Capitulo XXXIV

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THEODORE

Habían pasado un par de días donde solamente había sido castigado una y otra vez. Pasé de esperar con todas mis ganas este momento a repudiarlo en un instante.

La comida que me daban cada vez era menos por lo tanto mi debilidad aumentaba cada vez más cada segundo. Sentía que no podía mantener ni los ojos abiertos. Estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba.

Estaba atado a una silla, los guardias que estaban a cargo de mi habían ido por sus estupidas armas de electrochoque para intentar que hablara. Me preguntaban una y otra vez que por qué había matado a Damián.

Repetía una y otra vez que porque era una amenaza para mi y para mi familia. Al decirles eso se enojaban y empezaban a enviar fuertes cargas de electricidad por todo mi cuerpo. Si tenía suerte, con una carga me desmayaba y me llevaban a mi habitación, pero, en algunos casos una sola carga no era suficiente para acabar conmigo y tenía que aguantarme todo esto.

Me dijeron que no iban a golpearme, sabían lo suficiente de mi como para saber que me gustaba que me golpearan y que para nada iba a hablar si estaba disfrutando cada castigo.

La puerta se abrió haciendo que me enfocara automáticamente en los ojos del primer guardia que entró a la habitación de los castigos. Era el portero de la casa Mouskori, el mismo que me ató y me trajo hasta aquí.

Con fuertes pasos se acercó a mi y me susurró en el oído.

— Habla de una vez, sueltalo todo. No queremos lastimarte más.

Termino su frase estupida y provocó una sonrisa cansada en mi. Detrás de el siguieron los guardias detrás y me envolvieron en un círculo.

— ¿Por qué mataste a Damián? —el fortachón que me susurró hace un rato, me preguntó sin dejar de mirarme fijamente.

Me incorporé a la silla y me permití sentir el dolor de las ataduras sobre mis muñecas. Lo miré fijamente.

— No se cuantas veces lo voy a decir, pero parece no importarles así que seré directo. —tragué. —Lo maté porque me dio la gana.

Una sonrisa se posicionó en mis labios al darme cuenta que todos habían abierto sus ojos en señal de estar impresionados con mi respuesta.

— Electrochoques, vengan a m-m-m.

No me permitieron terminar la frase cuando la fuerte carga de electricidad estaba corriendo dentro de mi y podía sentir como se apagaban poco a poco cada uno de mis órganos. Llegaba el momento de desmayarse y morir por unos instantes.

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Acababa de despertarme de mi linda y divertida siesta, al costado de mi cama en la mesita de noche pude ver cómo habían dejado una bandeja con comida. Comida que se veía en excelente estado y me estaban dando ganas de acabarla en un segundo.

Me permiti comer y recuperar las fuerzas que con tantas cargas me habían quitado. En estos días no había tenido tiempo nisiquiera para pensar en Aleska o en Carter, me sentía tan cansado que en el mínimo momento que tenía libre aprovechaba para dormirme, cosa que les molestaba a ellos y me despertaban para hacer cualquier cosa.

Sentía como poco a poco me estaba muriendo en esa podrida cárcel y eso me decepcionaba. Merecía morirme en un jodido yate en París, no por cansancio en una podrida cárcel que ni se donde esta ubicada.

Cuando termine de comer me pare hacia la puerta y pase la bandeja vacía por debajo de la puerta. Siempre que terminaba de comer tenía que hacer eso para que supieran que ya tenía fuerzas para aguantar sus castigos de mierda.

- PSYCHO. [✔] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora