Capítulo doce

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Ambos corrieron mientras subían la escalera. Cuando salieron, la maestra de Daniel pisó con fuerza la nieve, con su pie derecho, y cerró las manos en un fuerte aplauso. El hielo reaccionó a su orden y selló esa entrada. Ambos sabían que no tenían mucho tiempo así que comenzaron a correr para alejarse de allí así que Dutla, ahora que no estaba de incógnita, comenzó a usar su Hus Kha para moverse entre la nieve. Creo dos animales, parecidos a caballos. Ella escupió algo de sangre al suelo, algo que hizo que Daniel le recordó que debía pagar.

El joven dragón comenzó a sentir el costo de tener que usar dichas artes. Cada cosa tiene un precio y hay que pagarlo al usarlo, nada es gratis en este mundo. Su cabeza comenzó a dolerle. Sentía como si alguien le estuviera martillando. Tosió hacia el suelo y sangre roja salpicó la nieve. Comenzó a sentirse mareado, su maestra lo notó, pero no podía hacer nada. El joven cayó de rodillas. Sintió como si una espada le atravesara por su vientre. Tenía que aguantar, no podía morir por esa bobada. Sintió un líquido subiendo por su garganta, así que abrió la boca y lo dejó salir. Vomitó partes de la comida y, sin contar, algo de sangre. Se levantó y se acercó tambaleando al caballo.

Daniel al subirse lo sintió frio, incluso a través de la armadura, pero al rato se acostumbró. Abrazó el cuello de aquel animal y dejó que su cuerpo, que estaba agotado por haber hecho uso de dos habilidades de la bendición, se rindiera. Cerró los ojos y se dejó llevar.

Después de varias horas el joven abrió los ojos. Tanto él como Dutla estaban entrando por un portón de madera blanco, el cual estaba en un arco de piedra. Uno que Daniel siempre creía que era su encierro, su cárcel, y aquel sitio donde moriría algún día si todo salía mal, como acaba de suceder.

Los caballos cruzaron la puerta para encontrarse un campo verde y mucha gente que los esperaba. El joven de cabello rubio suspiró. Tenía un leve presentimiento de lo que iba a suceder y eso le molestaba. Lo iban a acusar de traición o de insubordinación; dos hombres lo odiaban por ser parte de la orden, diez escuadrones diferentes lo habían intentado lastimar más de una vez, pero él seguía allí, todo para poder encontrar a aquel chico que poseía la maldición de la luz. Todo para saber si Shiom estaba entero... todo por su hermano perdido.

—Daniel, soltá la espada ahora mismo y entregate ante la Sagrada Orden. —Una voz rompió sus pensamientos.

Los hombres que estaban allí se reunieron y lo apuntaron con la espada, haciendo que este se bajara. Y así lo hizo. Le hizo señas al caballo de su maestra, la cual parecía estar dormida, para que la llevara a la enfermería. Hace unas horas había matado a unos cuantos demonios, salvado a su maestra y ahora le estaban jodiendo por una bobada. Algo que tenía permiso de hacer en casos especiales de vida y muerte. Él, como ser, le pertenecía a la orden; pero sus pensamientos y sus propias ideologías no iban a ser cambiadas. Daniel prefería morir a dejar que la persona que le salvó la vida fuera lastimada porque él no hizo nada. Jamás pasaría eso.

—Primero muerto y luego les doy a portadora. —respondió el heraldo de la oscuridad; la verdad, estaba aburrido—. Lo que ustedes están haciendo se llama traición.

—Para nada. —Otra voz, una más grave que la anterior, pero está en el fondo tenía un tono de miedo—. La traición solo la estaí cometiendo tú. Por si se te olvidai, tenías prohibido usar cualquier habilidad que involucrai al dragón.

—¡Hubiera muerto nuestra maestra! —Una voz femenina lo dijo así al aire, al parecer Daniel tenía suerte—. Si él no hubiera hecho nada, ambos estarían muertos ahora mismo; no sean idiotas.

—¿¡Y qué!? —rugió un capitán de la orden, se notaba sus venas en la frente y cuello, sus ojos de milagro no estaban rojos o se salían de sus cuencas—. Rompió una de las reglas que se le dijo; no usarai en ningún momento alguna habilidad de dragón.

El dragón de la luz | TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora