Capítulo XXXII

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THEODORE

Habían pasado dos días aproximadamente o al menos eso creía. Desde que me habían traído a la habitación perdí la noción del tiempo.

Llevaba tres ataques de ansiedad de forma seguida, sin duda alguna era mi récord.

Me encontraba sentado sobre un banquito de madera que estaba junto con una mesa en la habitación.

Las paredes de la habitación eran completamente blancas, parecía y olía a pintura fresca así que tenían todo esto preparado para mi. Tenia una ventana en la pared de la derecha, tenía seguridad para que no la pudiera abrir y escaparme. Estaba mi cama con sabanas blancas también pegada a la pared. Aparte de la cama y la mesita había un estante donde habían muchos libros.

La verdad, me sentía agusto. Hasta ahora no me habían sacado de la habitación más que para comer y cuando tenía ganas de ir al baño. La tortura no había empezado y aunque no sabía si en algún momento iba a empezar, la esperaba con ansias todos los días sobre mi mesa.

En estos días no he intentado escaparme, no he buscado la manera ni he prestado la atención suficiente para hacerlo. Detesto admitirlo pero me siento cómodo aquí. Estoy aislado, siento que necesitaba esto.

Knock, knock.

La puerta de metal sin manilla sonó. Probablemente era la hora de comer.

Me bajé de el banquito y dejé el libro que estaba leyendo sobre la mesa. Me pare en frente de la puerta y puse una sonrisa en mi rostro.

— Adelante. —dije con un tono entusiasmado.

La puerta se abrió completamente y no había nadie. Senti escalofríos.

— ¿Hola? —pregunté para asegurarme de que no hubiese nadie. — ¿Alguien?

Eso que acababa de pasar nunca había pasado. Siempre que la puerta se abría me obligaban a sonreirles a los guardias y aceptar todo lo que tuvieran que hacer.

Probablemente era una prueba, querrán saber si dándome la libertad de irme la voy a tomar o si me voy a quedar en esta habitación.

Que poco me conocen.

Asome mi cabeza fuera de la habitación encontrándome con lo que parecía era una cárcel a oscuras. En estos días había salido varias veces y me había memorizado algunos puntos de esta cárcel, sin embargo. Salir con todas las luces apagadas era un riesgo que estaba pensando seriamente si tomar.

La cárcel apenas se iluminaba por la luz que entraba por las ventanas. Era una luz muy tenue dificultandome completamente la vista. Sali de mi habitación sin cerrar la puerta para que la luz de mi habitación iluminara también un poco.

Empecé a caminar hasta donde sabía que estaba el comedor, pude haberme dirigido a la puerta y retirarme pero como ya dije, no quería irme.

A tres pasos aproximados de la puerta del comedor empece a sentir pasos proviniendo hacia mi desde mi espalda. Mi corazón se aceleró al mismo tiempo que volteaba dirección a esos pasos.

Nada.

De nuevo no había nada. Empece a pensar que todo era una especie de pesadilla y que debía buscar la manera de despertarme y acabar con esto.

— No. — una voz ronca y fría hablo desde mi espalda provocando que me erizara. — No estas soñando. — la seguridad y firmeza en su voz me intimidó un poco pero mis ganas por saber de quien se trataba era mucho más grande. Me voltee de nuevo.

En la esquina donde estaba la puerta al comedor podía ver dos ojos amarillos que al darse cuenta que los estaba viendo, desaparecieron.

— ¿Gadiel? —pregunté.

Silencio.

— Gadiel esto no es gracioso, enciende las luces y sal ya mismo.

Pasos en mi espalda, de nuevo.

Un dedo rozando mi brazo. Mis vellos se erizaron, de nuevo.

— No soy Gadiel. — su voz proveniente de la esquina a la que le estaba dando la espalda. Provocando que me girara hacia ella.

Observe de nuevo. El amarillo de estos ojos era mucho más profundos que los de gadiel así que definitivamente no era el. Me estremecí.

— Observame bien.. —me dijo en un susurro

Una esclera roja. Se encontraba en ambos ojos. Sentí frío en todo mi cuerpo provocando que inconscientemente frotara mis manos contra mis brazos.

— Recuerda — pausa. Vi cómo los ojos se hacían cada vez más grandes; se dirigía hacia mi. — Me —sentí un susurro en mi oído aunque no podía ver a nadie. Cuando finalizó sus palabras empecé a sentir calor.

Aleska se encontraba tomando mi mano con todas las fuerzas de su cuerpo diminuto.

El miedo en nuestros corazones se sentía cada vez más profundo y más grande. Sentíamos la necesidad de salir corriendo pero algo no nos dejaba.

Las luces se apagaron provocando que Aleska me abrazara.

— Bienvenidos. —esa voz que nos había atormentado tanto por alrededor de dos meses se encontraba dirigiéndose a nosotros.

Era rutina que cada vez que las luces se apagaran él iba a aparecer frente a nosotros. El hecho de que no supiéramos quién era ni cómo era, nisiquiera su estatura era lo que quizás nos daba más miedo.

Aleska ahogó un sollozo que pude sentir dentro de mi.

— Acaba con todo esto de una maldita vez. Acaba conmigo, matame. Haz lo que te de la gana pero hazlo. Para ya de jugar conmigo. —Aleska soltó sin pensar.

Los ojos amarillos se achicaron por lo que parecía era una sonrisa.

— Les venía a decir que todo se iba a acabar para ustedes. — pausa. — Por ahora.

— ¿A qué te refieres? — hablé.

— Theo, theo. Pequeño theo. Ya los jodi lo suficiente mentalmente. Ahora están desequilibrados y en el momento en que los suelte, pasará menos tiempo del que creen y ya estarán viniendo hacia mí. Solos. Sin tener que buscarlos. — su voz se tornó más ronca. — Y ustedes no recordarán nada de esto.

Agite mi cabeza repetidamente para que mi mente me sacara de esos recuerdos que aunque parecían bastantes reales, no podían ser ciertos. No recordaba haber visto esos ojos antes y me rehusaba a creer que borró mi memoria. ¿Cómo sería eso posible?

— Ya estas aquí. Conmigo. Sin tener que esforzarme, solito viniste hacia mi. —la voz de los recuerdos y de los ojos en frente de mi habló.

— No puede ser. —sentí un fuerte dolor de cabeza que estaba jodiendome a tal punto que me estaba costando mantener los ojos abiertos. —Es todo una mentira, deja de jugar conmigo. Es imposible.

Una risa macabra se escuchó, penetrando mis oídos, haciendo mi dolor de cabeza más fuerte.

— Lo mismo me dijiste aquella vez. Y adivina ¿qué? —cerro sus ojos haciendo que automáticamente dejara de saber donde estaba. — Lo hice. — escuche su voz detrás de mi pero me rehusé a girarme.

Intente mover mis manos hasta sentir algo de su cuerpo pero no había nada. Ya se había movido de nuevo.

— Estas loco si crees que voy a permitir que juegues conmigo haciéndome creer que fui o que soy débil. Peores mierdas me han pasado que un puto lunático creyendo que puede meterse en mi mente. — terminé.

— ¿Lunático? Oh. Me gusta, nadie nunca me había llamado así. —sonrió.

— Estas jodidamente loco.

— Pequeño Theo. ¿Quién no lo esta?

Sus ojos se esfumaron de mi vista y sentí pasos venir hacia mí y otros pasos de alguien yéndose lejos.

Las luces se encendieron y no estaban ojos. Ahora se encontraban unos guardias viniendo hacia mí con lo que parecía eran unas armas de electrochoque.

Lo siguiente que sentí fue una carga de electricidad bastante fuerte recorrer todo mi cuerpo provocando que cayera al piso inconsciente.

- PSYCHO. [✔] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora