XVII

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El estruendoso sonido del timbre, al termino de la primera hora del día lunes, les indicó que ya era hora de salir al recreo. Comenzaron a guardar las cosas de la materia, y la profesora borraba el pizarrón recordándoles sobre el informe de laboratorio que tendrían que entregar al finalizar el semestre. Las primeras en salir del aula fueron dos chicas rubias, la primera con un labial rosa chillón y la segunda con uno rojo intenso, ambas riendo a carcajadas. Las conversaciones se iban apagando a medida de que el salón se vaciaba, hasta solo quedar dos personas. 

Adore y Bianca.

Era fácil adivinar, pues aquello estaba pasando más seguido de lo que ambas querían admitir. Al principio Adore sólo preguntaba cosas relacionadas con el tema de la clase, notando lo inteligente y experta que era Bianca en cada uno de los temas, intentando entender a la perfección. Nunca le había interesado tanto estudiar y normalmente la biología le aburría en sobremanera, pero cuando la explicaba ella no parecía tan díficil (y por eso, dejaba de ser aburrida). Ni siquiera se dieron cuenta cómo, después de un par de clases quedándose el receso en el aula, dejaron de hablar de células y comenzaron a hablar de ellas mismas. De lo que amaban, lo que odiaban, qué cosas disfrutaban a hacer y a ponerse al día con todo lo que se habían perdido de la vida de la otra hasta ese momento. 

Descubrieron que sólo tenían cuatro años de diferencia, pero que parecían muchísimos más porque Bianca adoraba abusar del maquillaje y era muy madura por su forma de hablar. La mayor estaba muy atariada con todo lo relacionado a su práctica antes de recibir su título, pues la profesora que debía estar ayudándole había enfermado y tenía que hacer todo el trabajo por sí misma: se notaba su esfuerzo en las pequeñas aureolas oscuras rodeando sus ojos, intentando ser ocultas por corrector, pero apareciendo de todas formas al final del día. Por ello, la menor comenzó a ayudarle en aquellos pequeños momentos que tenían a solas: revisaban exámenes, ordenaban el material de estudio, le ayudaba a destacar y encontrar los documentos importantes. No se aburrían de todas formas, pues siempre iba todo acompañado con sus voces, aunque sólo sea un pequeño tarareo de parte de la alumna. 

— ¿Bianca? —preguntó Adore, quien ya instalaba una silla a su lado (como solía hacer siempre) para ayudarle a organizar el material de estudio que tendrían la próxima semana. 

— ¿Qué? —preguntó con hastío la mayor. 

Buscaba una hoja que todos los días firmaba el director de estudio, haciendo constancia que cumplió con su horario, completamente fundamental para entregar en su universidad y comprobar que sí hizo su práctica como debía. Estaba tan concentrada escarbando en cada carpeta y cuaderno que había dentro de su mochila (que nunca estaba tan organizada como presumía), que probablemente nada hubiera hecho que mirara a otro lado. Excepto, por supuesto, la pregunta que le hizo Adore.  

— ¿Cuándo hablaremos de lo que sucedió en la fiesta antes de empezar el año? 

Si la mayor hubiera estado tomando agua, en ese momento la hubiera escupido sobre todo su laptop, hojas y probablemente también en Adore. Sí, se lo veía venir completamente, pero al estar concentrada en algo más la impresión fue muchísimo más grande. Se volteó hacia la menor, frunciendo el ceño, encontrando a la otra alzándose de hombros ante la mirada interrogativa: claramente no era el momento para preguntar eso. 

— Cuando tú lo desees, cariño. No es como si estuviera buscando una hoja importante y tuviera poco tiempo para ahora llegar a la universidad y terminar mi último curso... 

Al principio, la chica sintió sus mejillas colorarse por la vergüenza, pero pronto se encontró a sí misma riendo. Se agachó, tomó una hoja del suelo (que a pesar de estar sucia, estaba ahí) y se la entregó a Bianca. Ahora era la profesora quien sentía vergüenza. Rápidamente salió a la oficina del director de estudios, que quedaba tan solo a unos pocos metros de distancia, y volvió a la sala. 

— ¿Qué necesitas hablar sobre esa noche? —preguntó, entrando con una sonrisa de alivio tras soltar un gran suspiro, guardando aquel papel tan importante (y ahora arrugado) a su mochila. 

No importaba cuántas veces Adore lo había practicado antes, cuando le tocó hablar se quedó sin palabras. Sentada ahora en la silla que correspondía a Bianca, apoyó sus codos en la mesa y acunó su propio rostro con sus manos. Ambas se miraron por unos segundos, conectando sus miradas de esa manera especial que tenían como cuando estaban solas. 

— Que...que nunca antes había estado con una mujer. Y ahora sé que me gustó, pero ¿Qué se supone que hago ahora? 

Bianca rió y se inclinó un poco hacia el escritorio, quedando cerca de Adore. 

— Recibes tu visa gay de turista, y cuando llega el momento debes hacer los trámites para ser lesbiana permanentemente —se burló Bianca, y cuando la menor desvió la mirada y su rostro cambió a uno realmente afligido, el tono de la otra cambio a uno tranquilizador— No pasa nada. Encuentras a alguien que te guste sin importar el género, y a la próxima que te encuentres a una chica que te guste, ya no será una sorpresa. 

Adore asintió con la cabeza, aún no muy convencida de lo que estaba escuchando. Sabía que esto era algo nuevo para ella, y que no estaba entendiéndose mucho a sí misma... pero estaba segura que la vida no estaba dispuesta para afligirse por esas cosas. Simplemente le gustaban las mujeres y ya. 

— Estaré acá para ti si necesitas saber cualquier cosa. Seré tu guía lesbiana en tu camino. —tras decir eso, recibió una mirada devuelta y una pequeña sonrisa, lo que le hizo sonreír también. 

Pero ya era momento de irse, por lo que puso su mochila en sus hombros. Justo cuando iba a despedirse, Adore tomó su brazo suavemente para que se quedara. 

— Antes de que te vayas ¿Puedo preguntarte una última cosa?

— Rápido. 

— ¿Y lo de esa noche puede volver a pasar? 

método científico ; trixya a.u.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora