Capítulo catorce

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Primero oscuridad. Eso fue lo primero que vio él al abrir sus ojos. Sentía sus manos pegadas a una pared piedra, fría y rugosa. ¿Cuántos días llevaba ya? No lo sabía. Solo estaba allí. Segundo, el sonido de las gotas caer cerca suyo. Eso, eso era lo peor que tenía. Ese sonido no lo dejaba concentrarse, no le permitía recordar quien era y mucho menos, saber por qué estaba allí. Tercero, los gritos. Eran sonidos de dolor y angustia de algún ser que debía sufrir ese martirio. Y, por último, recordar quien era.

Habían pasados casi una semana desde que Shiom se había ido de su casa; pero esperaba que él estuviera bien. Su padre, si ese hombre que estaba encerrado en una habitación sin luz, encadenado con un metal que impide que el Hus Kha se acumule, golpeado y azotado. Estaba vivo, esperando que a su hijo jamás lo atraparan. Cecilia estaba a su lado, a pocos centímetros de distancia, donde solo podían tocarse con las piernas, dado que las manos de ambos estaban en la pared.

Gotas, eso era peor que la oscuridad. El constante sonido hacia que él se volviera loco. Le estresaba, le daba rabia, pero la voz de su esposa lo calmaba. Ambos seguían sin entender algo simple, ¿por qué habían sido traicionados? ¿Cómo habían dado para burlar la energía de los reyes y salido con sus propios recuerdos intactos? No lo entendían, incluso lo habían hablado en esa oscuridad, pero aún no encontraban una razón lógica.

Luz; eso atravesó la oscuridad con fuerza. Haciendo que ambos se cegaran hasta que se adaptaron. Primero vieron una silueta alta, luego la distinguieron. ¿Cómo no hacerlo? Era el mejor amigo de ambos. Era el miembro más "honorable" entre los pilares. Y allí estaba, de pie mirándolos con sus ojos rojos: Lunael era quien se encontraba tras la luz.

—¿Cómo están? —preguntó con cinismo aquel hombre, mientras se sentaba en un banco que había traído y tomaba un vaso con agua—. ¿Están cómodos? Porque yo sí. Estoy aquí, de lo más de tranquilo, viendo como ustedes dos se destruyen así mismos. ¿Acaso no querían que su hijo viviera una vida tranquila? ¿Acaso no fueron ustedes los que lo escondieron tantos años de la orden? Por favor, Cecilia y Prats. ¿Cómo van a traicionar a aquellos que consideraron familia durante muchos años solo por un maldito?

—¿Lo dice un traidor? —replicó Cecilia—. Luna, Luna, Luna, ¿crees que nos darás terror psicológico haciendo gritar a un chico del otro lado de la pared y hacer que hable sobre el dragón y portadora? ¿¡Nos crees idiotas!? Sabemos de primera mano que si ustedes lo tuvieran nosotros no estaríamos acá. ¡Ya estaríamos muertos!

»Por otro lado, ¿quién traicionó a sus hermanos de guerra y sangre para unirse a la primera facción? ¿Fuimos nosotros? No, Prats y yo solo seguimos los ideales que nunca seremos capaces de pisotear o vender, ¡no como tú!

Lunael se levantó de la silla, le entregó el vaso a un caballero y sacó una pequeña daga de su cintura. Se acercó a Prats y le cortó en la mejilla. Un leve corte, uno que ardió y casi hace que grite. Pero debía aguantar, todo para que su esposa no explotara e hiciera lo que él quería.

—¿Eso es todo, zorrito? —preguntó Prats al sentir que Cecilia estaba a punto de insultar y desgastar sus energías tratando de soltarse—. ¿Se te olvida que fue lo que pasó aquella noche que me tocó disfrazarme de mujer? ¿O se te olvida cuando tuvimos que estar varias noches en el desierto de la iglesia de los tres grandes? ¡Estos pequeños golpes físicos ya no son nada para mí! ¡¿Crees que puedes rompernos?! Te falta mucho para...

—De todos modos, nosotros sabemos que ustedes nunca van a decir donde se encuentra su hijo, por otro lado, nosotros sabemos que estuvo junto al dragón de las tormentas en la posada de este —interrumpió Lunael—. Según nuestras fuentes duró solo un día allí y se fue para Tera leyenda. ¿Por qué habrá ido el dragón de la luz allá? ¿¡Lo ven!? —Aquel hombre comenzó a reírse, para luego mirarlos hacia abajo, dejando que sus ojos rojos mostraran el desprecio que sentía por ellos—. Ese chico piensa entregar su cuerpo al dragón en la tierra donde ellos fueron creados, ¿y de quien es la culpa? ¡De ustedes! Son los únicos que permitieron que la maldición llegara hasta este estado, en vez de seguir las ordenes y no traicionar a su orden.

El dragón de la luz | TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora