Las noticias volaron más rápido de lo que Prats y Cecilia habían pensado. No habían pasado ni siquiera dos días y múltiples alquimistas, médicos y cirujanos, estaban llegando al pueblo a ver a las personas que no habían sido curadas. La magia no podía curar, eso era una regla del mundo que todos conocían. Las enfermedades, venenos, por otro lado, si podían nacer del uso de la compatibilidad con un elemento. Eso hacia enojar a Cecilia, que ella no diera para encontrar una cura.
Aunque la enfermedad ya estaba controlada y había pacientes que se encontraban en la cama sin mejora, pero tampoco empeoraban, querían decir que el pueblo estaba en lo cierto: El agua estaba envenenada. Y no solo eso, la noticia de que el dragón de la luz estaba en un pueblo cercano a Quebroks se expandió por todo aquel sector llegando a los oídos de muchos miembros de la orden, unos que relataron como él, Shiom, había matado muchos caballeros y que estaba incontrolable, que era una bestia completa sin sentimientos y que debía morir; otros hablaban sobre una historia de un lobo que venció al dragón.
Todo eso se escuchaba en la taberna, viajeros que querían ver al dragón o al lobo. Otros que tenían la curiosidad de llegar a ver si podían luchar contra la enfermedad, derrotarla y volverse famosos. Muchas cosas se contaron, pero nada fue claro. Así fueron varios días, unos donde Shiom no podía salir de su cuarto, noches largas que lloraba por la sangre que tenía en sus manos. Días que maldecía al dragón con todas sus fuerzas, que agarraba la espada y la lanzaba contra la pared... Pensamientos suicidas, de hacerse daño así mismo, no sabía nada. Sólo quería desaparecer. Solo cerrar los ojos y no volverlos a abrir, pero los llantos de su madre, las caricias y apoyos de su padre, eso era algo que no podía dejar tirado. Muchas veces no estaba seguro, muchas veces sintió que lo mejor era saltar desde el tercer piso, por alguna ventana, pero una parte de él se lo impedía. Un cobarde, si, tal vez era tal como el dragón se lo había dicho, alguien que no era capaz de usar las cosas que tenía disponible a su beneficio.
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Shiom, después de una semana de aquel incidente, salió del cuarto. Sus ojos dorados, que normalmente eran tan brillantes como el sol, lucían opacos y sin la usual alegría que lo caracterizaban. Llevaba grandes ojeras y su tez estaba pálida; parecía un muerto. El joven solo vestía una camisa blanca que le quedaba holgada, incluso se miraba más delgado, como si no hubiera comido nada. Llevaba a portadora en su cintura, pero tratada de mantener su mano lejos de ella.
La posada estaba llena de vida cuando él bajó. Shiom no tenía ni idea de todos los nuevos visitantes del pueblo. Aunque escuchaba a las personas llegar y los murmullos en las calles, no había sido capaz de ver por las ventanas. Así que cuando llegó a la primera planta, se encontró voces y ruido que hacían que aquel lugar tuviera vida y energía suficiente para hacer que cualquiera sonriera, incluyéndolo a él.
Su corazón comenzó a latir con fuerza cuando vio a niños corriendo por todos lados; mujeres sentadas en las mesas charlando entre sí, hombres tomando bebidas de los vasos, alguien tratando de cortejar con alguna pueblerina, pero todos ellos llevaban ropa que él nunca había visto. Y eso fue lo que realmente le hizo caminar hasta la barra donde se encontraba su padre. Daba pasos lentos para poder distinguir bien aquellas prendas, que le parecían simplemente extrañas.
Hombres que llevaban sombreros altos con gafas gruesas con vidrios oscuros y marcos negros; portaban guantes y chaquetas que lucían pesadas y demasiado calientes para este clima, sin contar con las botas que llegaban hasta las rodillas. Las mujeres, que fue lo que hizo que Shiom paseara la mirada entre más de una, a diferencia tenían ropa parecida a corsés que dejaban ver la parte alta del pecho y las clavículas. Algunas llevaban pantalones y otras faldas, pero todas terminaban con botas de tacón y guantes de cuero. Lo más curioso, es que, sin importar el género, llevaban un pequeño bolso de piel con muchos bolsillos. La curiosidad del joven fue mucho más grande al notar que la ropa tenia grabados parecido a los engranajes de los relojes —él había desarmado uno para saber cómo funcionaban siendo tan pequeños, luego de eso a Prats le tocó comprar otro—, pero todos ellos llevaban una pistola en alguna parte del cuerpo.
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El dragón de la luz | TERMINADA |
FantasyEsta es una historia que ha sido escrita a través de los siglos en Txard y ha tenido más de mil versiones: Poemas, historias, canciones, obras de teatro y todas narran lo mismo, una sola versión: Tres espadas que consigo traen una maldición, una ben...