XXIV

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Para la sorpresa de Katya, a Trixie no parecía molestarle la presencia de gran parte del equipo de porristas mientras bailaban a una cercanía que claramente no significaba amistad. Si bien no se habían besado desde que se bajaron del auto y sus manos se estaban limitando a lo socialmente aceptable, ambas se veían bastante cómodas mientras pegaban sus cuerpos contra el de la otra mientras se movían al ritmo de la música. Todo iba demasiado bien, e incluso le había deseado buena suerte a Pearl antes de irse con Dean. 

—¿Alguien puede ir a buscar más vodka a la cocina? —preguntó una chica. Los ojos de Trixie destallaron ante una idea. 

—¡Nosotras! —chilló, tomando la mano de la rusa y llevándola a la cocina. 

Se cerró la puerta. No había forma de ponerle un seguro, pero pensar en ese tipo de detalles era completamente imposible una vez que habían unido sus labios. No se habían dado cuenta para cuando Trixie estaba sentada en la encimera de la cocina, y Katya se acomodaba entre sus piernas a besarle el cuello: era muy fácil escalar a esas alturas cuando se habían estado provocando gran parte de la noche. La menor comenzó a deslizar sus dedos bajo la camiseta oversized de la otra, primero acariciando su cintura con la yema de los dedos y luego jugando a subirla para ver cómo reaccionaba. 

Camiseta afuera. 

Si bien había comenzado besando su cuello, Katya bajó por su clavícula, el comienzo de su pecho, y de ahí a besar la parte de su abdomen que se podía ver bajo su crop top. Inmersa en lo que la mayor estaba haciendo, Trixie se quitó la prenda de ropa y se aseguró de arrojarla cerca de la camiseta. 

Crop top fuera. 

Inmediatamente Katya besó uno de los pechos de Trixie, luego dejándole una hermosa marca roja que pronto la heterocuriosa podría observar para recordar el momento. A pesar del alto volumen de la música, pudo escuchar perfectamente el suspiro que soltó ante su acción, y orgullosa dejó una igual en el otro. Se escuchó el chasquido de la separación entre su piel y los labios de la rusa cuando su celular vibró en señal de notificación. 

Y no una, poco a poco se hicieron tres. Trataron de ignorar el sonido y seguir con lo que estaban haciendo, pero de pronto aquellas tres se hicieron diez. La americana, frustrada por no seguir con ella experiencia que no iba a admitir cuántas veces había pensado, se rehusó a mirar quién era la persona tan insistente que estaba arruinando aquel preciado momento. Desbloqueó el celular, abrió la aplicación correspondiente y... 

...su rostro se desfiguró.

Aquellos mensajes delataban que le habían pillado. Había hecho todo perfectamente, pero ahí estaba su padrastro llamándole puta y zorra nuevamente. Amenazándole, como siempre, diciéndole que se arrepentiría de lo que estaba haciendo y que cuando llegara a casa vería qué significaba desobedecerle. Por supuesto Katya no sabía esto, dando un paso hacia atrás apenas la chica cambió su expresión y mirándole con preocupación... o sea, sí le preocupaba el cambio tan repentino de Trixie, pero más le preocupaba aquel horrible moretón que tenía a la altura de su costilla. 

No había visto una herida así en meses. 

—Es mi padrastro. Dice que vuelva a casa. —soltó, restándole importancia... pero cuando notó la dirección de la mirada de Katya, supo que debía dar explicaciones. 

— Vale. Si quieres... si quieres nos vamos ahora. Te puedo ir a dejar a casa —respondió Katya, embobada con la nueva información que comenzaba a encajar en su cabeza, recogiendo la ropa tirada en el suelo. 

—No. No quiero volver a casa aún.

— Pero no quiero que te pase algo. 

Ambas se mantuvieron en silencio unos segundos, acomodándose los tops que habían quedado en el suelo. Mientras, Trixie se tomó un especial tiempo para ordenar un poco sus ideas... ¿pero había una forma para eso? Katya le había contado un poco sobre su rehabilitación, y quizás merecía recibir la confianza que estaba entregando.

— Voy a estar bien. En serio. Pronto me voy a ir de esa casa y voy a estar bien, y no debes preocuparte porque dudo que mi padrastro tenga alguna autoridad sobre mí cuando tenga dieciocho recién cumplidos. No sé cuándo eso sea, porque aún no tengo el dinero suficiente para conseguirme un lugar en donde quedarme, pero estaré bien. 

—Pero ahora no lo estás. —respondió rápidamente Katya. No era difícil saber que estaba usando un futuro para no tener que explicar la situación que en ese preciso instante estaba sucediendo. 

— No. Pero ya estoy acostumbrada. 

El mundo no sabía lo extraña que era esta situación para Katya, quien estaba intentando no demostrar su incomodidad. Siempre había sido ella quien necesitaba ayuda, la que requería de comprensión y un trato especial, la pobrecita, la chica que había caído en el éxtasis. Sus amigas le apoyaban, sus padres le cuidaban como si fuera lo más delicado que poseían y todos a su alrededor se comportaban de forma diferente. De tanto ser socorrida, la rusa se dio cuenta que no sabía ser la persona que ayudaba a alguien más. Todos estaban tan concentrados en mantenerla viva, que podía contar las situaciones en las que alguien había pedido su consejo con los dedos de sus manos. Se mordió el labio, ahora intentando encontrar una respuesta correcta ante lo que estaba viviendo: tocarle el hombro estaba mal, intentar abrazarla significaría darle más importancia de la que ella le estaba dando, decirle que lo sentía no parecía una buena respuesta. 

Pero como el tiempo se extendía y ya no podía ser más incómodo, eligió una respuesta. La más impulsiva y apurada que se le pudo haber ocurrido. 

—Quédate conmigo. 

— ¿Qué? 

— Quédate conmigo esta noche. O todas las noches que quieras, y los días también.

— ¿Me estás pidiendo que viva contigo? 

Ante eso, la mayor carraspeó. Una vez de salido de su boca, sonaba mil veces más estúpido de lo que había imaginado. Intentando ocultar que tenía hasta las orejas rojas de la vergüenza, carraspeó. 

—Sí. Eso creo. 

—Me puedo quedar contigo esta noche. Después podemos discutir el resto de las noches y los días también.

Después de eso, Trixie buscó el vodka por el cual habían entrado en la cocina en un primer lugar y le abrió la puerta para que pasara. Ambas se separaron, pues la chica vestida de fucsia caminó hacia la sala de estar para seguir bailando con sus amigas y Katya buscó desesperadamente a Violet, encontrando a una furia. Y después a Adore, que fue ayuda nula.

¿Qué acababa de hacer?  



método científico ; trixya a.u.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora