Siete:

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Los días pasaron, pero aun seguía con rencor hacia mis hermanos.

Hoy prácticamente sería mi primer día de clases, por lo tanto me preparaba para ello. No sabia exactamente qué usar pero opté algo adecuado al clima soleado; jean color cielo rasgado en algunas partes dandole un buen toque, una pequeña blusa ajustada negra con mis militares negras y mi infaltable chaqueta. Era costumbre no maquillarme pero decidí un poco de delineador y labial transparente.

Agarre mi teléfono con fuerza y respiré. Sentía nervios y no sabía la razón, eso me preocupaba.

Baje las escaleras lentamente dejándome llevar por el exquisito aroma que venía de la cocina y como era costumbre, todos reunidos con sonrisas hablando de cosas triviales.

—Buenos días, cariño.— Marisa podía ser muchas cosas, pero optimista era lo que destacaba de su ser. Su sonrisa era muy contagiosa y hasta podía alegrar el peor día.

Sonreí en forma de saludo y agarre una manzana para empezar a comerla lentamente, observando a todos en la sala.

—¿No desayunaras?.— Derek habló sacando del estado estable en el que estaba.

—¿No es muy obvio?.— comenté con sarcasmo. Su mirada neutra podía asustar a cualquiera, pero no a mí, yo era mucho peor.

—Muy bien niños, primer día y nada mejor que llegar a horario, andando.— habló Thomas echando a todos de la cocina.

Despedí a Marisa con un suave beso en la mejilla y me fui. Subí a mi tesoro para tomar rumbo, pero todo fue aburrido, igual que el instituto.

Era odioso que siempre hayan miradas curiosas por personas tan normales como nosotros pero lo que molestaba aun mas, eran los murmullos, esos que te hacen pensar las infinitas suposiciones o historias que crean en milisegundos.

Mis hermanos y yo caminamos con naturalidad al lado de nuestro padre, él sabía donde quedaba la oficina de la directora.

Alice Stanford

Mi padre habló con nosotros de esa mujer, múltiples recuerdos de su infancia hacia ella ya que —según el— era como una madre para el. Decía que su carácter era fuerte, pero muy sensible hacia sus seres queridos o cercanos.

Después de tanta espera y caminata, nos sentamos pacientemente en unos asientos, que parecían de la recepción a mi suponer.

Se podían escuchar varios murmullos en aquella dirección, o eso era lo que yo pensaba ya que los demás estaban distraídos, como si no escucharan lo mismo que yo.

—Es ella...

Y esas simples palabras hicieron que mi corazón se detuviera para comenzar a latir de forma acelerada.

¿Seré yo?.

Lo único importante que rondaba en mi mente.

Mi vista quedaba fija en la puerta, intentando escuchar algo más pero salte en un brinco cuando él salió de aquella oficina. Nuestras miradas conectaron por unos segundos en los que sentí mi estómago explotar de emoción.
Luego siguió su camino sin importarle mi mirada en su nuca. Que guapo era..

Mis pensamientos no eran del todo acordes, pero tenía deseo hacia él, lo cual era extraño ya que solo se su nombre. Demon.

¿Qué hacia aquí? ¿estará siguiéndome?, no puede ser.

Mi padre me dio un codazo al ver que no reaccionaba, nos pusimos de pie y la puerta que yacía cerrada, ahora estaba entreabierta. Podíamos entrar después de tanto.

Mi Dulce Tormento©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora