XIV

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Después de lo ocurrido en el auditorio, Katya gozaba de un buen humor poco común en ella... o eso pensó Violet. Lucía una hermosa sonrisa, jugaba con su cabello y miraba de reojo a Trixie al otro extremo del casino del colegio mientras almorzaban, hablando sus habituales locuras y regalando aquella risa eufórica a todos sus amigos. Terminó la mayoría de la comida en su plato y podía jurar que sus hombros no mostraban tensión. Debía admitir que cuidar a su amiga rusa ya no era lo mismo que antes, pues claramente no era la misma. Había cambiado. Se notaba que había cambiado.

Pero ¿No era lógico que si una persona era muy feliz en un momento, se mantenga estable por el resto del día? Por lo menos así era antes.

Claramente ya no era lógico, las cosas nuevamente habían cambiado en la cabeza de Katya y no sabía qué hacer al respecto. En clases de Literatura le pudo ver a pocos asientos de distancia con la respiración agitada, tensa, con la mirada muerta fijada en el pizarrón. Quizás estaba imaginando algo, o tal vez intentaba concentrarse para olvidarse de lo que estaba pensando. No era buena ayudando a las personas que se sentían mal... bueno, tampoco era muy buena ayudando a las personas que estaban bien.

Era mala ayudando. Pero era buena en muchas cosas más, eso seguro.

Además ¿Cómo ayudar a alguien que era tan cerrada como lo era Katya? Tan explosiva. Tan estoy bien cuando realmente me estoy muriendo. Tan autodestructiva. Se preguntó por si valía la pena acercarse, pues su boca siempre parecía decir las palabras incorrectas. Pearl siempre le categorizaba como una insensible preocupada.

Tenía que concentrarse. Debía pensar en la forma en la cual averiguar qué estaba sucediendo en su cabeza y atender a la clase también. No. Mejor olvidar la clase y enfocarse a su amiga, intentar que la voz del profesor se hiciera tan solo un murmullo entre lo que era realmente importante. Pero la chica frente a ella (¿Danielle era su nombre?) parecía no parar de susurrar a su mejor amiga sobre todo lo que odiaba la nueva coreografía de las porristas ¡Y qué se creía! Si ni siquiera podía coordinarse con la música, además podía aprender una cosa o dos sobre difuminar sombras.

Estaba perdiendo el foco de nuevo.

¿Cuándo fue la última vez que le había visto sonriendo?

Probablemente cuando fue al baño y Katya se quedó hablando con unos chicos afuera. Le regaló una pequeña sonrisa y le dijo adiós con la mano. A ellos tres tan solo les conocía porque los había visto por los pasillos y tal vez en una o dos fiestas, pero no sabía en qué círculos se movían ni qué intensiones tenían al hablar con ella. Una vez que salió del baño la rubia había desaparecido, y al entrar al salón claramente ya no tenía el mismo aire animado que antes.

¿Era normal eso? ¿Que su humor oscile entre estar eufórica y enormemente risueña y luego estrelle hasta el suelo, hasta tenerla pálida y ahora con las manos temblorosas mientras intentaba garabatear algo en su cuaderno? No lo sabía.

Chad, que se sentaba justo a su lado, tomó su mano bajo los pupitres. Era el ex-novio de Trixie, aquello lo tenía muy claro, pero no se sentía culpable. Cuando estaba con la chica Barbie no había ni una chispa de interés por ambas partes... y si era muy sincera, Violet debía admitir que tampoco se sentía atraída a él. Simplemente le gustaba... callado. Tal como estaba en ese momento.

Katya se levantó para ir al baño, y tan pronto como recibió el pase para salir del aula parecía que iba a vomitar. La azabache contuvo la respiración, culpándose a sí misma por estar estancada en ese asiento, obligándose a hacer algo mientras su cuerpo era capaz de responder. Realmente debía hacer algo, por lo menos ayudarle a tomar su cabello...

No lo hizo. Se quedó en el lugar, demasiado preocupada en sobrepensar las cosas como para hacer que sus neuronas hagan conexión para mover su cuerpo.

Ahora ella misma necesitaba pensar en otra cosa. Quizás eso despeje su mente y, al volver a pensar en Katya quizás pueda tener una solución.

Chad tenía el cabello castaño muy corto y ojos azules con unas pestañas demasiado largas. Le gustaría tener aquellas pestañas. Pearl tenía esas pestañas, y las aprovechaba muy bien: no tenía que usar mucha máscara y sus ojos se veían preciosos sin necesidad de mucho maquillaje ¡Cómo le gustaría tenerlas así! El cuerpo del chico estaba ligeramente marcado, dedujo que iba al gimnasio varias veces a la semana ¿O era capitán de un equipo de fútbol americano en un club fuera del colegio? La verdad no tenía idea, normalmente no escuchaba cuando hablaba.

Cuando intentó pensar en la última conversación no relacionada con sexo que tuvo con el chico, notó algo en el pupitre de Katya.

Bingo. Su celular. No se lo había llevado.

Soltó el toque con el chico (manos demasiado grandes, le gustaban más las manos del chico con el que estuvo antes, Justin) y se sentó en el puesto de su amiga tan pronto como el profesor dio vuelta hacia el pizarrón. Nadie dijo algo, sabía que no le delatarían. Tomó el aparato en las manos, introdujo la contraseña (había sido dotada con una memoria fotográfica que le había salvado en varias ocasiones) y prosiguió a abrir sus últimos mensajes. Quizás no encontraría lo que necesitaba, no obstante, valía la pena intentarlo.

Y tuvo suerte. 2 mensajes contaron lo que necesitaba saber.

Número desconocido: Son 7 dólares por el gramo 15:13

Veronika: ¿Y cuándo podremos vernos de nuevo? 15:31

Quizás debería levantarse a acompañarle al baño.
Fingió tener una llamada importante y salió del aula: a sujetarle el cabello a su amiga y preguntarle qué mierda estaba haciendo.

método científico ; trixya a.u.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora