Once:

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Nuevo día damas y caballeros, desperté de buen humor aunque varios dolores en mi cuerpo. Dormí muy profundamente después de esa lasaña, no recuerdo bien.

Me estiré en mi cama y decidí ducharme. Marisa y Thomas ya tomaron rumbo a Argentina, pero por suerte y inteligencia, saqué una copia de llaves para mí sola.

Terminé de ducharme y cepillé mis dientes para después terminar en mi cabello. Tenía muy buen aspecto, debo decir. Mi rostro parecía más iluminador aunque mis ojos tomaron un color tétrico y es raro, tenían un color particular.

Desnuda, caminé hacia mi armario y tomé unos jeans al azar, blusas, ropa interior, perfume, cargador de mi celular, computadora
y una que otra tontería más para meter todo en una pequeña maleta.

No me gusta la idea de estar con los Stanford, pero no dejaría a mis hermanos solos con ellos.

Vestí multimedia, me maquille a mi forma, rímel, labial, base y lápiz en los ojos.

Agarré mi maleta y celular. Baje las escaleras de dos en dos. Sentía una extraña picazón en mi espalda que lentamente se transformaba en dolor.  Le resté importancia y cerré la puerta principal con llave para darme vuelta e ir con los Stanford.

A los pocos pasos de distancia podía ver un cuarto que tenía una perfecta vista del mío, podrían vigilarme perfectamente desde ese lugar y de tan solo pensarlo me agarraba escalofríos.

Toqué la puerta suavemente, por que conociendo a mis hermanos siguen durmiendo, es de esperarse, 10 am de un sábado, ni yo estaría despierta si no fuera por mi insomnio.

Derek me abrió y miré sin importancia su rostro. Se puso a un lado para dejarme pasar y susurré un agradecimiento.

—¡Hola!.— saluda energéticamente Alice.
—¿Dónde estabas?, tus padres no pudieron despedirse de ti.

—En mi casa, creo yo.— me encogí de hombros. Alice miró de forma extraña a Derek.

—Llegaste a tiempo, ¡ya terminé el desayuno!.

Todos, incluidos mis hermanos bajaron las escaleras ordenadamente.

—¿Dónde demonios estabas?.— intenta regañarme Becca pero daba ternura en vez de miedo. Me encogí de hombros ante su pregunta y ella rueda los ojos. —Nuestros padres no pudieron despedirse.— y otra vez me encogí de hombros.

—Siéntense, donde quieran.

No le tomé importancia a las palabras de Alice, me senté en un lugar cualquiera y esperé con ansias el desayuno. Tenía muchísima hambre.

—Estas en mi lugar.— creo que es la primera vez que escucho su voz ronca y era para un orgasmo. ¿No tenía ningún defecto este chico?.

—Suerte para la próxima.— sonreí y miré mi plato. Escucho que suspira y se sienta a mi lado. Perfecto y hermoso Damon.

Alice nos servía tocinos, con huevos revueltos, panqueques, wafles, jugo de naranja y café. De mi parte estaba en el paraíso con estos desayunos, podría acostumbrarme.

—Así que.. ¿como les va en el colegio?.— todos miramos a Alice por lo sucedido de la semana pasada y ella se rasca la nuca nerviosa. Solté una risa.

Miré a Dominik, lo extrañaba, pero parece que el a mi no, ya que me miró de mala forma y se distrajo en su comida. Esa reacción dolió, mucho, pero no estaba para esas cosas
ahora, menos espectáculos.

Me enfoqué en comer todo, pero costaba. Me era imposible digerir, sentía en mi paladar el exquisito sabor, pero no era lo mismo. No saciaba mi hambre, podría decir que era poco y nada. De todas formas comí pero preferí tomar café para poder llenarme. Para mi suerte, estaba un poco mejor. Bufé en silencio. ¿Que mierda me está sucediendo?.

Mi Dulce Tormento©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora