1. Zero Hour

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Estás al frente, siempre dispuesto. Haces todo lo posible. Cuentas hasta que te quedes sin números y entonces... nada. No encuentras nada, no hay misericordia. Vuelas como un cohete a toda propulsión al planeta Marte, como si fuese escrito por el mísmisimo Ray Bradbury. Pero, este cohete no es más que el tanque.

Recibí un golpe. Pero no fue un golpe físico, estos te hacen daño por un momento. Fue un aturdimiento mental. Miré, escuché y, de un momento a otro, estaba consultando tanques de la Segunda Guerra Mundial como si un trabajo de colegio se tratara. Existían variados estilos, algunos hermosamente estructurados, otros pésimos.

Unos días antes llegaron esos dos hombres a hablar del Sensha-do. El deporte favorito de los japoneses. ¡Qué dicha! ¡Mujeres vapoleandose dentro de tanques! ¡Ahora deseaban expandir sus fronteras y llevar a los hombres! Era nuevo, en Colombia no existían ninguna de las escuelas como las que ellos hablaban. Ciudades en grandes portaaviones que surcaban los oceanos. ¡Una independencia, sí señor! Este golpe, del cual hablaba antes, llegó como una revelación y, asímismo, como una maldición.

Escuchaba a Bach, nada raro, mientras leía un momento interesante de «Noches blancas». Nasténka, oh la maravillosa Nasténka, abandonaba al personaje principal que tanto la amaba solo para volver con su antiguo pretendiente, que tanto daño causóle a su corazón. Me sentí tan desgraciado como el miserable de la historia. Pensé en los tanques. Decaí al instante.

-¡Hey, Liam! -Llamó Mikaela -. ¿Podría dejar de leer un momento? Se quedará ciego de ver tantas letras.

-¿Qué pasó, sumercé? -Alcé la vista -¿Qué se le ofrece? ¿Un guarapo con masamorra?

-Ay, marica no se me venga con esas porque lo interrumpí -dijo -. Le vale gozar, papi. Me enteré de todo, parce. ¿Cómo así que se va entrar a hacer los examenes?

-Pues, mana, son cosas que pasan. Como a ustedes no le importa, vaya y rueguele a su Marrano Duque que le de educación de calidad.

-Marica deje la güevonada. ¿Por qué se va? ¿Es que no le gusta estar con nosotros?

-Mikaela, no es eso, mi ñera. Venga le explico.

Nos dirigimos a la biblioteca de la escuela. Abarrotada de estudiantes como todos lo días. «Que bueno, gente leyendo» es un pensamiento irónico; en hoy en día no se va a leer ni se hace silencio en la biblioteca en un descanso, se discute y se hacen las tareas del día (¡y eso con suerte!). Nos sentamos en una mesa apartada, casi al fondo del lugar, donde podríamos hablar con tranquilidad y sin interrupciones.

-Yo sé que nos explicaron. Sin embargo, no me quede con lo dicho en esa charla mediocre que dieron esos manes de la Confederación. Estamos hablando de una escuela gratuita, en altamar, con apartamento incluido y lo único que le dan sus papás es lo de la comida. Es que ni transporte hay porque queda cerca. Así que, aprovecharé la oportunidad y saldré de este hueco de paracos uribistas de mierda llamado Colombia.

-Es que hasta no suena mal cuando lo explica usted.

-Si quiere se va conmigo. Tomamos los examenes y fuimonos. Igual no hay mucho santandereano que quiera salir de aquí -miré el contador de elegidos el techo, estaban repartidos por todo el colegio -. Aún no superan los doscientos.

-Es una vaina arrecha, hombre -dijo ella -. Recuerde los de las invasiones que no tienen donde estudiar (¡y si estudian en un colegio donde dieron la noticia! Aunque hay pósteres colgados por doquier, ush jueputa que rabia ya me cansé de verlos), los venecos. ¿Le decimos al negro?

Serie Fanfic Girls Und Panzer #1: Sobre La Guerra Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora