciones, Liam Díaz no dudo en tomar la mejor opción para finalmente salir del país que tanto dolor le hacía en el alma. Llevado solo...