Tres:

6 1 0
                                    

No encontraba a Cara por ningún lado y eso me ponía los pelos de punta. Seguí buscando pero no la encontraba. Pare en seco y cerré los ojos.

No hay música. No hay personas. Entonces, ¿qué escuchas?.

Moví mi cabeza de un lado a otro intentando escuchar hasta que por fin, oí los gritos de Cara y sentí el olor de su perfume. Abrí los ojos abruptamente y corrí hacía esa dirección encontrandome con la puerta del sanitario de mujeres. Intenté abrir la puerta pero no podía entonces rompí la puerta de una bala en el pomo y encontré a un imbécil sobre Cara. Ella tenía el vestido a su lado y no tenía bragas.

Algo dentro de mí se encendió y todo se fue al caño.

Agarré al idiota del cuello de su camisa y lo estrellé contra los espejos del tocador. Luego agarré su cabeza y lo estrelle una y miles de veces más.

No sentía noción de mi fuerza pero quería tornurarlo aún de más formas posibles pero ya estaba muerto.

Sentí que me dieron vuelta y estaba Cara viendome con asombro y miedo. Más lágrimas salieron de sus ojos y dio pasos atrás.

Me di vuelta para seguir con mi trabajo pero el reflejo que estaba viendo por el espejo no era yo. Yo no tenía ojos completamente negros sino esmeraldas. Cerré los ojos por unos segundos y intenté tranquilizarme.

—Nos iremos.— hablé desganada, me sentía totalmente cansada. El cuerpo estaba en el suelo. Pedí que limpien aquel dedastre y sin rechistar siguieron mis órdenes.

Acomodé mi chaqueta en Cara y la agarré de los hombros en todo el transcurso hacia mi motocicleta.

—¿Te hizo algo?.— pregunté viéndola a los ojos. Ella seguía mirándome con miedo pero negó con la cabeza lentamente. De un momento a otro me encerró en un abrazo y no aguantó más las lágrimas. La encerré en un abrazo y esperé a que termine de llorar. Varias lágrimas salieron de mis ojos. —Ya, Cara, ya estamos juntas y nos iremos de aquí.

Asentía mientras sorbía sus mocos, eso causó una mueca de asco de mi parte y ella rió por mi reacción.

—Vamos, te curaré.— sonreí de lado mientras sacaba las llaves de mi bolsillo delantero. Sabía que tenía preguntas en su mente. –Pregunta.
– rodé los ojos con una sonrisa.

—Eso de los ojos negros...

—Lo que te puedo decir es que no sé del tema, nunca me había pasado antes y mientras nadie se entere será mejor.— suspire y miré el suelo.

—Tranquila, nadie sabrá.— apreta mi mano y sonríe de lado. Asentí con la cabeza y pensé mejor las cosas.

—Vámonos.

Subimos a mi motocicleta y tomamos rumbo a nuestro hogar. Abrí la puerta principal y llevé a Cara a mi habitación. Saqué el botiquín y curé sus nudillos, igual que sus labios. Tenía moretones en sus muñecas y brazos. Quise llorar por haberla dejado sola y reaccionar tarde.

—Lo siento...— murmure cerrando mis ojos.

—No fue tu culpa, Boo.— sonríe y a mí solo me salió una mueca.

Guardé las cosas y igual que Dominik, dejé el botiquín bajo mi cama igual que todo el dinero que ganamos hoy.

—Tú paga.— le tendí el dinero pero ella negó, la miré fijamente y lo agarró mirándolo de una forma rara. –Es dinero Cara, tranquila.— reí.

Se puso de pie y se acercó a la puerta.

—Gracias...

—Descansa, Cara.

Mi Dulce Tormento©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora