Sorpresa [ 012 ]

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—Quitando el hecho de las cosas excéntricas que hay aquí, este lugar es bonito —comento moviendo mis dedos como si lanzaran chispas cuando digo la palabra excéntricas, mientras caminamos por un gigantesco salón del cual colgaba un hermoso y viejo candelabro, con varias escaleras que daban a otras puertas de madera de ébano. Todo aquí parecía estar hecho con los materiales más costosos, hasta el maldito piso lustroso era de mármol color blanco—. Supongo —agrego encogiéndome de hombros, mirándole a través del antifaz blanco que cubría mis ojos a lo que él sonríe.
—No te muevas de este lugar, princesa. Iré a revisar que todo esté preparado para comenzar —asiento con la cabeza—. Volveré pronto.

Desde mi lugar, observo como Jungkook se dirige a una de las puertas con rapidez y elegancia, así como una pantera, desapareciendo de mi campo de visión cuando cruza esta y al cerrarla el sonido hace eco por el gran salón. Me balanceo de atrás hacia adelante jugando a no caerme mientras inspecciono con detalle cada puerta, todas exactamente iguales, pero, ¿qué habrá detrás de ellas? Me fijo en una de las esquinas de la habitación y noto como hay algo redondito moviéndose, como si tratara de escapar. Con rapidez, pero sin perder la postura en ningún momento, me acerco y a cada paso que doy escucho los chillidos de lo que parece ser un animalito. Un conejito. Su patita estaba siendo apretada por una especie de pinza y el pelaje de al rededor se encontraba teñido de rojo.

—¿Estás perdido? —pregunto como si me fuera a responder—. No te preocupes, te quitaré eso de inmediato.

Cuando me acerco para tocarlo el conejito trata de alejarme tirando una mordida y yo alejo la mano un poco asustada por su repentina acción. Seguro que debieron hacerle cosas terribles para que reaccione de esa manera.

—Tengo dulces, a todos les gustan los dulces —llevo mi mano a una de los bolsillos que mi vestido portaba y saco un paquetito de frutos secos. Cada que terminaba un entrenamiento como los que Jungkook me ponía en casa, los dulces me calmaban—. Aunque no creo que esto se considere un dulce exactamente.

Abro el paquetito y deposito unos cuantos frutos sobre el suelo, creando un caminito hasta mi mano ya que me había agachado. El conejito de a poco, comienza a oler los frutos y a comerlos, llegando hacia donde estaba.

—No te dolerá mucho, lo prometo —con toda la velocidad y cuidado que podía, tomo la pinza de metal y se la quito, notando que esta llevaba varios picos afilados como agujas. Los llevaba enterrados—. Espero que te sientas mejor —sonrío acariciando su pelaje color negro con manchitas blancas.

El animalito corre demanera coja luego de haberse terminado los frutos, alejándose de mi en dirección a una de las puertas, subiendo de manera graciosa las escaleras. Me paro de mi lugar y decido seguirlo. Quizá podía llevármelo a casa, así no tendría malos tratos, seguro que a Jungkook no le molestaría. No me había percatado de que una de las grandes puertas estaba entreabierta; mis pasos resuenan por el salón gracias a los tacones rosa pastel que llevaba, se parecían mucho a los de una muñeca. Me apresuro a llegar cuando el conejito se inmiscuye por la abertura, me detengo frente a la puerta y miro lo que hay dentro del cuarto sin entrar: hay muchos pétalos azules esparcidos por todo el suelo, del mismo color que la rosa del chico de la feria; en medio se encuentra una mesa llena de pastelillos y frutas bien acomodadas junto a tazas de diferentes estilos y usos; a un lado de la mesa, un piano blanco de cola adorna el lugar, parecía irradiar luz; del techo cuelgan tres largas cortinas color vino tapando el resto, así como las que hay en los teatros, de modo que no podía ver más allá del centro de la habitación. Con suma desconfianza, me adentro de lleno al cuarto sin dejar de mirar al rededor, miro la mesa cubierta con comida hasta el tope y de la nada siento un apetito increíble. 

¿Qué hacían estas cosas aquí? Me pregunto a mi misma.

Me muerdo los carrillos viendo los postres que variaban desde lo dulce hasta lo salado, y de forma dubitativa cojo uno de los tenedores que se hallaban acomodados cuidadosamente sobre el mantel. Pincho delicadamente una de las fresas que los pastelillos llevaban encima y la engullo en mi boca, era la fresa más jugosa que había probado en mi vida, además de haberme abierto el apetito.

—No has probado nada de lo que hay en esa mesa, ¿o sí, Dolly? 

Pego un salto en mi lugar, tosiendo gracias a que no había terminado de pasar la comida y el tenedor cae al suelo cuando me giro hasta la persona que llama mi nombre. Era el mismo chico de la feria.

—Pareces sorprendida —su cuerpo estaba apoyado contra el piano mientras que en sus manos sostenía al mismo conejito que había visto anteriormente, acariciándole la espalda con los dientes de un tenedor—. ¿Quieres agua?, te estás ahogando. Aunque no tiene sentido que te estés ahogando, digo, eres una muñeca, ¿qué no? —la garganta deja de picarme y paro de toser, dirigiéndole una mirada cargada de molestia, sabía de sobra que sus intenciones al decir aquello no eran buenas. Así como veneno.
—Cállate, ¿quieres? —replico tomando una servilleta de la mesa, limpiandome a toquesitos los labios—. ¿Qué haces aquí? Es más que obvio que el encuentro en la feria no fue una casualidad.
—Uy, se ve tan tétrico —él se estremece de forma finigda, sonriendo con satisfacción—. Que placentero. Jungkook hizo un gran trabajo, realmente pareces porcelana pura, si no te movieras podría jurar que no eres una persona.
—Suficiente —tomo de la mesa uno de los cubiertos en pico, con un movimiento ágil y precisión lo lanzo directo a un costado de su estómago, sin embargo, él batea con el tenedor el cuchillo rápidamente y sonido de ambos metales impactando hace un sonido fino y delicado, terminando por caer el suelo, rebotando hasta quedar tirado por algún lugar de la habitación.
—Pero muy mal educada —dice arrugando la nariz, dejando al conejo sobre el banquillo del piano—. ¿Quieres respuestas?, ¿quieres saber por qué sé muchas cosas sobre ti?, ¿quieres saber qué hago aquí?

No contesto, solo aprieto los labios sin apartar la vista de su cuerpo.

—Tus ojos se ven muertos y vacíos, se me hace muy interesante. Vamos a jugar —él abre la tapa del gran piano y pasa los dedos por las teclas, creando sonidos desafinados, terminando por sentarse con una postura recta y perfecta—. Voy a tocar alguna pieza y tú vas a bailar. Podrás hacerme las preguntas que quieras mientras lo haces, responderé con la verdad.
—No sé bailar —mentí.
—No trates de burlarte de mi, niña —notaba que su humor ya no era el mismo de antes—. Sé más cosas de ti de lo que crees, más te vale que comiences a bailar.
—No me apetece —digo con la voz fría y cortante, como una hoja de papel, parada en el mismo lugar sin moverme un solo centímetro.
—¿Estás segura? —él saca un reloj de bolsillo, mirando la hora y me pregunto la razón de ello—. Te comiste una fresa, ¿cierto? —pregunta sonriendo plácidamente.
—Puede ser. 
—Bueno, princesa. Toda la comida que ves ahí —señala con uno de sus dedos la mesa—. Está inyectada, o bien, elaborada con una droga letal, no importa si consumes una cantidad mínima, eso es tan fuerte que te matará de igual manera. Solo tienes veinticinco minutos antes de que se esparza por tu cuerpo y te cause una muerte instantánea. Llevamos hablando aproximadamente siete minutos. El tiempo corre.

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Publicaré la siguiente parte al ratito sjjsjs

🎀 Sabor Porcelana // J e o n g g u k 🎀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora