Capítulo ocho

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Lunael estaba allí sentado tomando un desayuno junto a sus compañeros, lo hacía todos los días sin importar las condiciones o los sucesos. Se encontraban en el comedor de la sede de la orden. Era un lugar amplio, como un salón, en el cual había una serie de filas en las cuales se encontraban largas mesas de madera blanca. Cada una de ellas tenía el espacio para sentar todo el equipo de un capitán. Claro, no cualquier escuadrón podría sentarse en cualquier mesa. Estaban enumeradas y además de eso cada una de ellas tenía una pequeña bandera con un escudo, el cual representaba al escuadrón. Las banderas eran variadas, pero todos sabían que la que más resaltaba del montón era la del capitán Knox. Era de color blanco, con espadas negras cruzadas haciendo que parecieran una "X" ubicadas en el centro de aquel pedazo de tela bordado.

Muchos se habían preguntado porque esa bandera era diferente al resto, pero era un pilar. Uno que ha podido alejarse de todo el campo de batalla, estar sentado junto a los generales o en unidades de rastreo, pero él prefiere estar junto a sus hombres, estar junto a ellos y sentir igual que ellos. Mordió un pedazo de pan duro mientras veía la bandera que se encontraba en la pared. Un pedazo de tela blanca, con un corazón negro. La Sagrada Orden del Corazón Negro. Suspiró, tragó, bebió y observó a sus hermanos. Cada uno de ellos lo miraban con preocupación real en sus rostros. Lo que había pasado esta mañana, ¿a qué se debía? Sobre todo, ¿cómo alguien pudo engañar a Cecilia? Considerada la segunda mejor usuaria de Husk Kha dentro de los pilares, y una mujer con un sexto sentido para destruir ilusiones o disfraces.

—Esto complica aún mayor las cosas. No entiendo ciertos motivos, pero al parecer alguien de la orden descubrió la farsa sobre la muerte de Prats y Cecilia. —Su pensamiento frenó allí. ¿Quiénes sabían sobre eso? Solo él y… No, imposible. Ella siempre consideró a Cecilia como su hermana mayor, no la traicionaría ni por un edificio lleno de monedas negras—. Pero, ¿cómo hirieron a Prats? Ni siquiera alguien dentro de la realeza de los demonios lo hizo sangrar…  Eso significa, que, si encontraron a alguien que estaba escondido tan seguro, que incluso los caballeros que se detenían en el pueblo y lo veían, al salir no recordaban quien les hizo daño o a quien vieron, son lo suficiente fuertes para ganarle a dos pilares en su mejor estado.

Tomó un largo sorbo de su vaso con sidra, mordió otro pedazo del pan, lo masticó varias veces y tragó. Eran movimientos mecánicos mientras su mente trabajaba en muchas cosas. Él había escuchado sobre las noticias de que el dragón de la luz se había escapado de los mejores rastreadores de Quebroks, pero… ¿Dónde estaban esos hombres ahora? ¿En qué lugar se encontraba esa escuadra comandada por el capitán Zart? Sus ojos se ensancharon. Miró hacia la mesa con el caballo y el corazón. Una mesa que se encontraba a cinco puestos a su derecha. No había nadie. Ni siquiera los novatos. Su corazón comenzó a latir con fuerza.

—Capitán, ¿está bien? —preguntó Laure mientras se colocaba de pie y se acercaba a él.

Había comenzado a sudar frio. Sus manos temblaban sin su control. ¿Cómo no había visto eso venir? ¿Cómo no pensó en ellos? Era obvio, tan claro como el agua, pero ¿eso no pondría a las facciones dentro de la orden en un peligro de guerra que podría destruirla desde adentro? ¿No haría que todo se volviera más tenso dentro de ellos?

—Sí, estoy bien. Solo tengo calor —respondió con una sonrisa y no permitió que Laure se acercara más de lo que ya lo había logrado.

Se levantó de la silla en silencio y sus ojos estaban llenos de melancolía, ninguno de los presentes susurró o nombró una sílaba. Estos sucesos eran extraños, no pasaban mucho, pero cuando pasaban era mejor seguir todo de la forma más normal posible, él siempre les recordaba que era un humano al igual que ellos, uno con los mismos sentimientos y alma. Amaba, odiaba, lloraba, sufría, deseaba, esta era la causa por la cual sus compañeros de armas lo seguían. Sin esperar un segundo más comenzó a caminar hacia la puerta. Al salir caminó por un pasillo de piedra blanca y liza. La altura era lo suficiente para que el más alto de todos pasara y el ancho era lo suficiente para que personas salieran y entraran.

El dragón de la luz | TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora