Hola otra vez Pte. 1 [ 024 ]

638 75 2
                                    

Una ligera nube de polvo blanquecino se dispersa frente a mis ojos, permitiéndome ver a través del espejo mi reflejo apagado, encontrándome con la imagen de Hwa In golpeando delicadamente las brochas de maquillaje para quitar el exceso antes de aplicarme cualquier producto sobre el rostro. Debía lucir totalmente pulcra para la actuación de esta noche, incluso si mi cara estaría cubierta por la máscara.

Del otro lado de la puerta, se escucha como alguien golpea esta un par de veces con un ritmo bastante familiar, y tal cual lo esperaba, JiMin entra por la misma, portando aquel traje que le iba de maravilla, resaltando hasta el más mínimo detalle de su complexión, haciéndolo lucir como un personaje ficticio, demasiado apolíneo para ser real. Sin embargo, su rostro derrochaba una melancolía profunda, casi palpable. Suponía que tal vez estaría alucinando y aquello que percibía sería tan solo lucro de mi mente, hasta que el chico de cabellos turquesa se desprende del antifaz blanco, permitiéndome ver sus pequeños ojos tan peculiares, el suplicio empañándolos hasta tornarlos rojos e hinchados, notaba las lágrimas abultadas luchando por no caer, así como también me daba cuenta del odio que se escondía como un fantasma sobre sus pupilas. Me recordaba tanto a la pintura del Ángel Caído, tan divino, tan roto, tan vacío y muerto por dentro. JiMin me mira por medio del espejo y se percata de que llevaba un par de segundos observándolo con detenimiento, a lo que se da media vuelta para así secarse los ojos antes de volver a la misma postura de antes.

—Todo está preparado, Señor Jeon. Los demás están esperando por sus indicaciones —habla JiMin con la voz áspera, carraspeando luego de terminar la oración.
—Excelente —exclama Jungkook cuando se levanta del sofá y camina hacia la mesa donde yacían una gran variedad de armas colocadas sobre un mantel guindo—. Pueden empezar a cargar sus armas, saldremos en 5 minutos.

Y tal como había dicho, las personas que trabajaban para Jeon comenzaron a portar cuchillas, pistolas de diferentes estilos, bombas de humo sobre su vestimenta y dentro de ella, entre otros artefactos que a mi punto de vista eran bastante peculiares, mas no me preocupé por ello ya que mi mente estaba demasiado ocupada prestándole atención a JiMin. Su actitud era la misma que la ocasión en la cual me contó sobre RaeRi. Su preciosa RaeRi.

Él se acerca a la mesa con parsimonia, observando detalladamente un abanico de tamaño considerable que contenía una larga cadena de la cual podía sostenerse en la parte inferior, decorado con plumas naranjas y azules que yacía arrinconado, tomándolo entre sus manitas y termino por notar que el material con el que está elaborado no se trata de marfil o madera, sino de acero. JiMin sacude el mismo para abrirlo y las plumas liberan de la punta cuchillas con diferentes formas y medidas, dejando que este emita un sonido limpio cuando las navajas se deslizan, provocándome un escalofrío a lo largo de la espina dorsal. Camino a donde se encuentra, repasando su postura, era como un niño perdido mirando un juguete que se había encontrado en la calle.

—Es bonito, ¿no? —digo una vez me posiciono a su lado, sonriéndole levemente. Sin embargo, él no me mira.
—Tan solo es un abanico.
—Pero aun así vas a usarlo, ¿no?
—Planeo hacerlo.

Me quedo callada esperando que agregue algo más, obteniendo silencio por su parte. Las personas van desalojando la habitación de a poco luego de que Jeon da la señal para salir, mas yo no me muevo y espero a que la mayoría se haya alejado lo suficiente para poder hablar con mayor libertad con JiMin.

—No creas que puedes engañarme, sé que ocultas algo —le susurro mientras finjo elegir alguna de las armas de la mesa—. ¿Viste algo allá afuera?
—Estoy perfectamente, Anabel. Cierra la boca —responde con fastidio aun con la mirada gacha y clavada en las plumas de colores.
—¿Entonces por qué no me miras a los ojos?

De un rápido movimiento, hundo mis dedos en su mandíbula, apretando la misma con las uñas con forma de almendra para así encararlo y él suelta un quejido de molestia, abriendo mucho los ojos gracias a mi acto sin previo aviso. Los sentimientos expresados en aquella mirada tan profunda y tan vacía, me daba la ilusión de haber caído en un agujero negro sin final, rodeado de colores donde cada uno representaba algún recuerdo hermoso y marchito, cubierto de anhelo por querer regresar. Una punzada de dolor invade mi pecho al ver las lágrimas surcando los ojos color avellana del peliazul, terminando por deslizarse sobre su piel parecida a la porcelana hasta caer sobre la tela de mi vestido, y ahí estaba de nuevo ese niño de la última vez, indefenso, buscando ayuda mientras gritaba en silencio, porque le arrebataron lo que más amó en la vida sin una razón.

—Permite que me cambie la vestimenta, saldré en un momento —pide en un hilillo de voz casi inaudible.

Retiro mis dedos de su rostro y me fijo en las marcas que le había dejado, soltando un suspiro cansado. Me quedo dos segundos en mi lugar antes de caminar a su lado, pasando una de mis manos por sus hombros en modo de consuelo y noto como tiembla bajo el tacto.

—Marie... —él llama mi nombre y me detengo en el umbral de la puerta antes de poder salir—. Gracias.



🎀 Sabor Porcelana // J e o n g g u k 🎀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora