Cuatro:

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Desperté en la madrugada por los putos sueños que me atormentaban noche tras noche. Hace días no tenía ningún sueño y pensé que se esfumaron, pero me equivoqué.

Me senté en mi cama, saqué de la mesa de luz mis cigarros con mi encendedor y me puse de pie. Prendí un cigarro y caminé por la casa recorriendo con la mirada cada detalle.

Entré en una habitación y era la de Becca, a diferencia de la mía, toda la habitación se destacaba el blanco, también tenía un balcón. Dormía plácidamente en su cama y su cuerpo temblaba del frío ya que no estaba tapada. Puse el cigarro en mis labios y usé mis dos manos para acomodar el acolchado sobre su cuerpo. Cerré la ventana del balcón y luego salí de su habitación.

Entré a la habitación de al lado y era la habitación de Cara que también se destacaba el blanco pero con toques negros. Se encontraba en el balcón mirando las estrellas con atención. Muy normal de ella. No la molestaria así que cerré la puerta lentamente.

Había una habitación al lado de la mía. Cuando entré me di cuenta que era la habitación de Luke y destacaba el negro, eso me encantaba.

Quedé mirándolo por unos segundos. Sus facciones se tensaban y movía su cabeza de un lado a otro. Me acerqué y empezó a sollozar. Agarré su mano y la acaricie lentamente. Tararee una canción al azar y su cuerpo se fue relajando a medida del tiempo. Lo tape con el acolchado correctamente y dejé un beso en su mejilla.

Salí de la habitación y al subir la mirada noté una sombra a varios metros de distancia. Achique los ojos con la esperanza de ver mejor pero fue en vano, no podía distinguir nada.

Me acerqué lentamente y levanté la mano con inseguridad. Quería saber si era mi imaginación o...

–¿Qué haces, Boo?.– salté del susto y me di vuelta encontrandome con Cara. No quise ver hacia la sombra.

–Pensé ver algo, pero me equivoqué.

Caminé hacia la cocina y sin duda era muy moderno todo aquí.

Abrí el refrigerador buscando algo para beber pero estaba más vacío que mi corazón así que me resigne a tomar un vaso de agua.

Suspire mientras me recostaba en la isla de la cocina y miraba un punto fijo sin sentido alguno.

Subí de nuevo a mi habitación aunque tenía miedo de ver otra vez esa sombra.

Encendí otro cigarro mientras me sentaba en la barandilla de mí balcón. Miraba la luna llena atentamente y me acordé de una vieja historia de mí madre.

–No sabes cuánto te detesto. Maldita sea la hora en que fuiste mi madre.

Mis palabras salían con rencor y odio, mucho odio. No me arrepentía de nada.

Mis ojos se aguaron y inhale la nicotina con rabia para después sentir mis músculos relajarse. Tiré el cigarro en algún lugar del patio trasero.

Mis ojos de un momento a otro empezaron a pesar por el sueño así que caminé a mi cama con lentitud para luego recostarme. Me acomode de costado y abracé una almohada.

Caí rendida al sueño pero juro haber sentido un brazo protector pasar por mi cintura, haciéndome sentir segura y supuse que era Dominik. Dormí con esa hermosa sensación.

(...)

Desperté otra vez por una pesadilla, pero por suerte ya era de día. Puse los pies en el frío suelo y caminé hasta el baño para poder ducharme. Terminé y enrolle una toalla en mi cuerpo, dejé que el vapor que había en el baño se esfumara al yo salir por la puerta.

Vestí con ropa interior negra de encaje, una sudadera crop top camuflado, unos vaqueros con roturas y mis botas militares.

Moví mi cabello negro de un lado y lo peine, me maquille y perfume.

Bajé las escaleras de 2 en 2. Veía la casa atentamente y me senté en la isla esperando a los demás. Marisa cocinaba el desayuno y Thomas leía el diario con suma atención.

–Buen día, cariño.– habla Thomas mirando mi atuendo. -Te ves muy bonita. El verde te queda bien.

–Eso es verdad.– le apoya Marisa con una sonrisa. Sonreí agradecida y miré mi atuendo. No estaba tan mal después de todo, o eso creo...

A los minutos bajaron mis hermanos y cada uno tomó su respectivo asiento en la mesa de vidrio con 8 asientos.

Devore los tocinos y huevos revueltos para luego tomar un poco de jugo de naranja, así, poder bajar la comida. Eructe y todos rieron, igual yo.

–¿Sería tan mal idea, explorar el bosque de aquí cerca?...

Todos miramos a Becca con intriga y luego miramos a Marisa y Thomas para escuchar la respuesta.

–No...– contesta Thomas mirando a Marisa a lo que ella mira el suelo, estaban nerviosos.

–Pueden ir al centro comercial, si gustan.– esta vez, habla Marisa.

–Prefiero quedarme aquí hoy.– sin esperar respuesta de nadie, me puse de pie y caminé al patio trasero para sentarme bajo un árbol.

El clima era normal, soleado pero con suaves vientos, mi atuendo era el indicado para el día de hoy. Toqué el césped y cerré los ojos. Dejé que los sonidos se silencien y sólo escuchaba la suave brisa. Me dejé llevar por los instintos, al mover mi mano el viento se hizo más fuerte, como si de una orquesta se tratara.

Una extraña melodía se hizo presente al compás de mis movimientos.

Paré en seco al darme cuenta de la rareza que acabo de hacer. Encendí un cigarro y mis manos temblaban. Miré el -ahora- nublado cielo.

Hoy noche de lluvia y netflix, ¡yupi!

Vi a mis costados un gato con pelaje azabache y ojos de distintos colores, uno negro y otro rojo. Sin dudas era un lindo y llamativo gato. Sintió mi mirada y salió disparado para el bosque, tuve necesidad de seguirlo. Sin importarme lo que mis padres adoptivos dijeron, caminé detrás del gato sigilosamente.

El bosque de Seattle era oscuro y el clima no ayudaba de mucho. Muy pocos rayos de luz entraban en aquél lugar y le daba un toque de misterio.

Soy muy curiosa y haría lo imposible para resolver un misterio.

El sonido de las hojas crujir bajo las suelas de mis militares era lo único que se escuchaba, aparte del cantar de aves y rechineo de algunas ardillas.

Sentí otro crujir detras de mí pero supuse que sería un animal. Y por fin, encontré a aquél amigo felino.

–Hey, ven.– abrí mis brazos para que pueda acercarse pero su mirada intensa no era la de cualquier gato y eso me asustaba. Un movimiento de su parte causó que se fracture su patita derecha y caiga al suelo en seco.

–Mierda.– toqué mi cabeza y sentí que el gato podría morir.

Muy exagerada, lo sé.

Me puse de rodillas a su lado y deje mi mano abierta sobre su patita.

Miré sus ojos y estos tambien me miraban atentos. Cerré los ojos respirando lentamente y mi cabeza se movió bruscamente, en el mismo instante que un "crack" se escuchó.

Mi corazón estaba acelerado, mi visión borrosa y mi cabeza dolía horrores.

El gato se puso en sus 4 patas y supe que estaba bien.

Sonreí feliz aunque no tenía fuerzas. Cerré los ojos y él seguía a mí lado, quise suponer que no me abandonaría en un bosque lleno de criaturas que podrían comerme.

Intenté ponerme de pie y lo logré. Caminé unos pasos y el maullido del gato hizo que me diera vuelta. Me maree y caí esperando la llegada del duro suelo contra mi rostro y cuerpo, pero unos fuertes brazos familiares me sostuvieron y todo se volvió negro.

Mi Dulce Tormento©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora